El miedo al covid acaba con las ofertas de empleo de atención a mayores

Uxía Carrera Fernández
UXÍA CARRERA LUGO / LA VOZ

SOCIEDAD

Catalina Ferreiro, titulada en atención sociosanitaria, es una de las muchas cuidadoras que ya no reciben ofertas de empleo
Catalina Ferreiro, titulada en atención sociosanitaria, es una de las muchas cuidadoras que ya no reciben ofertas de empleo ALBERTO LÓPEZ

«Solo quieren contratar a internas, pero no puedo renunciar a mi vida familiar»,  explica una de las cuatro cuidadoras que cuentan su experiencia

10 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando más cuidado precisan los mayores, menos ocupaciones existen para ello. El cuidado de personas dependientes de avanzada edad ha sido un trabajo que, hasta ahora, contaba con una gran demanda debido a la población envejecida existente en Lugo y la delicada atención que necesitan. Pero desde el inicio de la pandemia, las personas dedicadas a este oficio se encuentran ante el vacío de ofertas y un teléfono que ya no suena.

Los cuidadores de mayores conviven estos últimos meses con el miedo de las familias a meter a alguien en su casa y así exponerlo al contagio por coronavirus. Ante esta situación, son los propios familiares los que se han reorganizado de la mejor manera posible para cuidar a las personas dependientes de su casa. En el caso de no poder atenderlas ellos, buscan mayormente a una persona interna, para tener constancia de que no se exponga al virus. Un tipo de oficio con el que es difícil compatibilizar la vida familiar. Además, a la hora de hacer una entrevista, las cuidadoras cuentan que deben responder a más preguntas que antes y más concretas. Este colectivo es consciente de que ahora más que nunca tienen una gran responsabilidad y precisan conocer al detalle los protocolos de seguridad a seguir. «Tanto para mi familia como para la que atiendo», constata una cuidadora.

Los portales de empleo se plagaron de anuncios demandando trabajo, la gran mayoría con la premisa de «urgente». Las cuidadoras cuentan que las opciones más frecuentes están siendo las sustituciones o las bajas en empresas privadas de usuarios, pero en pocas ocasiones son puestos de larga duración.

«Solo quieren contratar a internas, pero no puedo renunciar a mi vida familiar»

El anuncio de Catalina Ferreiro es uno de esos que pone «urgente». Tiene 28 años y un niño de cuatro. Por la pandemia, ella y su marido se quedaron sin el trabajo que tenían, pasando a turnos reducidos o, como ahora Catalina, a nada.

En el 2014 esta lucense se sacó el título de atención sociosanitaria, por demanda de empleo y también por gusto. «Cuidé durante mucho tiempo a mis abuelos y lo disfrutaba», cuenta. En este tiempo estuvo empleada sin interrupción e incluso durante la pandemia trabajó en un geriátrico de la ciudad. Pero ahora, nada. Las únicas ofertas que recibe son para ser interna. «Las familias tienen tanto miedo que solo se fían de alguien que esté todo el día metida en la casa», opina. La responsabilidad familiar de Cristina hace que no pueda aceptar esos trabajos que califica de «mal pagados». Además, relata que al contar que tiene 28 años, las familias temen que sea una joven que no cumple das medidas de precaución.

«Me preguntan si viajo, por mi tiempo libre, por mis amigos..»

Hace un año que Cristina, de Pobra de San Xiao, trabaja limpiando domicilios y atendiendo a personas dependientes, en varias casas simultáneamente y por horas. No paró ni tuvo falta de ofertas, pero desde el confinamiento el miedo al contagio redujo sus usuarios. Cuando abrieron las restricciones, tan solo encontró ocupación en la limpieza.

Las llamadas que recibía de familiares para el cuidado de mayores venían acompañadas de largos «interrogatorios». «Ahora me hacen preguntas que antes no hacían: que qué hago los findes de semana o en mi tiempo libre; si suelo viajar; si tengo un círculo cercano con el que me suelo reunir; si mi hijo va al colegio; si va a actividades...», enumera. Cristina tiene claro que ella no se plantea mentir en nada, lo que provoca que las ofertas desaparezcan con frecuencia. «Tengo un niño de dos años que está en casa y hasta eso asusta». Durante esta segunda ola de coronavirus, Cristina limpia en tres casas a la vez, pero nadie la llama para la atención de mayores. «Fue cerrar Lugo y de repente, de un día para otro, mi móvil dejó de sonar», sentencia. Las restricciones dificultan la movilidad y, según Cristina, la gente del rural, donde más personas mayores hay, las entienden como un aviso de precaución.

«A quien cuidaba falleció y no volví a encontrar trabajo»

Antes de la pandemia, Patricia, sarriana de 34 años, llevaba un año trabajando en la casa de un mayor de la localidad. Cuando llegó el coronavirus, consciente de su responsabilidad, extremó las precauciones para poder seguir trabajando, pero la anciana falleció, en principio no por contagio de covid. En cuanto se terminó la cuarentena, Patricia se anunció por los portales de empleo y preguntó a sus conocidos si alguien necesitaba el servicio, pero preferían arreglarse entre los propios familiares. «No recibí ni una llamada, no se mueve nada, cuando antes nunca había tenido problema en encontrar empleo». Teme que la segunda ola estanque su oficio a largo plazo. «Por lo menos vivo con mis padres y me ayudan con mi niña pequeña», explica.

«Las empresas de usuarios son la única opción»

La amplia experiencia y las titulaciones no libran a las cuidadoras de pasar un momento «complicado». Esta sarriana, procedente de Colombia, que prefiere no identificarse, a sus 35 años ya lleva 13 a las espaldas de atención a mayores. Cuando empezó la pandemia, se quedó sin el trabajo a domicilio que ejercía. Tras los meses de confinamiento sin ofertas, los geriátricos, centros de mayores y residencias han sido las únicas opciones que ha tenido. «Suponen mucho más riesgo y precaución porque hay contacto con numerosos usuarios, pero es trabajo», opina.