Alejandro Otero: «Mientras no se consolide la libertad de movimientos no vale la pena abrir»

irene martín SANTIAGO / LA VOZ

SOCIEDAD

Sandra Alonso

El orfebre llama a los santiagueses a implicarse en la defensa del comercio local porque «hay muchos empleos en juego»

21 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Está al frente de la joyería y platería Luis Otero, ubicada en el número 6 de As Praterías, en los bajos de la Catedral, negocio familiar que abrió su bisabuelo en 1890. «Él fue uno de los orfebres que realizó la arqueta de plata donde reposan los huesos del Apóstol, la que está en la cripta, la buena», señala el bisnieto Alejandro Luis Otero Jamardo (Santiago, 1972), licenciado en Geografía e Historia por la USC y técnico superior en Artes y Diseño, especialidad de joyería, por la Escola Mestre Mateo. A día de hoy el establecimiento permanece cerrado, aunque con el inicio de la fase 2 se planteará abrir: «El cierre temporal ha supuesto un quebranto económico importante. La primavera se ha perdido, cuando es una época buena de ventas, sin el agobio del verano. Y mientras no se consolide la movilidad de personas, no vale la pena abrir. En Santiago somos muchos los negocios que vivimos del turismo, y mientras no haya libertad de movimientos o esté limitada, la pérdida es segura», explica.

Todo lo que tenga que ver con Santiago, el Camino y su imagen es lo que gusta «tanto a propios como a visitantes: objetos en plata y azabache, como conchas, cruces de Santiago, botafumeiros», explica el comerciante, que ha hecho con sus manos cruces, pulseras, gargantillas y pendientes, entre otras piezas. En cuanto al azabache de mayor calidad, el que viene de Asturias, está a punto de desaparecer. «Tanto el material como la gente que se dedica a él están próximos a su desaparición. Ahora viene de Teruel y de países tan lejanos como Turquía, pero no es de la misma calidad que el asturiano, con el que nosotros aún trabajamos», destaca. «El azabache es un carbón fósil, variante del lignito, con un brillo intenso, muy frágil y que apenas pesa, al que se le han atribuido características de protección y una mística mágica. Va más allá de modas y se antepone al tiempo», explica con fruición el orfebre, que dice poseer «un sentimiento personal» de pertenencia al gremio, si bien lamenta que la unión «no es una característica a destacar».

Sobre el futuro del comercio local, Otero dice que va a depender «mucho» de la implicación del público: «Hay esperanza si de una vez por todas se entiende que el comercio de proximidad genera riqueza por encima de otras modalidades que arrasan y esquilman todo. Muchos empleos y la vida de muchas familias de la ciudad están en juego si no nos implicamos. Veremos si esta larga cuarentena supone un punto de inflexión. El tiempo lo dirá».

A la pregunta directa de si se ponen las botas en cada año jubilar, responde que eso es un «tópico. Hay más gente y se supone que hay más rotación de consumo, pero si traes a la ciudad cien mil mochilas, en vez de diez mil, ¿crees que eso beneficia a determinados negocios? Al contrario, porque estás espantando a gente de un mayor poder adquisitivo, que al final da un valor añadido a la ciudad y su imagen. Hay que buscar un equilibrio entre cantidad y calidad», concluye.

Por otra parte, Alex conserva y alimenta una afición desde sus tiempos universitarios, la tuna, y hoy es un miembro activo del grupo Troyanos de Compostela. «Siempre me gustó tocar. En La Casa de la Troya me encontré conmigo mismo y con gente afín, universitarios, antiguos tunos con intereses en desarrollar un proyecto musical que implica una apuesta clara por un valor que diferencia a nuestra ciudad. Todas las tradiciones tienen nacimiento, consolidación, esplendor, decadencia, renacimiento… Es una secuencia que se repite», afirma el que en su WhatsApp se identifica como «laudista troyano».