126.600 mayores gallegos viven solos, ¿cómo les afecta está situación? Lo analizamos con el presidente de la Sociedade Galega de Xerontoloxía e Xeriatría, una auxiliar sociosanitaria y una trabajadora social

Esther Rodríguez
Asturias (1998). Periodista multimedia comprometida con la sociedad. Antes hablaba de la realidad social de Asturias y ahora me dedico a contar la historia de Oviedo, sus costumbres y su gente con el objeto de mostrar los encantos de la capital asturiana.
D.S.

Un 16,4% de los hogares españoles están formados por personas que superan los 65 años, según datos del INE. De este porcentaje, 2,3 millones viven solos. En Galicia son 126.600 los mayores que viven en situación de soledad.  La provincia de Lugo se lleva la palma pues allí un 23% de los mayores de 65 años viven solos, lo que supone 37.400 personas. Le sigue de cerca la de Ourense, donde el porcentaje supera el 22%. Estas cifras hacen que, en la comunidad gallega, se relacione con facilidad la vejez con la soledad.

Muchas investigaciones sobre la vejez centran su atención en el problema de la soledad, como si ambas cosas fueran irremediablemente unidas. Y es que la soledad en cualquiera de sus acepciones, entendida como ausencia involuntaria de compañía o como sentimiento de pena por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o algo, es terrible. Y se ha convertido en un problema social que aumenta día a día. 

No obstante, Miguel Ángel Vázquez, presidente de la Sociedade Galega de Xerontoloxía e Xeriatría, apunta que un estudio reciente, en el que participaron más de 46.000 personas, demuestra que esta asociación de soledad y vejez es solo un estereotipo. «Los jóvenes tienen un sentimiento de soledad más profundo que la gente de mediana edad y, a su vez, estos se sienten más solos que los de tercera edad». Indica, sin embargo, que no se puede obviar que un 21,6% de los mayores españoles se sienten solos. Además señala que a pesar de que son más las mujeres mayores que viven en soledad, pues la esperanza de vida es mayor y la tendencia era a que los hombres se casasen con mujeres más jóvenes, es a los hombres a los que este sentimiento les afecta con más gravedad.

Una cuestión cultural 

Vázquez señala que esta percepción de la soledad como algo negativo tiene mucho que ver con nuestra cultura. «En los países del sur de Europa, como España, las personas mayores viven menos en situación de soledad objetiva que en los países nórdicos. Sin embargo, la sensación de soledad es mucho mayor en los países del sur y esto se debe a nuestra cultura. Aquí las personas mayores reciben la provisión de afecto a través de la familia. Al contrario sucede en los países nórdicos, donde los mayores se relacionan más con sus iguales. Su vida no gira en torno a esperar a que los hijos retornen a casa, no padecen el síndrome del nido vacío como sucede en el sur».

Miguel Ángel Vázquez, presidente de la Sociedade Galega de Xerontoloxía e Xeriatría
Miguel Ángel Vázquez, presidente de la Sociedade Galega de Xerontoloxía e Xeriatría Óscar Vázquez

El aumento de la esperanza de vida, unido a los cambios que en los últimos años ha venido experimentando nuestra organización social, invita a pensar que el problema de la soledad de las personas mayores irá en aumento. El auge del individualismo, el deterioro de las relaciones con el entorno y el menosprecio hacia las personas mayores son factores que han propiciado el cambio. «Culturalmente Galicia es una sociedad muy matriarcal, donde se protege, se cuida y se respeta a las personas mayores, pero ya no tanto como antaño, donde se respetaba a nuestros mayores por ser los depositarios del conocimiento. Hoy en día, se recurre más a Google que a la sabiduría de un anciano. Podría decirse que en este sentido los mayores han perdido su rol. Por eso creo que tienen que buscar un hueco en la sociedad actual donde resulten útiles, entre comillas, para no vivir tan al margen», explica Vázquez.

El hecho de que los mayores gallegos solo busquen apoyo en su familia ha desembocado en que, en muchos casos, acaben pasando la última etapa de su vida sin ningún tipo de compañía. De esta realidad es testigo directo María Brage, que trabaja como auxiliar sociosanitaria en una localidad coruñesa. Nos cuenta que el perfil medio del usuario de este servicio es una persona mayor, con un grado importante de dependencia y que, en muchos casos, vive sola.

