Anhelos del pasado en la nueva normalidad

Xurxo Melchor
xurxo melchor SANTIAGO / LA VOZ

SOCIEDAD

PACO RODRÍGUEZ

Las terrazas están llenas, pero muchos bares siguen cerrados y las colas son habituales en las tiendas

24 may 2020 . Actualizado a las 00:39 h.

Tras una eternidad de lluvia, tristeza y gris plomo, esta semana por fin salió el sol. Y todo parece distinto, mejor, cuando el calorcito acaricia la piel y el cielo exhibe un imponente azul. El mundo se ve con otros ojos por mucho que la pandemia siga atormentándonos y que en los carteles informativos de la SC-20 sigan avisándonos machaconamente de que el estado de alarma sigue vigente. A estos días extraños los llaman nueva normalidad, pero no son más que un anhelo de cómo eran nuestras vidas antes del coronavirus. En Santiago, las calles ya no son un desierto de asfalto, eso es verdad. Sin colegios y con muchos empleados teletrabajando, el tráfico es mucho menos denso de lo normal, pero vuelve a haber problemas para aparcar en las calles del centro. Ya no hay plazas libres de la ORA por doquier, aunque los párkings subterráneos sí están muy vacíos y eso que casi todos siguen teniendo alguna de sus plantas inhabilitada. La realidad es que, sin turismo, Santiago carbura a medio gas.

Las terrazas, superado el desfase inicial, son las que más aportan a esa pretendida vuelta a la normalidad. Están llenas de gente sonriente, disfrutando de una caña y una tapa o de un café. Ni tan siquiera los camareros convertidos en astronautas con sus mascarillas y productos de limpieza amargan el subidón de volver a vivir por unos instantes como antes del coronavirus. Pero no son todo luces en la hostelería. Los bares y cafés abiertos son solo aquellos que tenían amplias terrazas y que se han animado a abrirlas pese a la restricción de aforo del 50 % y de tener que separar las mesas dos metros entre sí. En la cuneta de la nueva normalidad se han quedado muchos locales que solo trabajaban en el interior o que tenían apenas una o dos mesas fuera. Algunos de ellos auténticos clásicos como el Derby, el Enxa, el Suso y tantos otros de la zona monumental. Para ellos, la esperanza de subirse al carro de la desescalada se llama fase 2 y, si nada se tuerce, llegará la semana que viene. En ese momento podrán empezar a trabajar en el interior del local, aunque con la mitad de su capacidad total.

Los comercios también han abierto, pero en todos con severas limitaciones de aforo o con la obligación de concertar cita previa. Las colas son una constante. Ya lo eran en las panaderías y ahora también se ven en comercios de servicios básicos, como las ópticas. Tras dos meses cerradas, son muchos los que estaban esperando para recoger unas gafas ya encargadas o hacerse unas nuevas. Es tanta la afluencia de clientes que hasta no son infrecuentes escenas de tensión en medio de acusaciones por haberse saltado la fila. Hace unos días, uno de esos incidentes incluso acabó con una sonora bronca en una calle del Ensanche compostelano y hasta hubo cruce de puñetazos, por lo que tuvo que intervenir la Policía Local.

La nueva normalidad, no obstante, implica siempre el uso de mascarilla, de geles hidroalcohólicos y que los dependientes tengan que limpiar los productos que se entregan a los clientes para que los prueben antes y después de que se los pongan. Además, las mamparas de metacrilato protegen las cajas y los mostradores se riegan una y otra vez con productos de limpieza.

Santiago está raro en esta desescalada. Es de suponer que como todas las ciudades, pero quizás más porque es imposible que Compostela viva sin el latir del que es su corazón, la Catedral, y sin la sangre que fluye por sus venas, que son los peregrinos. Hasta que ellos no vuelvan a pulular por las calles con sus mochilas aquí no habrá nada que pueda considerarse algo semejante a la normalidad. Ni nueva, ni vieja.

Mucha demanda en las peluquerías y en los servicios de salud

Hay cosas sin las que no se puede pasar por mucho coronavirus que nos amenace. Y por ello, la desescalada ha supuesto una auténtica avalancha de peticiones en negocios como las peluquerías, que literalmente no dan abasto. Una afluencia que también se está produciendo en todos aquellos servicios que tengan que ver con la salud, como los podólogos o las ópticas. Las clínicas médicas especializadas, como las de oftalmología o las dentales, también han empezado a trabajar con una enorme lista de espera tras dos meses de parón absoluto.