Los fallecidos por covid de la segunda ola son personas de cada vez más edad

SOCIEDAD

Imagen de archivo de pruebas de covid en una residencia
Imagen de archivo de pruebas de covid en una residencia ALBERTO LOPEZ

Los médicos siguen sin tratamiento específico pero ya no dan «palos de ciego»

01 nov 2020 . Actualizado a las 00:25 h.

«Las personas que fallecen son personas realmente frágiles», aseguraba el epidemiólogo Fernando Simón en su comparecencia del pasado 10 de septiembre que le ha valido multitud de críticas por decir que la curva de contagios se estaba estabilizando. Se refería al incremento de la edad media de las víctimas del covid-19 en España, que ha pasado de 83 a 86 años de la primera a la segunda ola y a que cada vez se refuerza más el perfil del fallecido por coronavirus: una persona de edad avanzada, más hombres que mujeres, y con una salud previa verdaderamente débil.

Una realidad pese a la que algunos de los principales especialistas de urgencias de Galicia avisan: el coronavirus ha matado y sigue matando a personas jóvenes y sanas, con lo que nadie puede confiarse. En la comunidad el negro cómputo de los decesos se paró en seco el 10 de junio con 619 y se mantuvo así prácticamente dos meses, hasta el 7 de agosto. Desde entonces han fallecido más de 300 personas ya hasta superar las 900 víctimas.

85 años de edad media

Analizando algo más de un centenar de esos casos de esta segunda ola, porque no de todos se ha publicado su sexo y edad —de hecho hasta mediados de octubre no se especificada en los fallecidos en las residencias—, salen unas cifras muy similares a las del conjunto del país. La media de edad de las víctimas es de 84,9 años en el caso de los hombres, que representa un 10 % más del total de los decesos que las mujeres, cuya edad media es 81,6 años. Los pacientes fallecidos más jóvenes, entre estos de los que se han publicado datos en los informes diarios del Sergas, fueron un hombre y una mujer de 56 años, fallecidos ambos el 16 de septiembre en el CHOP de Pontevedra y el Álvaro Cunqueiro de Vigo, respectivamente. El mayor, un hombre de 104 años este miércoles en el Lucus Augusti de Lugo.

En ambos sexos el grupo mayoritario es el de la franja de 80 años. De hecho, en el caso de las mujeres supone más de la mitad del total con un 59 % de los casos. Por contra, en la franja de los 60 años o incluso en la menos de ese edad la representación se mueve entre el 4 y el 5 % de las víctimas mortales. No hay, por tanto grandes variaciones en este reparto por edades respecto a la primera ola, porque hasta abril, en lo más duro de la epidemia, de medida, el 45 % de los fallecidos tenían entre 80 y 89 años. Lo que sí se ha modificado el porcentaje de hombre y mujeres. Si antes casi dos tercios de los fallecidos eran varones ahora representan menos del 60 %

La experiencia terapéutica

El intensivista del CHUS y coordinador del plan de las ucis de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Pedro Rascado Sedes, incide en que «no se puedan sacar conclusiones», porque aumente ligeramente la media de edad de las personas fallecidas. «Es demasiado pronto y no hay diferencias significativas». Lo que sí percibe el doctor, miembro del comité clínico que asesora a la Xunta, es que «se está diagnosticando más que en la primera ola y probablemente se está ingresando de manera más precoz, también en las unidades de cuidados intensivos». Sin embargo, para él el cambio fundamental es la experiencia terapéutica. «Desconocíamos cuales eran los tratamientos eficaces y los había que no funcionaban o no aportaban nada a la supervivencia del paciente», añade Rascado, quien incide en que siguen sin un fármaco específico pero han descubierto que pueden lograr mejorías con corticoides y antivíricos.

«A experiencia terapéutica mellorou, diso non cabe dúbida» y los procedimientos están mucho más estudiados, coincide el también miembro del comité y coordinador de urgencias del Hospital do Salnés, Tato Vázquez Lima. Reconoce que los casos más graves y los fallecimientos se ceban con las «personas maiores e con máis patoloxías de base», pero advierte, para que nadie se lleve a engaño: «Tamén hai casos de mortalidade en xente máis nova». De hecho, una dinámica que han observado, sobre todo en esta segunda ola, es que «primeiro contáxiase a xente nova e vaise estendendo aos maiores que son os que normalmente ingresan» y en último término pueden llegar a fallecer. De ahí la trascendencia de la responsabilidad social de todos a la hora de cumplir las indicaciones.

«As medidas restritivas teñen a finalidade fundamental de protexer o sistema sanitario, que se poida atender con normalidade, que a chegada [de pacientes covid] sexa progresiva e non todos de golpe. Nestes momentos os hospitais non están colapsados pero si están entrando moita xente e tamén nas ucis. Se o sistema colapsa a mortalidade aumenta, diso non hai ningunha dúbida», concluye Vázquez Lima.

Menos estrés en el sistema

En la misma línea, el profesor Medicina Preventiva y Salud Pública de la USC Francisco Caamaño Isorna apunta que «se está aprendiendo como tratar a los pacientes, hay menos estrés en el sistema y las personas llegan en mejor estado. Antes se dieron más palos de ciego y ahora, aunque sigue sin haber un tratamiento específico, se mejoró la capacidad de atención». En cualquier caso, avisa de que «el problema es muy grave y nos están asustando las curvas que van con un decalaje de 2-3 semanas en las hospitalizaciones y 4-5 en las muertes». A su juicio, el hecho de que se esté contagiando menos gente mayor obedece a que «los más vulnerables se asustaron durante la primera ola y, si puede, va al supermercado a primera hora o sale a dar un paseo por donde no ve a nadie, que es lo inteligente».

Confinamiento

Caamaño también destaca que en primavera tuvo mucha influencia el drama de las residencias en las que de nuevo ve «problemas con ellas», con lo que considera que «hay que ser muy realista con la población: el confinamiento es la solución ideal, pero tampoco se pude prolongar indefinidamente y, sobre todo, tiene que venir acompañado de un apoyo social. A la persona que no puede trabajar o tiene que cerrar su negocio hay que darle dinero para llevar a su casa. De lo contrario es normal que se llame a 1.000 personas para un cribado y acudan 300, porque el que tiene un empleo precario no se puede arriesgar a perderlo».

Además, hay otros factores que pueden desencadenar un incremento de la mortalidad, que tienen que ver con «lo tensionado que está el sistema sanitario». Aunque se hayan realizado compras importantes de equipos como los respiradores, «los médicos son los que son y van a acabar contagiándose. Los sanitarios se protegen pero es una cuestión probabilística, como el que lava platos, si lava muchos alguno rompe». Aparte, «las camas son limitadas porque necesitan personal para atenderlas y hay otras muchas enfermedades», con lo que si las condiciones generales de la población empeoran detrás vienen las consecuencias sanitarias.