«¿Hay miedo a los chinos? No sé, igual sí»

María Hermida
maría hermida REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Cheng, con la carta del local de sushi que regenta en Pontevedra
Cheng, con la carta del local de sushi que regenta en Pontevedra CAPOTILLO

Los negocios asiáticos reabiertos trabajan al ralentí. Sus dueños dicen que el temor al virus y la parálisis económica les ahogan

22 may 2020 . Actualizado a las 11:01 h.

Cuando la pandemia parecía cosa de otros y en España el confinamiento ni estaba ni se le esperaba, en Ourense, Yaije Bao bajaba la persiana de su restaurante, del mítico Gran Pekín, abierto desde 1992, y ponía un discreto cartel en el que daba cuenta de que tardaría semanas en reabrir. Como él, otros muchos empresarios asiáticos se adelantaron a los cierres obligados. «Después de lo de China, lo veíamos venir. Y eso que mi familia no sufrió el virus», dice Yaije. Ahora, este empresario ourensano, como muchos otros comerciantes y hosteleros asiáticos con negocios en Galicia, trata de reiniciar su actividad, en su caso despachando comida a domicilio. No lo está teniendo fácil. Él, como los demás, ve que la clientela ha mermado. ¿Por qué? «No hay dinero y hay miedo», tercia con vehemencia el dueño del bazar Lui de Pontevedra. Los testimonios de otros comerciantes asiáticos no le quitan la razón.

EL SUSHI DE CHENG

OBLIGADOS A RESISTIR CON SOLO DOS O TRES PEDIDOS AL DÍA

Hace tres años que Cheng y su familia montaron un negocio de comida en Pontevedra. Es el Kisoro Sushi, que fue también uno de los primeros establecimientos en cerrar a raíz de la alerta sanitaria. Hasta la pandemia, las cosas iban relativamente bien. «Todos los días teníamos gente y pedidos, por lo menos diez comidas para domicilio», relata. Pero las cosas han cambiado. Y tras la reciente reapertura solamente atienden uno o dos pedidos cada día. A pesar de ello, Cheng y dos personas más se mantienen tras el mostrador. Él no cree que el teléfono haya dejado de sonar porque se rechace la comida asiática. Tiene una explicación más sencilla: «La gente hace cosas en casa, quiere ahorrar. Se nota», arguye. Luego, extiende su carta e indica: «Deberían probarlo, este sushi le gusta a todo el mundo. A ver si la gente vuelve pronto». Ese mismo deseo lo expresa en voz alta la responsable del restaurante Hong Kong de A Coruña, que se inauguró hace siete años en la ciudad herculina. Ella también ha reabierto y pone sus esperanzas en plataformas digitales como Just Eat para que la clientela pida comida. Pero reconoce que las cosas van despacio: «De momento, llama muy poquita gente», constata.

XIAO Y SU SINCERIDAD

HOSTELERO Y VIGUÉS, SÍ NOTA RECELO A LOS PRODUCTOS ASIÁTICOS

Xiao Qi Zhang es hijo de un matrimonio asiático que un día llegó a Vigo buscando porvenir. Él nació en Galicia y habla combinando el acento asiático con la entonación gallega. Lleva las riendas del restaurante La Manzana Roja, ubicado en la calle Florida, y no tiene reparo en admitir que sí llegó a sentirse rechazado por su origen chino, sobre todo en los primeros tiempos de la pandemia. «¿Miedo a los chinos? No sé, igual sí. Porque alguna gente venía y te preguntaba si dentro del local podríamos tener el virus... Ahora ya menos, aunque sí que es verdad que alguno todavía pregunta de qué lugar viene la comida. Yo les digo que la carne es de aquí, de Galicia y muchas otras cosas también». Dice que los pedidos a domicilio, la única vía que tienen para trabajar, siguen reducidos a la mitad. «Ayer fue un buen día y salieron 30 comidas, pero no es lo normal», dice. Así, con dos repartidores y un cocinero llegan para atender el local. Antes necesitaban una persona más en la cocina y refuerzos para servir las mesas durante el fin de semana. Lo mismo pasa en el restaurante Lon Fon de Pontevedra, donde hay días en los que solo se sirve un pedido en toda la jornada.

