La comunidad asegura que 6.108 personas trabajan en su sistema de rastreo, más de los que se recomiendan en toda España; Canarias tiene unos 100 y Madrid 182, pero no hay criterios homogéneos entre autonomías
27 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.El coronavirus no tiene vacuna ni tratamiento eficaz. Hasta que llegue alguno de ellos, las armas con las que cuentan las autoridades sanitarias son dos: apelar a la responsabilidad de los ciudadanos y diagnosticar pronto para atajar la transmisión. Y es ahí donde los rastreadores o, como prefieren llamarlos los epidemiólogos, las personas que estudian los contactos, adquieren un papel fundamental. Pero, ¿cuántos rastreadores necesita una comunidad? Según Joan Caylà, de la Sociedad Española de Epidemiología, se precisan 125 profesionales por cada millón de habitantes, aunque otras fuentes, como la Universidad John Hopkins, elevan considerablemente esta cifra. La ratio de Caylà supondría en España algo menos de seis mil profesionales, y en Galicia unos 337. ¿Se alcanzan estas cifras? Es difícil saberlo, porque cada comunidad hace sus propias cuentas, sin aplicar criterios homogéneos.
Uno de los casos más llamativos es el gallego. Según Sanidade, en el sistema de rastreo participan técnicos de servicios centrales y de las jefaturas territoriales de la Dirección General de Salud Pública, los servicios de preventiva de los hospitales y la atención primaria, además de los operadores de la plataforma tecnológica de seguimiento de contactos. En total 6.108 personas, una cifra que no solo supera al del resto de comunidades sino que sobrepasa las recomendaciones para toda España.
Y es que el Sergas incluye a los profesionales de primaria, claves en la detección precoz y en el primer rastreo, pero que otras autonomías no consideran. En Canarias, por ejemplo, rondan el centenar. Es una comunidad en la que estos equipos tienen enorme efectividad, ya que de cada positivo se rastrean de media seis contactos. Amós García Rojas, presidente de la Sociedad Española de Vacunología y jefe de la sección de epidemiología de Salud Pública del Gobierno canario, asegura que la atención primaria es fundamental, «es clave, pero normalmente un médico de familia va a llegar a donde puede, no va a hacer un seguimiento de todos los contactos estrechos, eso lo hace un equipo. Nosotros entendemos por rastreador una persona que se sienta con su ordenador y su teléfono y no hace otra cosa». Galicia cuenta con una plataforma tecnológica de seguimiento de contactos, pero el Sergas no facilita los datos de con cuántas personas cuenta.
¿Cuál debe ser el perfil?
Sanitario y con formación, en eso coinciden los expertos. Primero, porque van a manejar datos de salud confidenciales, y segundo porque es esencial identificar rápidamente el caso inicial y los secundarios, «si ponemos a gente inexperta y no bien dirigida, lo que ocurrirá es que de cada caso se pueden escapar contactos, alguno estará infectado e irán contagiando», dice Caylà.
Amós García Rojas no es partidario de dar una cifra óptima, «en este contexto de pandemia te diría lo siguiente, cuantos más mejor», pero sí de la formación de los rastreadores, de la que dependen cómo se hagan las preguntas y cuántos contactos se pueden localizar. «Deben ser profesionales cualificados para hacer un seguimiento lo más completo del caso», apunta. ¿Y cómo evitar el rechazo a informar por parte de algún paciente? Ahí entra también la profesionalidad del rastreador, «hay que hacer ver al encuestado que de la veracidad de sus respuestas dependen muchas cosas, entre ellas que alguien acabe en el hospital o incluso fallecido, pero no nos hemos encontrado ese problema», matiza el responsable de epidemiología del gobierno canario.
La rapidez
Finalmente, tan importante como realizar las preguntas adecuadas y cerrar el círculo de contactos es la rapidez en hacerlo. ¿Por qué? Porque el coronavirus va por delante, «con el covid hay una urgencia añadida, un caso que se nos escape en pocos días puede infectar a tres personas de media, y estas en pocos días a tres más, eso al final nos sitúa en una cifra exponencial», concluye Caylà.