Científicos gallegos advierten que el microplástico se está convirtiendo en un vector de contaminación en el océano

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Los investigadores señalan que el mejillón es fundamental para entender el impacto del plástico en los organismos marinos de todo el mundo

21 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El océano, como la atmósfera, no entiende de fronteras. La invasión del plástico en los mares de la Tierra representa una amenaza global de la que Galicia no puede aislarse. Al contrario, la comunidad gallega, con sus kilómetros de costa y una enorme biodiversidad marina es una región vulnerable. «Estamos encontrando microplásticos en las rías, aunque de momento no son unas concentraciones demasiado preocupantes. Pero la cuestión importante no es tanto su presencia como el impacto real. Nos queda mucho por conocer sobre los verdaderos efectos que provocan, por ejemplo, los aditivos que llevan. Cuando vas a un supermercado puedes encontrar una botella de agua transparente, rosa o diferentes tonos de azules. Esos químicos que incorporan generan daños que todavía desconocemos», reconoce Jesús Gago, investigador del Instituto Oceanográfico Español, con sede en Vigo.

Los científicos gallegos han descubierto, además, que las partículas de plástico se están incorporando al sistema oceánico como un ser vivo más, como si se tratara de una microalga. Esto tiene un problema añadido importante: están absorbiendo la contaminación marina.«Hemos visto que algunos metales y contaminantes hidrófobos, que son poco solubles en agua, tienen tendencia a pegarse al plástico. Lo que nos quedaba por investigar es si ese contaminante puede pasar a los organismos y hemos comprobado que efectivamente está ocurriendo. Es decir, el microplástico se está convirtiendo en un nuevo vector de contaminación que antes no estaba y que ahora forma parte del sistema. Por tanto debemos vigilar esta nueva realidad y tratar de evitar que empeore», advierte Juan Bellas, científico del IEO en la ciudad olívica.

Los investigadores que analizan las aguas gallegas ya se han llevado varias sorpresas desagradables. «Tenemos un trabajo en el que analizamos peces que viven en aguas profundas, a unos cuatrocientos metros, y a unas cuatro millas de la costa. Encontramos microplásticos en sus estómagos. Es algo que sinceramente no esperábamos», reconoce.

La comunidad científica se refiere al microplástico como un conflicto «emergente» sin llegar a ser todavía «alarmante». Una de las claves para descifrarlo reside en un molusco que abunda en las aguas de Galicia: el mejillón. Además ser un bien muy apreciado en la gastronomía gallega y muy valioso económicamente, desempeña un rol muy destacado en lo que se refiere a la investigación sobre el daño que pueda ocasionar el microplástico en los seres vivos.

En el campo de la contaminación marina representa un modelo que se utiliza en todo el planeta por que reúne una serie de características que ayudan a observar el impacto. «Es un organismo que permanece siempre en el mismo lugar y esto permite comprobar si la contaminación ha aumentando o no en una zona concreta. Además, se trata de un filtrador muy potente. Un mejillón de cinco centímetros puede llegar a filtrar hasta seis litros de agua en solo una hora. Los contaminantes químicos acabarán pasando por su aparato digestivo. Tenemos una línea de investigación sobre los efectos de la contaminación en los mejillones silvestres en la costa gallega. Los datos se tienen en cuenta para tomar medidas a nivel nacional e internacional», concluye Bellas.

«No tardaremos mucho en ver mascarillas en las rías»

 

 

Pedro Alonso ha ocupado una parte muy importante de su vida en las profundidades. «Llevo bajo el agua desde que tengo conocimiento, con gafas y tubo, como todos los críos, y desde hace unos 10 años aproximadamente me dedico a los vídeos submarinos». Buceando encuentra paz y belleza. Claro que los fondos marinos de Galicia ya no son todo lo prístinos que solían ser. La basura está por todas partes y en todas las formas. «Te puedes encontrar de todo, no solo plástico. Recuerdo un buceo en el río Lérez en donde me crucé con un cántaro de leche de aluminio. ¿Cómo es posible?. Al final terminas descubriendo que todo los vertidos en las cuencas hidrográficas acaban igual», reconoce.

Durante la fase 3 de desconfinamiento retomó sus inmersiones en las aguas de las Rías Baixas. En unos días podrá regresar a uno de sus puntos favoritos, el parque de las Islas Atlánticas. De momento no se ha encontrado con los plásticos de un solo uso cuyo consumo ha aumento como consecuencia de la crisis del coronavirus, como mascarillas o guantes. «De todas formas no tardarán mucho en aparecer esos residuos, al fin y al cabo son ligeros y los puede arrastrar el viento, sobre todo en aquellas zonas que se llenarán pronto de turistas. Lo que sí hemos notado es una reducción en el volumen de especies. La caracola autóctona está casi desaparecida, como la raya eléctrica», advierte.

A pesar de que los plásticos han conquistado todos los mares de la Tierra, Pedro cree que ha habido avances durante las últimas décadas en lo referente a la contaminación marina. «A principios de los 80 dejé de bucear unos años por el estado de las rías. Los peces parecían atontados, incluso con olor parecido al amoníaco y las pinturas usadas en los cascos de los barcos eran tóxicas. Ahora las pinturas son menos dañinas. Poco a poco se avanza, aunque no mucho», lamenta.

Pedro participa a menudo en las limpiezas solidarias que se organizan para sanear las aguas de las rías gallegas. «Las zonas más sucias son siempre los puertos, tanto deportivos como pesqueros y también las zonas de fondeos, en donde se acumulan restos de aparejos, piezas de barcos, neumáticos y mucha basura. A menudo se usan los puertos como zonas de botellón o para las fiestas y verbenas esto tiene sus consecuencias. Para los que madrugamos los domingos es muy habitual llegar a los puertos y encontrarlos llenos de restos de botellas y cristales», apunta.

Para alguien que lleva décadas explorando el fondo marino gallego, la pandemia actual debería obligar al ser humano a replantear su relación con la naturaleza. «Es necesario parar y organizarse para seguir en la dirección correcta. Hoy estamos viendo cambios muy profundos como el calentamiento de las aguas y la sobreexplotación de los recursos. Nos creemos los seres superiores, que dominamos todo. Pensamos llegar a Marte y de repente la naturaleza saca el bicho más pequeño que tiene y paraliza el mundo entero. Tenemos que conseguir concienciar a la población sobre el daño tan devastador que estamos generando en el medio», concluye.