Buena vista y vista gorda

Doktor Pseudonimus EL ZAGUÁN DEL SÁBADO DOKTOR PSEUDONIMUS

SOCIEDAD

17 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Un día le preguntaron al famoso abate Sieyès: ¿qu'avez vous fait pendant la Revolution? y el abate superprudente contesta: «J'ai existé». He vivido. Y la historieta me trae a la memoria un recuerdo personal. Sucedió hace muchos años, un mediodía en el restaurante Vilas en Santiago de Compostela. Bien entrados los postres Pío Cabanillas se permitió una especie de confesión. Con un aire medio melancólico me dijo: «Yo ya no sé si soy de los nuestros». Yo no me atreví a preguntarle quienes eran los suyos, pero Pío añadió: «Y además ya no sabemos si nos apetece mandar». Lo que a Pío le apetecía era seguir siendo algo así como consejero áulico. Influir más que mandar. William James dejó escrito que el arte de ser sabio consiste en saber sobre qué cosas se puede -e incluso se debe- «hacer la vista gorda». Un arte que D. Pío dominó durante toda su vida.

La carencia y la creatividad

Lo leo en uno de los diarios de Susan Sontag. Goethe declaró que solo el conocimiento insuficiente es creativo. Repaso mi memoria y resulta que la paradoja es cierta. Los «sabelotodo» además de insufribles son estériles. Algo que a los que nos reconocemos ignorantes nos da cierta moral.

Investigación desinteresada

Ahora está de moda defender la motivación desinteresada de la investigación científica. Pero conviene recordar cómo nace la ciencia moderna. En 1609 Galileo presenta en el Senado de Venecia el recién inventado telescopio. Desde el Campanile de San Marcos puede verse Murano como algo próximo. A Galileo lo hacen propietario de la cátedra de Padua y le doblan el sueldo. Pero no porque el telescopio permita estudiar los planetas del sistema solar, sino porque consideraron que el telescopio era un instrumento útil para la defensa de la República Serenísima.

Temor a ser enterrado vivo

Hubo un tiempo en que mucha gente compartía el temor a ser enterrado vivo. Para evitarlo Arthur Schopenhauer exigió en su testamento ser inhumado cinco días después del supuesto fallecimiento. Cuando se murió sus familiares cumplieron a rajatabla esa petición. Y en el velatorio sucedió algo absolutamente singular. Lo narra Guy de Maupassant en Junto a un muerto. Hay un momento en el que el cadáver lanza un gruñido y algo sale de su boca. Es su dentadura postiza. La rigidez cadavérica produce una retracción muscular y esta expulsó una dentadura mal asentada.

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