La naturaleza se echa a la calle

SOCIEDAD

Un hombre con máscara protectora observa a un zorro en la ciudad de Ashkelon, en el sur de Israel
Un hombre con máscara protectora observa a un zorro en la ciudad de Ashkelon, en el sur de Israel Amir Cohen / Reuters

Los expertos piden reescribir la relación con el medio tras los avistamientos de animales en entornos urbanos

15 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Con la población en casa, el silencio y la tranquilidad de estas siete semanas de confinamiento se han convertido en los mejores aliados de grupos de jabalíes, zorros, ciervos y lobos que se han visto cerca de muchas ciudades y pueblos, mientras delfines y ballenas campan por las costas en un escenario tan real como, matizan los expertos, efímero. «En canto haxa máis xente polas rúas, volverán a sitios máis tranquilos», afirma Serafín González Prieto, presidente de la Sociedade Galega de Historia Natural (SGHN). También coinciden biólogos, veterinarios y cazadores en convertir esta crisis en una oportunidad para reformular los vínculos entre el ser humano y la naturaleza. «Algo estamos a facer mal. Antes éramos nós os que iamos a velos ao zoo, e agora veñen eles a vernos encerrados nas nosas casas», resume, medio en broma, medio en serio, el naturalista Pablo Oitabén.

En Beade, donde vive, anidaron en pleno centro del pueblo unos días una pareja de ánades reales (patos salvajes). «Vense teixugos. Incluso o cuco, que antes cantaba no máis recóndito do bosque, agora se escoita perfectamente dende as casas, e ata da os cuartos, as medias e as horas», explica risueño. Luis Eusebio Fidalgo, profesor de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Santiago y vicepresidente de la Federación Galega de Caza, llama la atención sobre que estos avistamientos de la fauna donde antes nunca se atrevía «pueden ser problemáticos según qué animales o en qué lugares»: «Un corzo cerca de un núcleo urbano puede provocar accidentes, o que un lobo se aproxime a una granja acaba suponiendo perjuicios, lo mismo que un jabalí en una finca», señala.

González Prieto considera que el aislamiento humano beneficia a los animales más esquivos, «porque teñen más tranquilidade para cumprir os seus ciclos vitais». Y añade: «O corzo non é un perigoso, pero é un silvestre, non é un peluche, nin unha mascota, e se o vemos, hai que gardar unha distancia e ter precaucións». Oitabén reclama cambiar nuestra relación con la naturaleza: «O vínculo traumático que houbo ata agora ten que levarnos a aprender a convivir, que os danos mutuos sexan menores, e aprender a compartir o territorio».

Como experimento de lo que los animales pueden sentir en ausencia de sus grandes rivales por el medio ambiente, nada parece interrumpir la vida cotidiana de los que viven en Marcelle Natureza, donde esta primavera ya han nacido capibaras, ocas, wallabis y hasta un bisonte, aunque su veterinaria Esther Valderrábano señala: «Son conscientes de la ausencia de los seres humanos... y están más a gusto sin nosotros». En este parque, donde hacen reubicación de animales maltratados (sobre todo primates, pero también osos pardos, suricatas o puercoespines), incluso estos protagonizan ahora más actividad exterior que antes, mientras el resto (especialmente cebras, burros o caballos enanos) «nos piden más atención que en otros casos».

«Nunca vin tantos corzos e xabarís preto das casas»

 Pedro Barreiros

La comarca de A Paradanta está situada al sudeste de la provincia de Pontevedra, entre Salvaterra y el límite con Ourense. Abarca localidades como As Neves, Covelo, Arbo, A Cañiza, Crecente, Mondariz, Mondariz-Balneario, Pazos de Borbén y Ponteareas. Allí trabaja como agente medioambiental Marcial Carrera, uno de los vigilantes de la Galicia verde. «Vese que os animais queren gañar o seu terreo, o que nós lle quitamos, e coma non notan presenza humana nos montes, confíanse máis e acércanse máis. Nunca vira tan preto das casas a tantos corzos e sobre todo xabarís, por tódolos lados. Por exemplo, eu vivo no centro de Ponteareas, e entrou unha pega a coller as cereixas na casa... no cesto que está na cociña! A miña impresión é que como non haxa nada que os moleste... entran ata a cociña, literalmente», explica entre risas.

También se están trabajando más en las fincas. «Hai máis xente nas aldeas que igual non ten que ir ao traballo, e fan cousas que antes non podían, pero sempre a nivel dunha pequena explotación», dice.

A Carrera le gustaría pensar que esta crisis del coronavirus va a suponer un punto de inflexión en nuestra relación con el entorno. «Temos que darnos conta de que hai sitio para todos, pero a veces o ser humano vai ao seu. Tamén esta situación nos di que somos moi vulnerables, pensamos que manexamos todo, pero a natureza non», señala.

El confinamiento ha redoblado la actividad del agente, quien como voluntario medioambiental ayuda a los vecinos de estos núcleos rurales a acceder a medicinas o alimentos. Además, también participa en Migramiño, un proyecto de protección y conservación de peces migradores (salmones, sábalos y anguilas) en el tramo internacional del Miño y sus afluentes.