La paradoja de Fernando Simón: su confinamiento empieza cuando acaba el del resto de españoles

L. G. V.

SOCIEDAD

Rueda de prensa de Fernando Simón
Rueda de prensa de Fernando Simón EFE

El epidemiológo va a reducir su exposición mediática y, a partir de ahora, solo va a comparecer dos días a la semana: lunes y jueves

20 jun 2020 . Actualizado a las 10:20 h.

Lleva meses siendo los ojos de los españoles. Poniéndole rostro a una situación que, allá por marzo, prácticamente ningún ciudadano podía creerse. Mientras España echaba el candado, Fernando Simón salía de casa (a excepción, claro, de aquellos días que tuvo que encerrarse tras caer enfermo por coronavirus) para narrar la calamitosa situación que estaba viviendo el país. La llegada al pico de la curva, la saturación de las ucis, el balance de contagios. Todo esto acompañado, siempre, de palabras de aliento para los mayores, los jóvenes y, para el recuerdo, aquel mensaje que dirigió a los niños el 18 de marzo: «Estáis haciéndolo muy bien». Sabía que tenía que encender la mecha del optimismo ante lo que se nos venía encima. 

Tres meses después de insuflar oxígeno a los más pequeños de la casa, el epidemiólogo más famoso de España es el que parece necesitar que alguien le dé una palmadita en la espalda. Ante la situación estable en la que se encuentra el país, y con la totalidad de los españoles con un pie en la «nueva normalidad», Simón va a disminuir su exposición mediática a partir de ahora, y aunque a algunos les parezca ya un miembro más de la familia, algún día tendrá que abandonar la pequeña pantalla. De aquí en adelante solo comparecerá dos días a la semana: lunes y jueves. Y bajando.

El director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias dispondrá ahora del tiempo que el coronavirus le robó, fines de semana incluidos. Sin embargo, Simón le respondía  hoy a un periodista que quería saber si estaba retomando sus rutinas, que «desgraciadamente» ha tenido mucha visibilidad. Y continuó: «Me da un poquito de vergüenza ir por la calle con todo el cariño que la gente me muestra», ha explicado. «Es verdad que se lo agradezco mucho a todo el mundo. Me siento muy halagado, pero al mismo tiempo me abruma un poco y, por lo tanto, procuro no salir más de la cuenta». 

De ese «salir lo justito» que menciona el médico ya había dado cuenta, en cierto modo, la semana pasada. «Es un halago que la gente se preocupe por mí, algunas personas con mucho cariño, y quiero agradecerle a todo el mundo las cartas, que intentaré responder cuando tenga un poquito de tiempo. Sí que es verdad que la fama, cuando vas por la calle no es ya tan fácil (...). Dicho esto quiero aprovechar que hay camisetas y bolsas de playa con mi cara, yo estoy encantado de que la gente que lo necesite use mi imagen para hacer un negocio que les puede parecer rentable; pero lo que me gustaría más es que ya que mi imagen está ahí, que den un porcentaje de esos beneficios para oenegés, si les viene bien». Efectivamente el fenómeno es tal que en esas calles que no piensa, de momento, pisar, ya se empiezan a ver prendas con su efigie.

Pero aún hay más. Hoy las redes se han hecho eco de un estudio de Valencia que comienza a tatuar la cara del epidemiólogo.