La hostelería sale a la calle en toda Galicia para protestar por los cierres: «Esta é a voz dun sector que morre»
SOCIEDAD
Inciden en que están siendo criminalizados y en la transversalidad de su sector, con toda la cadena de proveedores como afectados
07 nov 2020 . Actualizado a las 18:09 h.Se enfrentan a una de las situaciones más graves de su historia reciente. A un año casi perdido. El que arrancaba en la medianoche de este sábado es su segundo cierre desde el mes de marzo. Primero fue el confinamiento, después la reducción de aforos y hace muy poco el fin de las barras y las reuniones de solo convivientes. La hostelería gallega salía este sábado a las calles de la comunidad para pedir soluciones inmediatas. En 60 concellos, los locales se enfrentan a un mes de cierre, salvo aquellos que puedan ofrecer servicio de comida a domicilio.
En A Coruña, los hosteleros se manifestaron compañados de clientes, músicos, camareros, personal de limpieza, proveedores y otros agentes relacionados con el sector, reclamaron ayuda: «Queremos soluciones y las queremos ya».
En la plaza de María Pita sonaron las cacerolas y los silbatos, así como gritos de «queremos traballar».
Los hosteleros urgen un plan de rescate que les permita sobrevivir, tanto a ellos como a sus empleados y a los profesionales que, directa o indirectamente, viven del sector. Medidas como la cancelación de las cuotas de autónomos, la supresión de impuestos o que se concedan las ayudas económicas prometidas. Tras la lectura del manifiesto se guardo un minuto de silencio «por todos los que ya perdieron su negocio».
En Lugo, los bares amanecieron vacíos, pero sus trabajadores llenaron a Ronda da Muralla con dos premisas claras: la queja por el cierre de un mes y, de nuevo, las solicitudes de ayuda para el sector «que más restricciones ha sufrido».
La manifestación partió de la Praza da Constitución e hizo una parada en el edificio de la administración de la Xunta, de la Deputación de Lugo, de la subdelegación del Gobierno y, finalmente, en la casa consistorial. En cada uno de ellos, el presidente de la Asociación Provincial de Empresarios de Hostelería de Lugo (APEHL), Cheché Real, llamó puerta por puerta para entregar el manifiesto que llevó por bandera el sector hostelero.
En la manifestación participaron trabajadores de toda la «cadena de valor» de la hostelería. Los hosteleros acudieron a la concentración con lazos negros, sogas al cuello y diversos carteles que incidían en la prohibición de trabajar, pero la obligación de pagar a la que se están viendo sometidos. Además, portaron cacerolas y bandejas para hacer ruido a pesar de la «desilusión» y del «desencanto» de la situación.
A su paso por la ciudad, los lucenses los acompañaron con aplausos y gritos de ánimo, e incluso alguno los siguió con viejas costumbres, haciendo caceroladas desde las ventanas.
La lectura del manifiesto final tuvo lugar en la Praza Maior por parte de Cheché Real. El presidente de la APEHL recordó que todo el sector se ha esforzado al máximo estos meses para cumplir las medidas establecidas y desarrollar así su actividad y, en especial, que nadie se contagiase en sus locales para no empeorar así la situación provocada por la pandemia. Aún así, declaró que la hostelería está siendo «criminalizada» y limitada, pero sin soluciones directas que alivien la situación.
Imagen similar la de los profesionales de A Mariña clamando por poder abrir sus negocios.
En Ribadeo, Foz, Barreiros, Burela, San Cibrao y Viveiro los hosteleros se concentraron ante los concellos. Leyeron manifiestos de la APHEL, la Asociación Provincial de los Hosteleros. El sector se mostró solidario con los afectados por los cierres obligatorios en Viveiro y Burela (en alerta roja en el mapa del covid de la Xunta).
En Burela, Rubén Pinín, hostelero local, leyó un manifiesto reivindicativo en defensa del sector. Recordó que la hostelería se adaptó a las nuevas circunstancias, a la nueva normativa, con los gastos que conlleva, y aún así se les está señalando constantemente cuando las autoridades sanitarias están explicando que los focos de los brotes son otros, últimamente los encuentros familiares.
En Ribadeo se concentraron en O Cantón. El sector denuncia «a grave situación pola que están a atravesar desde o inicio da pandemia do covid-19 o pasado mes de marzo».
Los hosteleros inciden en que «a crise do noso sector arrastra ás empresas distribuidoras, á pesca, ás carnicerías, á agricultura, ás panaderías, a toda a cadea de provedores».
En Monforte, doscientas personas se manifestaron contra el parón forzoso. Vestidos de negro, con silbatos, cacerolas y sogas al cuello, acudieron al Campo de San Antonio para escenificar el hartazgo de este colectivo.
Los vecinos, animados en esta mañana se sábado, se toparon con las terrazas recogidas y con que la mayoría de los locales estaban cerrados. Algunos abrieron a medio gas, con una o dos personas, atendiendo únicamente pedidos para llevar.
Muchos clientes optaron por pedir un café en los establecimientos que abrieron y consumirlo con calma sentados en el banco más cercano.
