Susana Reboreda: «He tenido tanto trabajo que no me ha dado tiempo ni a ordenar un cajón»

Pablo Varela Varela
pablo varela OURENSE / LA VOZ

SOCIEDAD

Santi M. Amil

La decana de la Facultad de Historia pasa el confinamiento en una pequeña aldea del concello de Amoeiro

24 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

En Albeiros, una aldea del municipio de Amoeiro con poco más de 60 habitantes, vive Susana Reboreda, la decana de la Facultad de Historia del campus de Ourense. Ya era su pequeño refugio antes del confinamiento, pero estas semanas le ha tocado redoblar esfuerzos por vía telemática para organizar actividades como la Olimpiada de la Historia, que se celebrará este viernes 29 también al otro lado de las pantallas. «Lo que no podemos es pararnos. Así que estos días hemos ensayado cómo funcionará a través de una aula remota», explica.

Desde que el Gobierno decretó el estado de alarma, Reboreda ha trabajado desde casa para estar en contacto con el equipo del decanato, el profesorado y también los alumnos. Algunas excavaciones arqueológicas han parado su actividad por el momento. Otras, como de la Ciadella (Sobrado dos Monxes), con participación de investigadores del campus local, apenas estuvieron tres semanas sin operar durante la epidemia y ahora vuelven a pleno rendimiento. «He atendido correos de forma constante. Tuve tanto trabajo que no me ha dado tiempo ni a ordenar un cajón», dice.

Reboreda se sienta frente al ordenador durante estos días con un router inalámbrico. «Y no va tan rápido como sería deseable, pero de momento no se me cayó nunca la red. Y eso que estoy casi todo el día reunida», cuenta. La Universidade de Vigo ha ido resolviendo sobre la marcha cuestiones como el encargo de trabajos a los estudiantes. Reboreda califica «con un 10» la predisposición del alumnado. «Y nosotros ya teníamos una ventaja, porque contábamos con una modalidad semipresencial que nos llevaba a esa casuística de pensar a menudo en alumnos que no están físicamente en clase. Pero a la Universidade, ya hablando en general, le vino muy bien, porque se dio forma a herramientas fundamentales, con los inconvenientes lógicos de todo esto, pero con la intención de hacerlo de forma inmediata», razona.

Ahora, la coyuntura derivada de la epidemia ha hecho que redoblen la apuesta por la formación en remoto. «Es posible que la docencia del año que viene también sea distinta. La Xunta ya está trabajando en un borrador sobre cómo le daremos forma, y no solo a nivel de enseñanza, sino también en los eventos», indica. El temor a posibles rebrotes del coronavirus ha impulsado esta vía, que durante la epidemia ha llevado a los propios profesores a superar temores personales o a no oxidarse con nuevas herramientas. «La vertiente telemática nos va a reforzar. Ahora, por ejemplo, temas como la grabación se han impulsado. Es verdad que había un mínimo de contenidos que se debían subir a la plataforma virtual, pero se tiraba mucho de formatos en píldora. Y actualmente hay clases enteras, aulas, despachos y tutorías virtuales», ilustra Reboreda.

Mirando al futuro

La semilla de las Olimpiadas de la Historia se plantó hace ya tres años, con la idea de acercar a los estudiantes de Secundaria a una carrera a la que Reboreda ve potencial de futuro más allá de los nichos de empleo vinculados al entorno de la docencia y la investigación. «Hay actividades que van más allá de la arqueología, porque es una carrera multidisciplinar. De aquí salen profesionales habilitados para ser guías turísticos o especialistas en patrimonio, por ejemplo. Sin embargo, el interés por el pasado sigue siendo lo que vertebra la llamada a la acción para recibir a los próximos graduados. Y con la Olimpiada queremos incentivar a los más jóvenes para que estén al tanto de los proyectos de futuro en la facultad», indica.

En esta ocasión, la decana de Historia prevé una menor participación de concursantes por las consecuencias de la cuarentena. «Pero esto no para, y me daba pena perderla», dice. Reboreda, una enamorada de la natación, también echa de menos su actividad física diaria. Ahora, lo ha compensado caminando por el interior de su finca, un pequeño lujo que le brinda la naturaleza dentro de los tiempos de epidemia en la provincia.

En Albeiros, la vida continúa entre las tareas agrícolas y el paso de furgonetas de reparto

Susana Reboreda valora la oportunidad de vivir a apenas 15 minutos de la ciudad, pero sin el trasiego del tráfico y el jaleo. Llegar al campus universitario de Ourense desde su casa no le lleva demasiado tiempo, y estos días, tanto ella como su hija han sentido esa protección derivada de residir en un entorno más apartado, lejos de muchedumbres. «Es que yo no vivo en la ciudad y tampoco en mi segunda vivienda. Esta es realmente mi casa», explica. Desde que se inició el estado de alarma, por Albeiros ha pasado una furgoneta de reparto de pescado que se deja caer por la zona un par de veces al día. Y otra, con productos congelados, que desfila por allí una vez a la semana. «Puede que esto sea pequeñito, pero la sensación que me queda tras estas semanas es que los servicios básicos están bien cubiertos», dice Reboreda. Ella, para hacer la compra, acude desde hace tiempo a una tienda de ultramarinos que hay en las cercanías.

Y en realidad, la vida de los habitantes del lugar apenas ha cambiado. «La gente de la comarca sigue adelante con sus tareas agrícolas, porque viven de ello y tampoco pueden dejar de atenderlo. Tienen sus fincas con las ovejas, sus gallinas... Lo novedoso es que ahora salen al campo protegidos y con sus mascarillas, eso sí», explica. El aislamiento propio de habitar en el rural les dejó alguna imagen tan surrealista como que, a las ocho de la tarde, en Albeiros apenas se escuchaba el eco de las palmas de Susana y su hija cuando salían a aplaudir a los sanitarios que luchan contra el covid-19: «Al principio lo hacíamos todos los días, pero como aquí vive muy poca gente, la verdad es que no nos encontrábamos con casi nadie más».