«Fago gaitas para facer país»

SOCIEDAD

Oli Xiráldez (Redondela 1970) llegó al mundo de la música y la artesanía por un golpe de suerte de su tío, que con un premio de lotería le regaló una sencilla gaita a su padre. Él comenzó a tocarla y su vocación fluyó.

31 mar 2021 . Actualizado a las 21:20 h.

Si algo define a Galicia es el sonido de sus gaitas, otro símbolo de nuestra artesanía y también de un pueblo emigrante como pocos, «xa que en cada centro galego hai unha gaita». Así lo destaca Oli Xiráldez (Redondela, 1970 ) un luthier asentado en Teo desde hace veinte años con un taller del que salen, sobre todo, gaitas de diferentes diseños y calidades, pero también requintas e instrumentos musicales del medievo.

Entre planos con una pátina que recuerda a los dibujos de Leonardo da Vinci trabaja Oli Xiráldez mientras sueña son salir a la calle, comer con sus padres sin mascarilla y participar en una foliada, ya que este luthier tiene alma de gaiteiro y también una conciencia colectiva de artesano «do país», lo que le lleva a ejercer con intensidad como vicepresidente de la Asociación de Gaiteiros Galegos.

«Fago gaitas para facer país», afirma, y también destaca que este instrumento es uno de los orgullos de Galicia: «A nosa gaita está considerada unha das mellores do mundo, polas súas posibilidades e por como evolucionou a técnica para facelas. Outras gaitas non teñen o cromatismo e o timbre da galega». Y con su idea de hacer Galicia construyendo gaitas ha llegado a pequeña escala a músicos de lugares tan distintos como Oregón, Washington, California y Japón.

El amor por este símbolo de Galicia le llegó por una mezcla de suerte y casualidad. «No 1977 a meu tío tocoulle a lotería e fíxolle un regalo a cada irmá. O meu pai pediulle unha gaita e nós xogabamos co ela», recuerda. El gusanillo de música y su sentimiento de identidad «do noso» fue el siguiente paso, que pronto enriqueció con su maña de luthier. En todo este viaje tuvieron mucho que ver las clases de gaita de su adolescencia, por lo que reclama más docentes especializados para acercarse con calidad a la demanda que generan los centros educativos. De su trayectoria destaca una institución sobre todo, la Universidade Popular de Vigo. Tras asistir a una de sus actuaciones en 1986, «xa dixen: eu quero facer eses instrumentos», por lo que se formó con Antón Corral entre 1990 y 1993. Y así, en la misma casa que guardaba la gaita que lo enganchó, el tercer Oli Xiráldez abrió su primer taller. El corazón lo llevó a Santiago y a Teo, donde reforzó su devoción y respeto por la requinta, «un instrumento cunha idiosincrasia moi do Val do Ulla». Ahora, todas los grupos de requinta tocan sus instrumentos.

XOAN A. SOLER

A la hora de hacer una gaita, revela que lo que importa sobremanera es el vaciado cónico de la madera, «é a alma da gaita», para lo que se necesitan herramientas y técnica casi de cirugía, pero también el reposo de madera, por lo que, si bien construir una pieza puede suponer el equivalente en horas de trabajo de una semana, el proceso debe dilatarse, varios meses, hasta el año. De su taller pueden salir entre doce y veinte gaitas al año, un trabajo que compagina con clases de gaita. Así era hasta que el covid no dejó otra opción que parar y esperar ya que «non podes tocar a gaita nun piso, e se non tes traballo, ou estás nun ERTE, non mercas unha gaita».

Vaciado y madera

La calidad de la gaita la marca el vaciado de la palleta, más que la madera.

Una semana, un año

La manufactura de la gaita ronda la semana de trabajo pero el proceso es más largo.