Durante la protesta, el hostelero Roberto Quiroga leyó desde las escaleras del Ayuntamiento un comunicado de la delegación monfortina de la asociación provincial de hosteleros que advierte que el sector está agonizando. «Esta é a voz dun sector que agoniza e que se as autoridades non o remedia, morre», afirmó.
Los profesionales del sector admiten que la crisis sanitaria actual no tiene precedentes, pero se declaran cansados de que se les «demonice» e insisten en que la culpa de lo que está sucediendo no es suya.
En Vigo ha sido una mañana de bocinazos, lluvia, atascos. Los hosteleros han colapsado las calles de la ciudad. Lo han hecho mediante una caravana que ha recorrido una treintena de vías públicas bajo el lema Salvemos la Hostelería. «Las ayudas llegan tarde», ha señalado el presidente de la Federación de Hosteleros de la provincia de Pontevedra, César González Ballesteros.
A la convocatoria han acudido 600 vehículos, según Rubén Pérez el presidente de la zona Náutico, que engloba a un centenar de restaurantes y locales del centro de la ciudad. Pérez ha puesto de relieve la presencia de 60 camiones y furgonetas de reparto de los distribuidores que a partir de hoy se quedan sin trabajo durante todo el mes de noviembre y hasta el 5 de diciembre. Ballesteros está indignado con el maltrato al sector y ha pedido su rescate.«La hostelería da empleo 20.000 personas en la provincia de Pontevedra y hay que recordar al Gobierno que no solo existe Air Europa».
Retrocediendo ocho meses
En Ourense también ha sido un sábado atípico a pesar de las restricciones a las que se ha visto sometida la capital de provincia desde hace semanas.
El cierre de servicio en bares y restaurantes ha eliminado las terrazas de las calles. Espacios que se caracterizaban por ser lugares de encuentro y paseo, por ejemplo el parque de San Lázaro, se han convertido en simples calles por las que pasean principalmente aquellos que hacen recados esenciales.
La mayor parte de los establecimientos hosteleros de la ciudad han cerrado sus puertas, sobre todo en los barrios. En el centro, algunos resisten a base de cafés para llevar y pocos pinchos. «Estamos abiertos para dar servicio a nuestros clientes», dice la propietaria de una cafetería que sabe que durante este mes no recaudará para cubrir gastos. Y ellos, los clientes lo agradecen. Y aunque no pensaban tomar ese café de mañana, lo hacen por deferencia. Esta primera jornada de cierre de bares es la de la resistencia. Con los restaurantes, más de lo mismo. En las puertas de muchos ellos, los menús están en la puerta para animar al nuevo sistema de consumo de comer sin cocinar en casa. Otros también se han apuntado al mensajeo a través de mensajes por WhatsApp entre sus clientes para explicarles que a pesar de las circunstancias sus cocinas siguen abiertas para servirles.
En Ferrol, la mayoría de los bares y cafeterías echaron la persiana, pero un pequeño grupo la volvió a abrir hoy con comida y cafés para llevar.
Aunque a primera hora de la mañana apenas había movimiento en el corazón de la ciudad, conforme fueron abriendo los establecimientos comerciales, el aspecto de las principales calles del centro se asemejaba más a un sábado cualquiera. La ausencia de los establecimientos de hostelería fue notable, sobre todo por la carga emocional de un cierre que vuelve a golpear al sector. Sillas y mesas apiladas y sombrillas recogidas, evidenciaban en la calle Real, la plaza de Amboage o el Cantón el apagón de decenas de negocios.
Y son precisamente esas excepciones las que han permitido que algunos valientes del sector se hayan decidido continuar funcionando, preparando cafés y comida para llevar. Es el caso de Samuel Curbeira, propietario de Ankha, ubicado en la calle de la Iglesia, que se ha decidido además a abrir sus puertas desde temprano, para intentar también promocionar los desayunos para llevar. Es uno de los negocios que está adscrito a la aplicación puesta en marcha por la Asociación de Empresarios de Hostelería de Ferrol y Comarca de reparto a domicilio y se muestra contento con su funcionamiento, sobre todo las noches de los fines de semana. «Ahora de los que se trata es de cubrir gastos», afirma, al mismo tiempo que pone el acento en todos los profesionales a los que les afecta el cierre del sector, como los distribuidores y los suministradores de todo tipo de alimentos y productos. Admite que le dio mucha tristeza ver la ciudad esta mañana, «y mucha más ayer, cuando recogimos todo a última hora».
Los pocos que se decidieron a abrir no dejaron de hacer cafés. En el Sevilla, ubicado en la calle Galiano, optaron por reducir el horario y trabajar de ocho de la mañana a doce del mediodía para atender una demanda que les hicieron en los últimos días. José Carlos López afirma que muchos fueron los que les pidieron que abriesen para servir los cafés a la zona y han cumplido.
En el Lusitania, en la calle Real, también recortan las horas de atención al público, pero mantendrán la actividad de servir para llevar. En la mañana de ayer, algunos clientes haciendo pequeñas colas delante de la puerta en momentos determinados evidenció que no habían parado de trabajar.
Con la aportación de Fran Brea, Beatriz Couce, Uxía Carrera, S.C., Carlos Cortés, Luis Carlos Llera