«Muchos se sienten abandonados y pierden las ganas de interactuar con su entorno y en casos más graves incluso las ganas de vivir»

La soledad tiene repercusiones negativas sobre la salud física y mental de los mayores. A nivel físico aumenta el riesgo de padecer hipertensión y enfermedades coronarias, trastornos alimentarios y del sueño, inmunodepresión e incrementa la posibilidad de sufrir accidentes en el hogar. Pero Brage señala que son los efectos sobre la salud mental los que más preocupan, pues la ansiedad, la depresión y el deterioro cognitivo se incrementan notablemente cuando el mayor vive solo y no puede compartir sus miedos, tristeza y preocupaciones con nadie. «La mayoría de las personas con las que trabajo presentan cuadros de ansiedad o depresión para los que requieren medicación. La soledad incrementa estas patologías  que empiezan con una apatía y tristeza vitales. Muchos se sienten abandonados y pierden las ganas de interactuar con su entorno y en casos más graves incluso las ganas de vivir».

Tanto es así que el presidente de la Sociedade Galega de Xerontoloxía e Xeriatría apunta que este sentimiento negativo acaba reduciendo hasta 7,5 años la esperanza de vida. «Las personas que viven solas tienen un sentimiento más negativo de la vejez, la afrontan de una forma menos optimista, y esto repercute a su vez negativamente sobre su esperanza de vida», apunta Vázquez.

Una profesión infravalorada

La labor que las auxiliares de ayuda a domicilio, como María, hacen por las personas de la tercera edad es de suma importancia y, sin embargo, muchas veces no se valora como debería. Estas profesionales no solo llevan a cabo tareas domésticas y cuidados personales, también desempeñan una función psicosocial relevante. «A veces somos las únicas personas con las que hablan en todo el día. En mi trabajo con estas personas parto de un conocimiento de su estado anímico inicial, lo evalúo a diario e intento desarrollar estrategias para mejorarlo. Sabemos que la mente controla el cuerpo, y si una persona mantiene la estabilidad emocional esto repercutirá positivamente en su salud.», explica Brage.

La auxiliar nos habla del caso de dos mujeres con las que trabajó que arrastraban desde hacía tiempo un bajo estado de ánimo provocado por vivir en soledad. «En poco tiempo, tras estudiar su personalidad y sus circunstancias, las estrategias que desarrollé para sacarlas de esa tristeza y apatía en las que estaban sumidas empezaron a dar sus frutos», cuenta.  Entre esas pautas están: fomentar la comunicación directa y personal o vía telefónica con amigos y familiares; animarles a ampliar sus contactos personales y a no perder los que ya tenían; incitarles a realizar tareas que les gusten o buscar nuevas aficiones acordes con su personalidad; proporcionarles información sobre los recursos socioculturales y de ocio que ofrecía su entorno y animarlas a participar en ellos y valerse de la reminiscencia para entablar conversaciones de temas que les interesen, como su infancia, su familia, la profesión que desarrolló, los viajes que realizó a lo largo de su vida, etc. La auxiliar destaca en especial este último recurso pues le servía para «comprobar el estado de su memoria y si podía haber indicios de deterioro cognitivo, que es algo que se acelera cuando las personas mayores viven solas».

«Existen mayores con personalidades más fuertes e independientes que eligen esta soledad de manera voluntaria, son más autosuficientes»

María Brage también se ha encontrado con situaciones bastante dramáticas. Como el caso de un anciano soltero, que vivía solo y estaba gravemente enfermo, pero se negaba a recibir asistencia médica. «A pesar de los intentos por cambiar la situación, dejó de comer y tomar su medicación adecuadamente hasta que su situación se agravó tanto que terminó muriendo. Aunque hicimos todo lo posible por ayudarle, se veía en su mirada que estaba cansado de vivir y se rindió», recuerda.

Afortunadamente, no todos las personas con los que trata afrontan la soledad como una experiencia tan negativa.  «Existen mayores con personalidades más fuertes e independientes que eligen esta soledad de manera voluntaria, son más autosuficientes. Y en estos casos puedo certificar que se trata de personas más sanas a nivel físico y mental , no suelen presentar cuadros de depresión ni problemas de salud importantes», cuenta la auxiliar.

 Unos nietos de adopción

En el año 2014 el ciudadrealeño Alberto Cabanes tuvo una idea brillante para paliar la soledad de las personas mayores gracias a la unión del impacto social y la tecnología. Esa idea era «Adopta un abuelo», una web que permite conectar a voluntarios con personas mayores en situación de soledad. El objetivo de la plataforma es que se sientan escuchadas, acompañadas y queridas. La iniciativa surgió a raíz de su historia personal. «Cuando mi abuelo Clemente empezó a ser dependiente, yo pasaba gran parte de mi tiempo en su residencia haciéndole compañía. Ahí conocí a Bernardo, un hombre de 86 años viudo y sin descendencia. Empezamos a pasar tiempo juntos y la relación se hizo cada vez más especial», explica Cabanes. Un día Bernardo le confesó a Alberto que su mayor deseo era tener un nieto y entonces él se ofreció o adoptarle como abuelo. 