 Xiao, con un repartidor en su local de Vigo, centrado ahora en la venta a domicilio
Xiao, con un repartidor en su local de Vigo, centrado ahora en la venta a domicilio M.MORALEJO

LA ROPA DE LE

DESINFECCIÓN CON VAPOR Y A LA VISTA PARA DAR SEGURIDAD

Le, de origen chino, regenta una tienda de moda y calzado en Loureiro Crespo, cerca de la milla de oro del comercio pontevedrés. A media mañana, ella y una empleada se afanan en desinfectar la ropa con una máquina de vapor en plena tienda. «Cada prenda se plancha todas las veces que haga falta», dice Le. El objetivo es darle seguridad al cliente pero, aun así, de momento no notan demasiado movimiento en la caja. «La gente no está comprando, se arregla con muy poquito porque las cosas están mal», señala Le. Entra entonces un hombre al establecimiento y la operaria apunta: «Es de las pocas personas que entraron hoy aquí». Otro empresario textil y de origen asiático con un negocio en Pontevedra llamado Confecciones Shofi también se queja de la falta de clientela: «Ni siquiera con el calor viene gente. No creo que tengan miedo a comprar ropa en una tienda china, yo creo que es por la economía», señalaba el comerciante.

LOS BAZARES DEL COVID

MASCARILLAS Y DESINFECTANTES SON LO ÚNICO QUE SE VENDE

Quedan todavía muchos bazares chinos por abrir, sobre todo los más grandes, que en su mayoría rechazaron reiniciar la actividad solamente en un espacio acotado de 400 metros. Pero algunas tiendas más pequeñas sí se animaron a hacerlo. En Pontevedra, desde la calle Rosalía de Castro, los responsables de dos bazares cuentan que lo único que tiene éxito estos días son los productos de limpieza y las mascarillas. Eso mismo dicen desde un bazar chino de Santa Cristina, en Oleiros: «Está todo muy regular, y además hay que pelear mucho porque la gente no se pone la mascarilla cuando entra, tenemos que insistirles». En la misma línea habla el dueño del Supermercado Oriental de Santiago: «La gente no compra, solo se venden cosas higiénicas», alega. Luis también cerró un tiempo antes del estado de alarma y ahora lleva con el local abierto solo unos días. Explica que, además de no haber clientela, tampoco tiene mucha mercancía: «Yo compro en Madrid y está todo cerrado, no tengo mucha cosa».

Yaije Bao y Weilian Xia, del restaurante Gran Pekín de Ourense
Yaije Bao y Weilian Xia, del restaurante Gran Pekín de Ourense

¿E INTERNET?

CHINO ANTONIO, UNA EXCEPCIÓN CON TIENDA DIGITAL OPERATIVA

La venta digital no existe para casi ninguno de los bazares chinos que pueblan Galicia. Pero hay algunas excepciones. Una de ellas es el enorme centro comercial Chino Antonio de Lugo, que cuenta con una tienda digital y reparte los productos a domicilio en dos horas en Lugo y en 24 los coloca en cualquier punto de la Península. Ayer tenía en su escaparate virtual, por ejemplo, todos los enseres indispensables para ir a la playa. Otros bazares también de grandes dimensiones siguen cerrados y sin ventas por Internet. Ayer, uno ubicado en las afueras de Vilagarcía de Arousa se animó a abrir las puertas. El local tiene más de 400 metros cuadrados y, por lo tanto, no se puede tener operativo al 100 %. ¿Cuál era la impresión del primer día? «De momento, no hay movimiento. Pero hay que esperar», decían desde allí. Desde el Gran Bazar de Vigo, ubicado en la céntrica Gran Vía, señalaban que están ultimando los preparativos, pero que hasta el próximo lunes no abrirán las puertas. ¿Venden por Internet? «No, nada de eso», corrobora el propietario.