Vulnerables ante lo insignificante

Raúl Romar AL TIEMPO

SOCIEDAD

07 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Imagínense a 1.000 coronavirus en fila uno detrás de otro. No ocuparían ni el grosor de un cabello humano. Pues algo tan absolutamente insignificante e invisible al ojo humano es lo que ha puesto al mundo patas arriba. Ha transformado nuestras vidas, nuestra salud, nuestra economía, nuestras expectativas de futuro.... Saldremos de esta, pero tardaremos en volver a una supuesta normalidad que igual ya no será la misma. Nos quedarán secuelas a nivel colectivo: una profunda sensación de vulnerabilidad. Por ello, tan importante como recomponernos como sociedad es aprender las lecciones que nos ha dejado la pandemia. El virus, pese a que los científicos llevaban décadas advirtiéndonos que esto podía pasar, nos ha cogido totalmente desprevenidos.

¿Volverá a suceder lo mismo? Parece inevitable, porque es algo cíclico. No se sabe cuándo, ni dónde, pero ocurrirá. Pero tendrá menos posibilidades de resurgir si la humanidad se esfuerza por mantener un equilibrio natural que se ha empeñado en destruir. Los virus se hospedan en especies animales con las que mantienen una simbiosis, pero si se arruinan sus hábitats y se ven obligados a desplazarse a otros entornos el salto a humanos es más probable. También será más fácil predecir un posible riesgo si se refuerzan los sistemas de vigilancia de los virus en el entorno natural, algo que hasta ahora nunca fue prioritario. Más bien al contrario. Y un ejemplo son los equipos de virólogos del CSIC, de primera línea mundial, que han visto cómo en los últimos años su presupuesto y su personal se ha visto menguado de forma considerable, hasta el punto de que algunos de los grupos más importantes están encabezados por jubilados que no tienen relevo. Hasta que llegó la epidemia y ahora se acuerdan de ellos.

Hay muchas más lecciones que hemos aprendido de esta pandemia. Ahora sabemos lo que podemos hacer para estar mejor preparados. Pero, ¿lo haremos?