«Adopta Un Abuelo» cuenta con más de 3.800 voluntarios y más de 2.800 abuelos en toda España. En Galicia participan 13 abuelos y 20 voluntarios.  Hasta hace unos meses el programa de voluntariado era únicamente presencial en residencias, con visitas semanales de aproximadamente hora y media.  Las actividades que llevan a cabo se dividen en: voluntariado recurrente, visitas en residencias; y voluntariado puntual, organización de eventos una vez a la semana. «La idea de estos eventos es que todas las personas que pertenecen a la comunidad puedan disfrutar de una tarde con mayores, al mismo tiempo que ellos salen de la residencia y comparten en un ambiente diferente», explica Aitana Méndez, encargada de comunicación de la plataforma. 

La propagación del coronavirus en nuestro país les obligó a paralizar este programa, hasta que se puedan retomar de forma segura. Pero, rápidamente idearon una nueva forma de continuar con el acompañamiento. «Es entonces cuando pusimos en marcha el programa de llamadas telefónicas, el cual nos ha permitido, no solo empezar a acompañar a personas mayores en sus domicilios particulares, sino también llegar a otras zonas de España en las que no teníamos presencia», cuentan. 

 «El beneficio es mutuo, ya que los voluntarios aprenden habilidades sociales como: empatía, asertividad, escucha activa o trabajo en equipo»

Para formar parte de esta plataforma los voluntarios deben pagar una pequeña cuota de nueve euros mensuales, sin compromiso de permanencia. Gracias a esto se pueden costear los eventos que organizan para los abuelos y se evita que estos paguen.  

«Adopta un abuelo» mejora la autoestima, estado emocional y sociabilización de los mayores que forman parte del programa. Además, como muchos de los participantes sufren deterioro cognitivo las visitas estimulan su memoria y con ello se evita que su estado empeore. Sin embargo, Méndez destaca que los jóvenes también sacan provecho de formar parte de este voluntariado «El beneficio es mutuo, ya que los voluntarios aprenden habilidades sociales como: empatía, asertividad, escucha activa o trabajo en equipo».

 Una voz amiga

La pandemia y el confinamiento desencadenaron en un empeoramiento de los problemas psicológicos. Esta situación también incrementó el sentimiento de soledad de los mayores. Con el fin de dar apoyo a esta situación, en abril de 2020 la entidad sin ánimo de lucro Fundación Caser sacó un servicio de acompañamiento telefónico para mayores. «El saber que con solo pulsar un botón hay alguien al otro lado que les escucha y les va a proporcionar cualquier ayuda hace que la soledad sea más llevadera», señala Leticia Amador, trabajadora social de la organización. 

«Muchas llamadas eran únicamente para poder sentirse escuchados y poder expresar miedos, incertidumbre y angustia a una persona profesional y fuera del entorno domiciliario» 

Durante el confinamiento el trabajo de Leticia incrementó considerablemente pues desde la entidad también implementaron un servicio de apoyo psicológico para familiares de fallecidos o profesionales que se enfrentan a situaciones de estrés por el coronavirus. Las llamadas recibidas eran por motivos muy diversos: miedo al contagio, angustia ante la nueva situación… Sin embargo, la trabajadora señala que la mayoría solo necesitaban escuchar una voz amiga. «Muchas llamadas eran únicamente para poder sentirse escuchados y poder expresar miedos, incertidumbre y angustia a una persona profesional y fuera del entorno domiciliario».  Entre las recomendaciones que desde la organización dan a personas mayores que viven en soledad está: el contar con un servicio de ayuda a domicilio o de teleasistencia; apoyarse en su red familiar, de amistades y vecinos  y acudir a centros sociales.

Envejecimiento activo

Pitágoras decía que una buena vejez era producto de una buena vida. Los geriatras sociales, como Miguel Ángel Vázquez, también apoyan esta visión. «Yo promuevo esa gerorrevolución que rompa con el rol único que tienen las personas de la tercera edad en nuestra sociedad, que es el de ser abuelos. Les diría a los mayores que, en vez de preparar la habitación para cuando vengan sus hijos, cuiden la suya, que cuiden su hogar y que encuentren una razón para vivir, para que la sociedad los siga considerando útiles».  Desde su rama sanitaria, para acabar con esta sensación de soledad promueven el envejecimiento activo. «Hoy en día la salud es sinónimo de autonomía. Por lo tanto las claves para llegar en buen estado a la vejez son: alimentarse bien, realizar una razonable actividad física con regularidad y tener un mundo relacional potente. Hay estudios que concluyen al respecto que las personas que tienen más de siete buenos amigos viven más», señala  el presidente de la Sociedade Galega de Xerontoloxía e Xeriatría.