«Más que el porno, la enemiga de los jóvenes es la sexualidad banalizada»

Javier Becerra
javier becerra REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

MIGUEL VILLAR

El psicólogo Ricardo Fandiño a dice que en la sociedad actual el sexo se concibe como «un bien de consumo» de manera peligrosa

24 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Ricardo Fandiño (Vigo, 1970) precisa cuando se le pregunta por el problema de la sexualidad de los jóvenes en la actualidad. «A lo largo de la historia la sexualidad siempre ha estado problematizada. Ahora lo está de una manera nueva», señala. Coautor junto a Vanessa Rodríguez de La lucha sexual de los adolescentes en la hipermodernidad, indica que «la reivindicación de igualdad de género, la diversidad sexual e Internet» configuran esa nueva realidad».

-¿Esos elementos han hecho enorme el salto generacional?

-Claro. Hubo una generación que se educó en la represión de la sexualidad. Otra, en el tabú, la sexualidad silenciada, el no hablar de sexo. Eso ya no funciona porque los chavales tienen acceso a un montón de información. Eso obliga a que la sexualidad hay que tratarla desde mucho antes con ellos. Si no, llega un punto en el que estamos totalmente perdidos.

-¿Cómo lo viven ellos?

-Hay una cierta polarización. Primero están los que entiende la sexualidad de esa forma tan diversa y abierta, de descubrimiento, búsqueda y autoconstrucción. Y luego están los que, ante la angustia de ese océano de opciones que tienen, se refugian en modelos muy antiguos y muy machistas de las opciones de noviazgo y control. Los adultos, o nos ponemos pronto con eso, o estaremos perdidos. De ahí la insistencia en la educación sexual hoy.

-¿Desde cuándo?

-Si entendemos la sexualidad en un sentido amplio, podemos estar trabajando la sexualidad desde la educación infantil. Por ejemplo, lo que tiene que ver de respeto al propio cuerpo y el del otro y el respeto a la diferencia. Eso se puede tratar desde los tres años y eso es trabajar sexualidad.

-Parte de la población piensa que la sexualidad es ir a los colegios a mostrar cómo se pone un preservativo. ¿Cree que esa parte que usted dice es desconocida?

-Quizá se da una visión de la sexualidad muy centrada en los que tiene que ver con los genitales y el coito. Es evidente que a unos niños de tres, seis u ocho años no le vamos a hablar de prácticas sexuales. No tiene sentido.

-¿Es el porno el enemigo o se ha convertido en el chivo expiatorio?

-Yo creo que, más que el porno, la gran enemiga de los jóvenes es la sexualidad banalizada. El porno ahí es una elemento más. Los chicos no buscan porno en Internet. Buscan el sexo por el mismo mecanismo que lo hemos buscado siempre: curiosidad. El síntoma es que, cuando buscan sexo, en Internet aparece porno. Ahí hay un producto comercial y un sistema que facilita el acceso. A ellos y a todos los demás. Entonces sí que hay una parte de razón en esa idea de que ha sido un chivo expiatorio. Se colgó el sambenito de que el problema de la sexualidad de los adolescentes es el porno y con eso ya damos una explicación a todo. Pero la cuestión es mucho más compleja, porque el problema es que estamos ante una sexualidad banalizada y mercantilizada. El gran problema es el consumismo. Cuando la sexualidad se convierte en un bien de consumo empieza el problema.

-¿Piensa que lo es?

-Sí, la sexualidad hipermoderna es un bien de consumo. Se usa como reclamo publicitario de manera evidente. Sirve para comprar y vender. Por ejemplo, uno de los primeros efectos del coronavirus fue dar en abierto los contenidos premium de PornHub, una de las webs más famosas de pornografía. Funciona igual que otras plataformas que se ofrecen primero gratis para luego poder captarte como cliente. Es un elemento de consumo más.

«Necesitamos una base de educación sexual que nos iguale»

 

 

La exposición constante a contenidos pornográficos en edades tempranas es cada vez mayor. Fandiño considera que «si el nivel de estimulación de esos contenidos es muy alto respecto al nivel de estimulación que podamos dar sobre otros contenidos de sexualidad puede darse una equivocación: que ellos identifiquen que la sexualidad es eso».

-¿Ocurre normalmente?

-Sí. Por este motivo, cuando hablamos de educación sexual en todas las escuelas públicas, lo decimos porque es la mejor manera de que todos los chicos y chicas tengan acceso a una formación acerca del tema de la sexualidad igual para todos.

-Muchos dicen que esa es labor de las familias. ¿Qué piensa?

-Nos tendríamos que plantear entonces cómo es cada familia. ¿Tienen la capacidad y la formación para ello? Algunas sí, otras no. Entonces, puede producirse que un chaval de 11, 12 o 13 años tenga como única estimulación de sexualidad la pornografía. Y eso causa estragos, porque es lo único que conocen. Necesitamos una base que nos iguale a todos. Luego, a partir de ahí, aparecen los criterios morales, culturales y de perspectiva de cada una de las familias, pero hay que partir de una base común.

-¿Cuál sería esa base?

-Pues, por ejemplo, todo lo que tiene que ver con la igualdad y la diversidad sexual. Eso no puede descansar en las familias, tiene que hacerse en la escuela.

-Se habrá encontrado con familias que se oponen a que sus hijos sepan que existe esa diversidad sexual en edades tempranas.

-Sí, pero también hay terraplanistas y negacionistas del cambio climático. Hay muchísimo trabajo sobre sexualidad hecho y publicado. Creo que, dejándolo en manos de los expertos, no sería muy complicado llegar a un consenso para todos. Y sería un paso necesario.

-En el último año se ha tensado el ambiente con iniciativas como el pin parental. ¿Es más complicada su labor ahora que hace, por ejemplo, dos años?

-En cierto modo estamos viviendo eso, pero yo confío mucho en la fuerza de la gente joven. Tengo la sensación de que se puede intentar ponerle puertas al campo, pero solo va a ser eso, poner puertas al campo. Cuando vas a hablar con adolescentes y niños y niñas sobre sexualidad, ellos están muy interesados y quieren saber. Ya manejan información porque acceden a ella. Por mucho que nos empeñemos en negar la evidencia, ya ha habido un cambio que va a ser muy difícil pararlo. Tengo mucha confianza en las nuevas generaciones.