La última teoría de la conspiración: la nieve que cayó en Madrid era plástico

SOCIEDAD

Aemet Izaña

Una vecina de Madrid graba un vídeo en el que explica que la nieve que cayó en la capital era en realidad plástico. La ciencia ya ha respondido

14 ene 2021 . Actualizado a las 11:05 h.

Los negacionistas están acostumbrados a hacer mucho ruido. Por ello su mensaje se escucha tan alto. Los hay de muchos tipos. Algunos rechazan el cambio climático, otros la geometría de la Tierra o la existencia del coronavirus. También hay quien cree que las estelas de los aviones son sustancias químicas que forman parte de una conspiración secreta para fumigar a la población y propagar enfermedades. Esta tesis ya obtuvo respuesta por parte de los científicos en el 2016, cuando la Universidad de California publicó una investigación en la que había consultado a 77 expertos mundiales en el campo de la atmósfera. Todos negaron el supuesto complot.

En la misma línea de la conspiración de que nos bombardean desde el cielo, el fin de semana se hizo viral un vídeo en el que una vecina de Madrid explicaba que la nieve que caía sobre la capital eran en realidad bolas de plástico. Para defender su hipótesis, la mujer cogió una bola de nieve y la quemó con un mechero. A continuación decía literalmente que «voy a quemar la nieve con el mechero para que veáis lo que quiero decir. No se deshace y se queda negro. El olor es a plástico quemado. Debería de caer agua porque es obvio que con el fuego se tiene que deshacer. Esto es una mierda que nos mandan, puro plástico y nos siguen engañando con todo». El vídeo tuvo dos millones y medio de reproducciones.

La ciencia está para explicar el porqué de las cosas, incluso de las más obvias. El personal del Observatorio de Izaña de la Agencia Estatal de Meteorología ha repetido el experimento para aclarar a la vecina de Madrid y a todo el mundo qué sucede cuando se quema con un mechero la nieve. «No se ve agua caer porque el hielo se sublima (pasa de estado sólido a gaseoso directamente), y el vapor de agua es invisible para nuestros ojos. La bola se ennegrecía por una combustión incompleta de la llama: a parte de gases, se producía hollín que se depositaba en el hielo. Es necesario un poco más de calor para la sublimación del hielo (620 cal.) que para la evaporación del agua (540 cal.). La llama de un mechero puede estar a una temperatura de 1.000 grados (llama naranja). Por tanto, la nieve que dejó Filomena es normal. agua en su mayor parte», explican los científicos en un hilo que publicaron en Twitter. 

En la gran nevada del pasado fin de semana no había nada de «paranormal». Tampoco demuestra que el cambio climático no existe. La falta de cultura científica es un problema serio que debemos enfrentar lo antes posible. Por cierto, respecto al tema de las estelas de los aviones, son simples nubes de tipo cirro, compuesta por cristales de hielo que se forman cuando el aire caliente que sale del aparato se enfría primero y condensa después al entrar en contacto con las capas altas de la atmósfera. No siempre asoman en el cielo. Si la humedad es muy baja la estela de condenación desaparece y si el viento sopla con fuerza la disipa. El proceso se asemeja al de la respiración en invierno. El aire sale caliente y húmedo y se enfría y condensa cuando entra en contacto con el exterior.

Las estelas que dejan tras de sí los aviones, más que un método para esterilizar a la población, permiten anticipar las condiciones atmosféricas para las siguientes horas. Si son densas informan de que hay mucha humedad concentrada en las capas altas de la atmósfera y que un frente cálido se está acercando. Y como cualquier nube influyen en la temperatura. Por el día rebotan la radiación solar y por tanto favorecen que desciendan y por la noche actúan justo al contrario, atrapando el calor que emite el planeta hacia el espacio exterior y permitiendo que suban los termómetros.

El efecto que pueden tener las estelas sobre la temperatura siempre ha sido difícil de cuantificar, pero el 11 de septiembre de 2001, después de los atentados de las torres gemelas se pudo comprobar. Durante varios días estuvo suspendida la navegación aérea en Estados Unidos. No se formó por tanto ninguna estela y además coincidió con una situación anticiclónica, de cielo despejado. Los científicos pudieron medir el rango diario de temperatura y descubrieron que era un fenómeno que sí tenía influencia. Esos días se registraron valores térmicos algo más elevados.

El interés por las estelas comenzó durante los años de la Segunda Guerra Mundial, cuando eran un problema para los ejércitos ya que delataban a los aviones. Los científicos empezaron a tomar medidas de temperatura y humedad para tratar de predecir su aparición.