El consumo de alimentos ultraprocesados multiplica por tres el riesgo de fragilidad en los ancianos

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Supermercado Gadis en la calle Oliva
Supermercado Gadis en la calle Oliva CAPOTILLO

Entre los productos que más se asociaron al desarrollo de fragilidad se encuentran los lácteos (azucarados, endulzados y saborizados), las galletas, pasteles y bollerías

03 jul 2020 . Actualizado a las 17:00 h.

El consumo de alimentos ultraprocesados se asocia a un riesgo hasta tres veces superior de desarrollar el síndrome de fragilidad en los ancianos. Así lo constata un estudio liderado por investigadores del CIBER de Epidemiología y Salud Pública del CSIC) que ha publicado la revista The Journals of Gerontology. El trabajo aporta nueva evidencia sobre los beneficios de la restricción del consumo de alimentos ultraprocesados y la promoción de alimentos frescos o mínimamente procesados en la dieta de las personas mayores para prevenir la pérdida de función asociada a la edad.

La ingesta de alimentos que han sufrido transformaciones físicas y químicas durante su elaboración y que mantienen en su presentación final muy poco o ningún contenido de los alimentos naturales originales, se ha asociado con el desarrollo de enfermedades crónicas, factores de riesgo metabólico (obesidad, colesterol elevado, hipertensión), cáncer y mayor mortalidad. Este nuevo trabajo se centró específicamente en evaluar el impacto del consumo de los refrescos, snacks, galletas, dulces, helados, pizzas industriales, sopas instantáneas, carnes procesadas, etc., en la aparición de fragilidad en personas mayores.

En este estudio, los investigadores llevaron a cabo un seguimiento durante 3,5 años a 1822 personas de más de 60 años, representativa de la población de adultos mayores en España. A lo largo de este período, un total de 132 desarrollaron síndrome de fragilidad.

Hasta el triple de riesgo en los casos de mayor consumo

En la población estudiada, los investigadores constataron que la contribución media de los alimentos ultraprocesados a la ingesta total de energía fue del 19,3%. «Los resultados de este estudio permitieron determinar que los adultos mayores que tenían mayor ingesta de energía procedente de alimentos ultraprocesados presentaban un riesgo hasta 3 veces mayor de desarrollar síndrome de fragilidad que aquellos con menor consumo de estos productos», explica Pilar Guallar, una de las coordinadoras de este trabajo.

El consumo en las personas mayores se asoció sobre todo a la pérdida de peso no intencional y a lenta velocidad de la marcha, que son dos de los componentes del síndrome de fragilidad. Entre los productos que más se asociaron al desarrollo de fragilidad se encuentran los lácteos ultra-procesados (azucarados, endulzados y saborizados), las galletas, pasteles y bollerías, así como los zumos industriales. 

Influencia de la dieta saludable 

El síndrome de fragilidad del anciano es un estado de disminución de la reserva funcional que lleva a un estado de especial vulnerabilidad de las personas mayores ante presencia de factores de estrés sobre su salud, incluso aunque estos sean menores, como un catarro, una diarrea, una deshidratación o fiebre. El sustrato fisiopatológico de la fragilidad es la sarcopenia (disminución de la masa muscular) que en los adultos mayores aparece debido a alteraciones en la regulación endocrina, la anorexia propia de la edad, la malnutrición crónica, o la infiltración grasa del músculo, etc. La fragilidad del adulto mayor se asocia con mayor frecuencia a discapacidad, hospitalización y muerte.

Sin embargo, la fragilidad es un síndrome potencialmente reversible, a través de la actividad física y de una dieta saludable y de mejor calidad. En este sentido, los investigadores subrayan que «estos resultados refuerzan la necesidad de promover el consumo de alimentos frescos o mínimamente procesados y evitar los ultra-procesados en la dieta de las personas mayores».