«Los calvos, a la historia»

SOCIEDAD

Toda una colección de tesoros ocultos, fichajes futbolísticos, ovnis y bichos salvajes, eran, entre otras, las «serpientes» que La Voz, como el resto de periódicos, trataba de mantener enjauladas como podía en los veranos de calma chicha, cuando los meses de julio y agosto eran un desierto informativo, sin pandemias, culebrones futbolísticos y crisis reales. La primera vez que el periódico utilizó la expresión «serpiente de verano» fue en 1963, para informar con lógica prudencia sobre un nuevo tratamiento contra la calvicie.

05 ago 2020 . Actualizado a las 16:15 h.

 «Seguramente será una “serpiente de verano”: según el British Journal of Dermathology se ha resuelto el problema de los calvos. Se realizan unas punciones en la parte aún poblada del cráneo y se traspasa la materia obtenida a la parte pelada del “coco” [...]». La loable cautela del periodista matizaba aquella noticia que en 1963 semejaba de fantasía y que el tiempo se encargaría de convertir (más o menos) en realidad. 

Y pocos días después de que La Voz diese con muchas reservas aquel titular de «Los calvos, a la historia» el propio periódico destacaba no sin sorna en sus páginas de notas de sociedad: «Se pretende probar que existe la serpiente de verano». Se refería, desde luego, a una nueva expedición que unos ingleses estaban organizando para, según explicaba La Voz en un tono bastante escéptico, «ir en busca del monstruo del lago Ness». Porque la famosa expresión, utilizada para referirse a noticias de contenido ligero y con poca verosimilitud propias de semanas estivales sin apenas informaciones de relevancia —nada que ver con este extenuante agosto— nació precisamente de las historias que la prensa británica comenzó a publicar desde los años cuarenta sobre la existencia del ya mítico Nessie.

Keystone

A partir de ahí, y más allá de las idas y venidas en el lago escocés, nos encontramos en La Voz con toda clase de sucesos más o menos insólitos a los que ya el periódico se encargaba de ponerle el apellido «serpiente de verano»: desde el descubrimiento de la supuesta fórmula para fabricar oro en unos laboratorios de El Escorial («qué vergüenza: recuerden los principios fundamentales de la Física y la Química», apuntillaba la propia información de julio del 51) al supuesto fichaje de Pelé por el Real Madrid, el Nantes y el Inter para jugar un año consecutivo en cada equipo (eso sí que fue un culebrón, y no el del Dépor de este verano); el hallazgo de «petróleo» en Sanlúcar de Barrameda («cuando buscaban agua apareció un líquido grasiento que se inflamó) y, por supuesto, toda clase de bicherío que no tenía nada que envidiar al «cocodrilo del Pisuerga» del pasado mes de mayo: un «extraño animal con cabeza de oveja y aletas de pez» encontrado en Lorca (La Voz, 31-7-1974) o una leona paseándose «sin bozal y caminando doscientos kilómetros al día» (27-7-69) por las carreteras de Extremadura.

Pelé, en una fotografia hecha en Paris en abril
Pelé, en una fotografia hecha en Paris en abril Christian Hartmann | Reuters

En nuestra búsqueda de serpientes de verano por el basto archivo hemerográfico de La Voz también nos encontramos con sorprendentes noticias que con otro tratamiento reptarían en la actualidad por algún programa veraniego de tertulianos, como este titular de julio de 1911: «Mujer-hombre en Arteijo», que el diario comparaba en trascendencia al ya famoso caso de Elisa y Marcela, esta vez en relación a un hermafrodita que pereció tras cortarse accidentalmente el cuello con su navaja de afeitar y que, según relataba el periódico, había sido interpelada unos días antes por un policía sobre su sexo, en plena calle:

­—Por muller me teño —respondió ella—.

—Pero entonces, esas manos —le replicó el guardia—.

—Si Dios quixo que fose así, que lle hei facer...

Tres días más tarde, Francisca Souto —tal era su nombre— aparecía muerta en su casa.

Y otras veces la sorpresa se encuentra mirando un poco más arriba de la propia página donde se calificaba de serpiente de verano una simpática oferta de trabajo en la playa de Baiona. Ojo, estamos en 1973 y La Voz titula: «Los whisky-clubs tendrán que cerrar a las tres de la madrugada: estos protestan porque las salas de fiesta pueden seguir con la juerga hasta las 4.30 de la mañana». Qué tiempos de serpientes... nocturnas.