«Cierran los clubes de alterne y a nadie le importamos nosotras»

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA

SOCIEDAD

Club de carretera en Lalín
Club de carretera en Lalín Miguel Souto

Nueve mujeres prostituidas en un local de Lalín dan cuenta de su insufrible situación

05 sep 2020 . Actualizado a las 14:07 h.

En Galicia, al revés que en otras comunidades, no hubo todavía una orden expresa para que cierren los clubes de alterne. Eso sí, Igualdade reclama que haya una norma estatal al respecto. Sin embargo, muchos de estos burdeles sí echaron el cerrojo porque tienen licencias de establecimientos de ocio nocturno y, por tanto, no pueden seguir activos. Uno de los que bajó la verja fue el club Fuego Latino de Lalín (Pontevedra). Allí hay nueve mujeres en situación de prostitución. Quieren dar cuenta de lo que están viviendo; porque se sienten invisibles. La primera frase la pronuncian, casi al unísono, con más lamento que enfado: «Cierran los clubes de alterne y a nadie le importamos nosotras. Es como si no existiésemos. ¿Qué comemos, cómo hacemos? Algunas no tenemos papeles, lo de los ERTE no es para nosotras, quedamos al margen de todo», enfatizan.

Una a una, sus historias van cayendo como losas. Los dramas se repiten. Diana toma a palabra. Cuenta que lleva siete meses en España, que vino de Colombia con una pareja que se esfumó y que, al mes de llegar, se vio en la calle y sola: «Empecé en esto porque tengo hijos allá, tengo familia y, sobre todo, tengo deudas. Y las deudas no esperan y me dan más miedo que el coronavirus....». Su voz se apaga con cada palabra. Al final, casi como un murmullo, apostilla: «Mi familia está allá, si no llega el dinero... no sé qué pasará. Quiero mandar ese dinero».

Nicol explica que llegó de la República Dominica. Es madre de dos hijos. Y no logró aún papeles. Dice que en España solo tiene «a Dios» y cuenta que desde que cerró el club ella y las otras mujeres prostituidas siguen viviendo en una casa anexa al local, en Lalín. Y que su salvavidas, además de ese techo, es un congelador con pollo y cerdo, del que tiran para comer. «Una trata de comprar huevos, otra patatas... lo que se puede, pero es difícil porque no tenemos dinero», indica. Cree que los víveres se acabarán pronto. Y que, como pasó en el confinamiento, tendrán que pedir ayuda para comer, «si es que alguien nos la da».

Luna, que es española, asegura que está cansada de pelear con un sistema que la dejó en la estacada demasiadas veces. También es madre y también se vio en la calle. «Para mí nunca hay ayudas, nunca hay nada. Así que creo que lo único que puedo hacer es seguir aquí, aguantando», indica. Tiene miedo a que en un contacto sexual se contagie de coronavirus, pero no descarta mantenerlo: «Si aquí no podemos estar, si el club está cerrado, yo creo que acabaremos en pisos o en la calle...», musita.

Cuentan que durante el confinamiento recibieron alimentos para sobrevivir. No saben si ahora pasará lo mismo. De momento, tiran del congelador común. En sus palabras no hay ni un ápice de optimismo con respecto al futuro. «¿Salir de esto? Se ve feo todo, no creo que podamos. Todo está feo», se escucha. 

«Hay que poner el foco en los clientes»

Desde colectivos de ayuda a mujeres en situación de prostitución, como Vagalume o Faraxa, critican el cierre de clubes sin alternativa habitacional para las mujeres. «É triste criticar o peche de clubs cando son sitios que non queremos que existan, pero a realidade é moi dura», dicen. Piden que se ponga «o foco nos clientes» y reclaman que haya más pisos de acogida para estas mujeres.