María del Pilar y José: «Axudáronme a sacar forzas a familia e o netiño que estaba para nacer»

María Xosé Blanco Giráldez
M. X. Blanco RIBEIRA / LA VOZ

SOCIEDAD

María del Pilar y José solo pueden por ahora pasear por la huerta
María del Pilar y José solo pueden por ahora pasear por la huerta marcos creo

Estos dos jubilados de Ribeira, de 79 y 80 años permanecen semiaislados en su casa de Aguiño. No solo ellos hicieron frente a la enfermedad. Por el camino tuvieron que decir adiós a la hermana de José

09 jun 2020 . Actualizado a las 23:38 h.

Todavía no se han despertado totalmente de la pesadilla vivida, pues permanecen semiaislados en su casa de Aguiño (Ribeira), pero María del Pilar Paz y José González pueden presumir de haberle ganado la batalla al covid-19. Ambos lidiaron una dura guerra, no solo por los síntomas de la enfermedad, sino porque en el frente perdieron a la hermana de él, lo que indiscutiblemente influyó en su estado de ánimo y les hizo mirar con más pesimismo a su enemigo. Pero ninguno de los dos perdió la ilusión. Ambos coinciden al señalar que tenían muchos motivos para no dejarse vencer.

El coronavirus se cebó de forma especial con él, obligándolo a permanecer diez días hospitalizado en el Clínico compostelano: «Paseino moi mal, pero pensaba en todo o que tiña ao meu redor. Axudáronme a sacar forzas a familia e o netiño que estaba para nacer». En la soledad de una fría habitación del centro sanitario compostelano pasó los peores momentos que recuerda: «Os primeiros días non sabía nin onde estaba».

Mientras, María del Pilar Paz, que ya había empezado a notar los síntomas del coronavirus antes que su marido, estaba aislada en la casa de una hija: «Cansábame moito, iso era o peor, e tamén pensar no meu home, porque a el non lle faltou nada para morrer». También ella buscaba consuelo rememorando los abrazos de los suyos: «É moi triste ter que estar illada, deixábanme a comida na porta, parecía unha presidiaria».

«Cansábame moito, iso era o peor, e tamén pensar no meu home, porque a el non lle faltou nada para morrer»

A José González le dieron la alegría de su vida cuando le comunicaron que podía regresar a su hogar, pese a que todavía no ha podido recuperar la rutina: «O que me gustaría é ir pasear cos pequenos da familia e coller no colo ao novo neto». Y es que, mientras este matrimonio sufría el susto de sus vidas, una de sus hijas, María, daba a luz a Xabi. La abuela lamentaba no haberlo podido tener todavía entre sus brazos: «Vino a distancia, e claro que teño gañas de abrazalo, a el e a todos os meus, para agradecerlles todo o que fixeron por min durante este tempo».

Su marido, que se dejó entre aquellas frías paredes del Clínico la friolera de 20 kilos, agradece la segunda oportunidad que les ha dado la vida para poder seguir disfrutando de los suyos: «Saín disto porque teño máis gañas de vivir ca de morrer». En su retina siguen muy presentes las imágenes de la pesadilla sufrida, entre las que se intercala alguna estampa positiva: «Un amigo médico chamábame ao hospital para darme ánimos e tamén me axudou moito a saír adiante». Ahora se recupera con los suyos, aunque sea manteniendo las distancias, y eso siempre ayuda.

«Saín disto porque teño máis gañas de vivir ca de morrer»

A su lado tiene a otra luchadora que ya ha conseguido volver a su rutina: «Aínda que me canso, fago a comida e outras tarefas da casa, como tender e lavar». El coronavirus no ha podido con ellos, aunque sí ha logrado separarlos durante un período de tiempo que se hizo eterno: «Aínda hoxe durmimos en camas separadas e mantemos as distancias incluso cando nos sentamos na mesa a comer», explica ella.

Como a tantos otros enfermos, a ambos les falta dar ese último paso de poder abrazar y besar de nuevo a los suyos para cerrar un triste capítulo que empañará para siempre sus vidas. Por fortuna, pese a lo que han tenido que dejar en el camino, tienen en su entorno razones suficientes para afrontar con ilusión la nueva etapa que el destino ha puesto a sus pies. Como dice José González, «o caso é poder contar o conto».