La historia del covid-19 quedará grabada en el hielo

SOCIEDAD

Testigo de hielo de la Antártida
Testigo de hielo de la Antártida NOAA

Los testigos de hielo de Groenlandia informarán a los científicos del futuro sobre los efectos de la primera pandemia global de la historia

16 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Los polos de la Tierra son las piezas más importantes en el puzle del clima global. La Antártida, por ejemplo, actúa como el gran refrigerador del planeta. La corriente circumpolar antártica se encarga de distribuir agua fría por todos los océanos. Sin ella, el mundo sería más cálido. Además, el hielo es un puerta de entrada al clima del pasado. Cada vez que los científicos perforan la superficie helada viajan en el tiempo. Cuanto más profundo, más años pueden remontarse. En el 2019 investigadores de la Universidad de Princeton consiguieron retroceder hasta dos millones de años gracias a los testigos de hielo recogidos en una región remota de la Antártida. Las burbujas de aire atrapadas contienen muestras prístinas de dióxido de carbono, metano y otros gases que aportan información sobre las condiciones ambientales prehistóricas.

De la misma forma que el hielo le cuenta a los paleoclimatólogos la historia del clima del planeta en épocas pretéritas, en un futuro lejano los investigadores podrán acceder a esta época y conocer cómo eran nuestras condiciones ambientales. Descubrirán que las actividades del ser humano provocaron en poco más de un siglo un notable ascenso de la concentración de gases de efecto invernadero y, en consecuencia, de la temperatura media global. El final de este cambio climático todavía está por escribir.

Los científicos que estudien este período en concreto también se quedarán sorprendidos cuando analicen la atmósfera del siglo XXI. Comprobarán que a comienzos de la segunda década se produjo un cambio súbito y significativo en las condiciones atmosféricas. Estarán leyendo el capítulo del virus que generó la primera pandemia mundial y de cómo afectó a la atmósfera. Investigadores de la Universidad de Ohio, en Estados Unidos, apuntan que ahora mismo el hielo de Groenlandia «está recolectando evidencia física, química y biológica de este preciso momento. Es un hecho constatado, por ejemplo, la reducción drástica de emisiones a la atmósfera de dióxido de nitrógeno», explica la investigadora Ellen Mosley-Thompson. 

La comunidad científica ya tiene pruebas de cómo impactaron las pandemias del pasado a la atmósfera. «A mediados del siglo XIV, durante los años de la Peste Negra se midió un descenso notable de la concentración de plomo por el parón en la minería y la fundición y también una disminución del polen de cultivos debido al parón en la actividad agraria», sostiene el glaciólogo Paco Navarro. Los expertos de la universidad americana recuerdan, además, que el hielo de Huascarán, en Perú, de las montañas del Himalaya y del Kilimanjaro en África, permitió descubrir que hace unos 4.200 años se registró una intensa sequía que condujo al colapso a muchas civilizaciones de todo el mundo, entre ellas al imperio de Mesopotamia.

«La historia escrita en los núcleos de hielo sobre cómo la humanidad altera el medio ambiente, se adapta a esos cambios y lidia con las dificultades nos recuerda que ya hemos tratado problemas como las pandemias en el pasado. La pregunta para mí es si podemos observar nuestra historia y determinar cómo nos comportamos y cómo las culturas sobrevivieron a estos eventos tan importantes. Sospecho que hay algunas lecciones que pueden ser útiles en la actualidad», concluye Thompson. 

De momento, la lección que se puede extraer, y que recogerá el hielo para las generaciones venideras, enseña que los gases que están disminuyendo como consecuencia del parón de la actividad en la mayor parte del planeta son aquellos que tienen un impacto inmediato y en la salud de los seres humanos, como el dióxido de nitrógeno. En cuanto al dióxido de carbono, los nieves siguen aumentando respecto a los registros del año pasado. El cambio climático no es algo que se puede frenar de un día para otro, ni siquiera en una década o dos. El dióxido de carbono permanece en la atmósfera más de un siglo.