El deterioro del permafrost podría tener más impacto del que se pensaba

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Investigadores descubren un mecanismo completamente desconocido hasta ahora que desvela que el suelo congelado libera más gases de efecto invernadero de lo previsto

12 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Los científicos se refieren a menudo a la amenaza que representa el deshielo del permafrost, el terreno permanentemente congelado que está por debajo de los cero grados al menos durante dos años, como «el gigante dormido». De momento, los efectos no son visibles, pero a largo plazo puede suponer un verdadero problema para la estabilidad del sistema climático global por la cantidad de metano que retiene, un gas de efecto invernadero treinta veces más potente que el dióxido de carbono.

Debido al incremento de la temperatura global, más acusado en los extremos del planeta, la línea latitudinal del permafrost también se está desplazando hacia el norte a un ritmo muy veloz. En los últimos cincuenta años se ha movido cien kilómetros, y cada vez irá más rápido. Esto quiere decir que hoy hay que desplazarse más hacia el norte para localizar un suelo que esté congelado, especialmente durante el verano, cuando el calentamiento se produce con más intensidad.

El hecho de quedarse sin un suelo helado podría parecer un tema menor, pero en el hemisferio norte cubre hasta el 25 % de las tierras emergidas. Además, en zonas de Alaska la profundidad de ese suelo alcanza el kilómetro. Esto significa que la cantidad de materia orgánica que hay congelada es descomunal. Cada vez que el suelo se calienta, esa materia orgánica inicia un proceso de descomposición y libera metano, un poderoso gas de efecto invernadero.

Aunque todo lo anterior, en realidad, era algo bastante conocido desde hace tiempo por la comunidad científica. Sin embargo, un reciente estudio liderado por la Universidad de Copenhague ha revelado una realidad completamente nueva sobre las consecuencias del deterioro del suelo congelado. Un descubrimiento que no tiene tanto que ver con el propio metano, sino con el dióxido de carbono.

Se estima que la cantidad de carbono almacenado que está unido al hierro y se convierte en gas cuando se libera es entre dos y cinco veces la cantidad de carbono liberado anualmente a través de las emisiones de combustibles fósiles de origen humano. Los investigadores saben desde hace mucho tiempo que los microorganismos desempeñan un papel clave en la liberación de dióxido de carbono a medida que se derrite el permafrost. Los microorganismos que se activan a medida que se derrite el suelo convierten las plantas muertas y otros materiales orgánicos en gaseoso como el metano, el óxido nitroso y el dióxido de carbono.

El nuevo resultado demuestra que las bacterias incapacitan la capacidad de atrapar carbono del hierro, lo que resulta en la liberación de grandes cantidades de dióxido de carbono. «Lo que vemos es que las bacterias simplemente usan minerales de hierro como alimento. A medida que se alimentan, los enlaces que habían atrapado el carbono se destruyen y se liberan a la atmósfera como gas de efecto invernadero», explica Carsten W. Müller, uno de los autores principales del artículo publicado en Nature Communications.