Adela Cortina: «Cada vez somos más obedientes y manipulables y eso es muy peligroso»

SOCIEDAD

Adela Cortina
Adela Cortina Beatriz Tafaner

Propone una ética cosmopolita para afrontar retos globales como la pandemia

29 mar 2021 . Actualizado a las 09:28 h.

Catedrática emérita de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Premio Nacional de Ensayo, Adela Cortina (Valencia, 1947) es un referente mundial en este campo. Creadora del término aporofobia, autora de libros como Ética aplicada y democracia radical o ¿Para qué sirve realmente la ética?, publica Ética cosmopolita (Paidós). En esta obra propone diseñar una ética que sirva para «hacer frente a los retos globales, como es la pandemia, pero también el cambio climático o la inteligencia artificial, que necesitan una respuesta mundial con una visión cosmopolita», basada en valores como la cordura, la justicia, el apoyo mutuo y la compasión.

-Suena a utópico, pero en su libro dice que hay esperanza porque vamos en esa dirección.

-Es así, pero hay mimbres que ya están funcionando. Por una parte, la Declaración de Derechos Humanos de 1948 reclama que haya un acuerdo mundial para respetarlos y exige algún tipo de cosmopolitismo. En la UE hay países que tienen soberanías compartidas y también hay constituciones jurídicas cosmopolitas. Hay muchos obstáculos, pero también muchas esperanzas de que vaya adelante, porque es algo deseable.

-Reivindica el valor de la cordura. ¿Tan mal estamos para tener que reivindicarla?

-Yo interpreto la cordura como un injerto de la prudencia en el corazón de la justicia. La cordura es muy importante porque une la razón y el corazón. Una persona que es cuerda también es razonable. Si la razón funciona sin emociones no tiene fuerza. Reivindico la cordura para hacer frente a una situación como la pandemia.

-La pandemia nos ha puesto frente a un espejo que nos ha dejado ver nuestras debilidades. ¿Cuáles son principalmente?

-Ha puesto muy de relieve que somos frágiles y vulnerables. Frente a una serie de ideologías, como el transhumanismo, que preconizan que vamos a acabar con la vejez, la muerte y la enfermedad y a convertirnos en dioses, de pronto viene un humilde virus que siega la vida de cantidad de gente, causa mucho dolor y una tristeza enorme. También se ha visto que estamos expuestos a muchos daños, cada uno personalmente y como civilización, que somos interdependientes, que tenemos que ayudarnos unos a otros porque nadie es autosuficiente, que hay que reforzar la democracia y cuidar la economía.

-¿Somos demasiado obedientes y manipulables ?

-Sí, la pandemia nos ha metido en nuestra casa, estamos muy encerrados, separados unos de otros y nos estamos convirtiendo en ciudadanos cada vez más obedientes y manipulables y eso es muy peligroso. Tenemos miedo, queremos seguridad. Estamos aprendiendo una obediencia que no es buena, porque el ciudadano tiene que ser autónomo y corresponsable, no puede ser un siervo, sino su propio señor, pero responsable con otros de nuestro devenir. La obediencia no es una virtud del ciudadanos democrático.

-En su libro niega que haya dilemas, como libertad-seguridad o vida-economía.

-No hay dilemas, sino problemas. Un dilema significa que solo hay dos caminos excluyentes, hay que optar por uno o por otro, lo que crea una enorme ansiedad. Dilemas como o vida o economía, o vida o educación, en realidad son problemas. Claro que hay que cuidar la vida, pero si cierran las empresas no sé qué pasaría con la vida, porque la economía es parte de la vida. Lo mismo pasa con la educación, ¿dejamos a los niños en casa para que no socialicen o intentamos que vayan a la escuela con seguridad? Son problemas y estos se resuelven comprometiéndose en una solución inteligente. La vida es problemática y hay que solucionar los problemas con la mayor cordura posible.

-Señala que hay un retroceso de la democracia ante el auge del nacionalismo y el populismo. En ese contexto, China aparece como el país que mejor combate la pandemia. ¿Cómo lo valora?

-Frente a los dos modelos que se están enfrentando, el neoliberalismo estadounidense y el comunismo capitalista chino, la UE es una tercera voz necesaria porque es socialdemócrata, cree en los derechos políticos, sociales, económicos y culturales. China es un Estado absolutamente totalitario y opaco. Hay quienes dicen que ese modelo ha triunfado contra la pandemia, pero en realidad no sabemos qué es lo que pasa, se ocultó la aparición del virus al comienzo y los datos que dan no están contrastados. El totalitarismo siempre es nefasto porque acaba con la libertad y tampoco promociona la vida. En una sociedad democrática se puede echar a alguien como Trump por medios democráticos.

«La pandemia ha sacado a la luz la gerontofobia»

 

 

Cortina señala que el rechazo a los ancianos y a los pobres ha crecido con la pandemia.

-Dedica un capítulo a la gerontofobia. ¿Ha crecido el desprecio a los mayores con la pandemia?

-Con la pandemia ha salido claramente a la luz una gerontofobia que está presente en la sociedad. Hay rechazo y desprecio a las personas mayores, por entender que no son productivas. Mucha gente parece que respira aliviada cuando le dicen que los que han muerto son fundamentalmente mayores, pero todas las vidas tienen igual valor. No tengo datos, pero si en algún lugar se ha dicho que no se lleve a los ancianos a los hospitales o que a los mayores de 80 años no se les ponga la respiración, eso es ilegal e inmoral. Nunca se debe discriminar por razón de edad o discapacidad, hay que analizar la situación de cada persona.

-Como inventora del término aporofobia, ¿cómo ha evolucionado el rechazo a los pobres en la pandemia?

-Para mal, han aumentado los casos de aporofobia. Por ejemplo, temor a los temporeros y a los inmigrantes, a los que se acusa de contagiar, va generando rechazo al pobre. La pobreza y las desigualdades han crecido drásticamente, basta mirar a los colas del hambre donde hay gentes que jamás se hubieran imaginado que estarían allí. Nuestra primer objetivo debería ser acabar con la pobreza.

-Desde el punto de vista ético, ¿que le parece que la muerte de inmigrantes que llegan en patera suscite tan poco interés mientras un programa de televisión en el que una mujer famosa como Rocío Carrasco cuenta su maltrato bate récords de audiencia?

-Es una verdadera lástima que nuestra ciudadanía no sea más madura y no se dé cuenta de que lo tremendo son los muertos que hay todos los días en los naufragios de las pateras. Es una lacra de nuestras sociedades, a la que nos hemos acostumbrado. Pero el amarillismo siempre ha estado muy presente en algunos medios de comunicación.