El superhombre que superó un cáncer, un corazón artificial y un trasplante

Marta López CARBALLO / LA VOZ

SOCIEDAD

Ana Garcia

Juan Carlos está hoy como nuevo, tras un decenio de lucha con su salud

21 feb 2021 . Actualizado a las 13:34 h.

¿Cuántas vueltas puede dar un balón de baloncesto alrededor del aro antes de atravesar la red? ¿Cuántas veces puede uno balancearse sobre un precipicio sin caerse? ¿Cuántas veces se puede tontear con la muerte? Hay algo placentero en el riesgo, pero solo cuando es voluntario. Porque cuando uno pasa por lo que ha pasado Juan Carlos a sus escasos 44 años, ya no está para riesgos.

Él, vimiancés, es el súper hombre de los tres corazones.

Su lucha con la salud comenzó en 2006, con un linfoma de piel. No llegaba ni a los 30 y logró superarlo tras una buena temporada llevando quimio. Hoy, quince años después, no ha vuelto a tener noticias del cáncer, pero es precavido y huye de la exposición al sol: «Con estas cousas nunca se sabe, o que non se pode facer é poñer da nosa parte para agravalo», considera.

Casi ni le dio tiempo a saborear la curación antes de recibir el siguiente mazazo, un infarto que le despedazó el corazón. Fue a primera hora de la mañana, allá por 2009, y la mala suerte y la carencia de servicios en el rural quisieron que no llegase al hospital de Santiago hasta las 12 y media del mediodía. No sentía dolor, pero sí un mareo intenso que hacía que no se sostuviese en pie. «Tiña a tensión algo alta, pero o que menos pensei é que me fose pegar tan forte», rememora Juan Carlos Agustín.

Reconstrucción fallida

Desde que recibió el alta tuvo varias recaídas. Los médicos siempre fueron claros con él, el trasplante era la única solución, pero entretanto tenían que estabilizarle el corazón, hacer tiempo para no recibir el órgano siendo tan joven. Se lo intentaron reconstruir, incluso llegó a ingresar y a tener una cita ya fijada para la cirugía, pero el estado era tan malo que, de intentarlo, moriría en el quirófano.

Pocas opciones le quedaban: ni podía vivir con el suyo, ni podía recibir uno nuevo debido a la hipertensión pulmonar que arrastraba tras años de mal funcionamiento del motor de su cuerpo. Fue entonces cuando en el Hospital A Coruña le sugirieron una idea digna del guion de una película de ciencia ficción: la colocación de un corazón artificial que se encargase de bombear la sangre a través de su cuerpo. En el Chuac, fue el primero de Galicia en someterse a esta intervención y solo había otros dos en el país. «Naquel momento sabíase moi pouco sobre isto, pero é un gran avance na ciencia. Foi bastante raro ao principio, porque literalmente quedas sen latido, sen pulso. Era como unha bomba de auga que traballaba cunhas baterías e, de noite, durmía enchufado á corrente da casa», rememora.

Tuvo que ser tremendamente exhaustivo tanto en su medicación, como en la alimentación, como en el propio mantenimiento de la máquina, a la que le tenía que cambiar las baterías cada tres o cuatro horas. Y rezar para que todo saliese bien.

En una ocasión tuvieron que asistirle técnicos llegados desde Valencia. «Tiveron que cambiarme o ordenador porque non detectaba as baterías. Chegou a parar, moi pouquiño, pero parou. Eu non notei nada, pero foi bastante angustioso». Más allá de eso, el dispositivo le cambió la vida. Era un hombre nuevo: sin retención de líquidos, sin cansancio, sin tantas pastillas para tomar a lo largo del día... Los pulmones recuperaron su vigor en cuestión de meses. «Para min foi a salvación, senón non tería chegado ao transplante», confiesa.

Él fue el primero, pero no tardaron en colocar más. «O segundo foi un señor de Muros, máis maior ca min, pero el non correu a mesma sorte e morreu por un ictus. Con esa máquina había que ter moi controlado o sangue para que non se producisen coágulos. Quedoume pesar [cuando supo que había muerto], porque practicamente fun eu quen o convencín de poñelo», lamenta.

Una incipiente infección que podía expandirse por el cuerpo le hizo subir al primer puesto en la lista de espera. Desde ese momento estaba como las embarazadas, con la bolsa hecha: en cualquier momento podía recibir la llamada del hospital. Solo pasó cuatro días en código cero hasta que apareció el órgano. Y ahí, en ese mes de enero de 2016, comenzó su nueva vida.

«Durante un ano practicamente vivín no hospital. Fixéronme moitísimos cateterismos para evitar o rechazo do órgano, unha biopsia de tecido do corazón cada tres semanas, ecografías.... Por sorte todo foi ben. Con outros órganos transplantados aínda tes outras vías se algo sae mal, pero co corazón non hai segundas oportunidades», reconoce Juan. Ahora, salvo por el hecho de que no puede trabajar, hace vida completamente normal. Eso sí, sabe bien que tiene que cuidarse. Y es que, tras vencer a un cáncer, tener un corazón artificial y superar con éxito un trasplante, el covid podría ser la criptonita que acabase con el legado de este súper hombre.