Nutriscore sigue dividiendo a los nutricionistas porque penaliza productos como el cacao puro o el aceite de oliva y premia los refrescos sin azúcar

Antonio Paniagua COLPISA / MADRID

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Algunos expertos piden que solo se aplique a productos ultraprocesados

04 abr 2021 . Actualizado a las 22:43 h.

El semáforo continúa en ámbar. Precaución. Porque Nutriscore, el modelo que identifica los alimentos envasados por colores, de ahí que se conozca como el semáforo nutricional, es motivo de discordia entre los nutricionistas españoles. El Gobierno central ha anunciado que su intención es implantarlo en el primer cuatrimestre del año, pero han surgido voces discrepantes que se contraponen con las que están claramente a favor. El nuevo sistema se basa en un algoritmo que tipifica los productos de más a menos saludables (de la A a la E y del verde al rojo, en orden descendente). Ya hay un primer damnificado: el aceite de oliva virgen extra. Por su alto contenido en grasa, este producto obtiene una mala puntuación (C), cuando sobran evidencias científicas de que es un elemento imprescindible de la beneficiosa dieta mediterránea.

Para Jara Pérez, investigadora del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición del CSIC, el problema del etiquetado que se pretende implantar parte de un error de concepto. «Nutriscore no tiene en cuenta componentes básicos de los alimentos, como las proteínas y las vitaminas. De hecho da igual que se trate de aceite de oliva o de virgen extra, porque no toma en consideración otros elementos». Del mismo modo, es demasiado indulgente con los edulcorantes, que, aunque no aportan calorías, «alteran la percepción del gusto y la sensación de saciedad y están relacionados con el sobrepeso». En coherencia con este criterio, los refrescos sin azúcar se presentan con una buena tarjeta de visita (B), a pesar de que hay estudios que demuestran sus efectos nocivos y su implicación en el incremento de la grasa corporal.

Pérez pone otro ejemplo: el cacao puro 100 % reporta beneficios incuestionables y su presencia es recomendable en la dieta. Sin embargo, bajo la lupa de Nutriscore, este alimento sale peor parado que los productos solubles con un 70 % de azúcar y menor cantidad de cacao. ¿Por qué? Porque el primero contiene mayores cantidades de grasa. Para alivio de los productores de aceite de oliva, el ministro de Consumo, Alberto Garzón, ha apaciguado los ánimos al anunciar que el alimento quedará excluido de Nutriscore.

A simple vista, el modus operandi del sistema se antoja sencillo y visual. El algoritmo con el que funciona ha sido supervisado por un comité científico que ha primado los criterios que favorecen la salubridad de la población. Fue creado por la Agencia Nacional de Salud Pública francesa, con el fin de crear un mecanismo que hiciera accesible la información nutricional. El etiquetado, que se aplica también en Bélgica, Holanda o Alemania -algunas marcas española ya lo han adoptado- tiene tantos detractores como adeptos, y entre medias se encuentran los que lo defienden sin obviar sus insuficiencias. Además de España, estudian su implementación Suiza, Luxemburgo, los Países Bajos y Austria.

Estas semanas se ha producido un cruce de cartas por parte de expertos en forma de impugnaciones y adhesiones. Una de ellas, firmada por 269 científicos y 21 asociaciones, sostiene que este tipo de etiquetado clarifica mucho la información y ayuda al consumidor a desenvolverse sin demasiadas complicaciones en el campo de la nutrición. Maira Bes, catedrática de Nutrición del departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra, apoya el modelo, aunque es consciente de sus «limitaciones». Subraya que, a la luz de los estudios publicados en revistas científicas, se ha concluido que las personas que eligieron una cesta de la compra que incluyera más alimentos calificados con A y B presentaban menor mortalidad que los que optaban por productos con puntaciones de E y D. Quienes apostaban por el verde experimentaron una reducción de las enfermedades cardiovasculares, menos cáncer y una mortalidad inferior que los que se inclinaron por el rojo.

Como dice Maira Bes, «lo perfecto es enemigo de lo bueno». «El problema de Nutriscore es que los productos que merecen promocionarse más son los que no llevan la etiqueta, por ejemplo, las frutas y verduras. ¿Cómo se puede solucionar esto? Poniendo la etiqueta Nutriscore solo a los productos ultraprocesados. El mensaje al consumir debería ser entonces: procure no consumir productos que porten la etiqueta, pero, si aun así lo hace, elija los ultraprocesados menos perjudiciales».

Ana Montero, profesora de Nutrición y Bromatología de la Universidad San Pablo CEU, alerta de que se puede hacer un uso espurio de la etiqueta. «No estoy a favor ni en contra. A mi juicio se está haciendo un empleo un poco distorsionado. El semáforo nutricional no está destinado a usarse de la manera que se está haciendo. Se está empleando Nutriscore para productos que no son ultraprocesados. No tiene sentido recurrir al sistema para comparar unos frutos secos, que son saludables, con un ultraprocesado carente de grasa, que obtiene una puntuación mejor. Ese no es el objetivo». Montero cree, en cambio, que si se quiere cotejar las propiedades nutricionales de productos de un mismo grupo de alimentos, como los cereales para el desayuno, Nutriscore sí se revela como una «herramienta útil».

Y es que el semáforo nutricional nació con la intención de evaluar alimentos industriales, no productos intrínsecamente sanos. Otra desventaja, dice Montero, «es que la población no lo entiende. Ya han empezado a aparecer aplicaciones que utilizan algoritmos diferentes. Y la población debería comprender que la mejor cesta de la compra es la compuesta por alimentos que no necesitan Nutriscore: frutas verduras, aceite de oliva, etc.».