Alejandro Evangelista: «Arrimamos el hombro y la tripulación cargó el material en el Boeing 767»

Rosa Paíno
Rosa Paíno REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Alejandro Evangelista, en la cabina del avión con destino Shanghái
Alejandro Evangelista, en la cabina del avión con destino Shanghái

Este coruñés, nieto de la poetisa Luz Pozo, se encarga de traer toneladas de mascarillas desde Shanghái a España

07 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Islandia, Shanghái, Múnich. Después de 32 horas de travesía, contando cinco en tierra cargando 32 toneladas de mascarillas, Alejandro Evangelista Vázquez y la tripulación de Icelandair se sienten satisfechos de hacer algo útil. «Me pareció una buen oportunidad para ayudar de alguna manera, aunque esté haciendo mi trabajo». «Incluso nos sorprendimos de que al llegar a Múnich pensábamos que íbamos a estar más cansados. Al contrario estábamos muy animados, había muy buen rollo entre nosotros. Y el lunes que viene otra vez».

Alejandro lleva cuatro años como piloto de la aerolínea bandera de Islandia, Icelandair. Aunque nació hace 36 años en A Coruña, para sus compañeros es Alex el Irlandés. A los seis años cuando llegó con su madre Mónica a Irlanda, «les constaba pronunciar Alejandro, así que me quedé en Alex» y «cómo con mis compañeros islandeses habló en inglés, soy el Irlandés».

Nieto de la poetisa recientemente fallecida Luz Pozo Garza — «me duele no haberme podido despedir de ella», lamenta— le tira la tierra y siempre que puede se pasa por Galicia. «Tengo familia en A Coruña, pero la materna es de la Mariña lucense. «Justo estaba de vacaciones a principio de marzo, cuando tuve que acortarlas». Comenzó entonces una etapa inédita en sus doce años como piloto.

Con la pandemia, los viajes de línea regular de Icelandair — fundada hace 85 años y que conecta Europa con Norteamérica, haciendo escala en Islandia— fue disminuyendo. «Aunque seguimos manteniendo dos líneas vivas Londres y Boston», explica. Llegó entonces el contrato con la corporación alemana DB Schenker —líder del sector de logística y distribución de todo tipo de suministro— para transportar a Europa equipamiento sanitario.

«Icelandair tiene rama exclusivamente de carga, como tenía Iberia en su día, y nos llamaron para ir a Shanghái a recoger mascarillas y llevarlas a Múnich y a Islandia. Y ahora hemos ampliado la ruta a Nueva York, al desplazarse el foco de la crisis del coronavirus a EE.UU.». «La empresa está haciendo tres o cuatro vuelos diarios a Shanghái», señala.

Para traer el material utilizan el avión más grande de la flota, el Boeing 767. Con capacidad para 250 pasajeros, se han quitado los asientos para hacer sitio a la carga. «Somos seis pilotos, cuatro comandantes y dos primeros oficiales o copilotos, yo soy uno de ellos. Salimos del aeropuerto internacional de Reikiavik-Keflavík en un vuelo de 13 horas hasta Shanghái, haciendo los turnos pertinentes». En la ciudad china estuvieron cinco horas en tierra cargando el avión. «Pero lo hicimos nosotros, entre los seis pilotos y dos mecánicos». «Nos pusimos el equipo básico de protección, mascarillas y guantes, y a remangarse y a trabajar si más».

Una gran diferencia

Se trataba de «arrimar un poco el hombro», explica. Algo que no es habitual en otras compañías aéreas, «de hecho algunas que se volvían de Shanghái si superaban el tiempo establecido, daba igual que hubiera cargando o no». «Esa es la gran diferencia entre nosotros y otras grandes empresas», comenta. «Nadie nos exige ayudar a cargar el avión, lo hacemos para agilizar porque también si estamos mucho tiempo en tierra no podemos volver, estamos obligados a quedarnos para hacer un descanso». Ante la pregunta de se siente valorados, considera que «sí, mucho». Hace unos días, explica orgulloso que «un senador de Islandia salió diciendo que había que aplaudir el trabajo de las tripulaciones».

Después de cinco horas cargando las mascarillas, la tripulación tomó el mando del avión e iniciaron el vuelo de regreso a Múnich. 32 horas más tarde aterrizaron en la ciudad alemana. «Es mucho trabajo y sí hay estrés, pero se gestiona bien». En Múnich la carga se reparte a otros puntos de Europa, incluida España.

Pese a ser un trotamundos —después de sus estudios de piloto en España, estuvo en Estados Unidos, el Reino Unido, Irlanda, y vuelta España, pasando por un trabajo en aviación ligera cruzando el Atlántico en avionetas, «uff tengo cien mil batallas que contar»—, cada dos o tres meses hace «un viajecito por Galicia». Tiene muchas ganas de ver a la familia. «Mi madre está en Dublín, una hermana también. Otra hermana en Barcelona y otro hermano en Berlín», afirma antes de recordar con orgullo que su madre acaba de acabar un doctorado de investigación sobre las relaciones célticas entre Galicia e Irlanda en la Universidad de A Coruña.