El análisis masivo de ADN triplicará el hallazgo de terapias

Raúl Romar García
r. romar REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

INH

El estudio genético, liderado desde Galicia, permitirá pasar de un confinamiento «casi medieval» a otro más personalizado

14 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Es posible que la configuración genética de determinadas personas las convierta en totalmente inmunes al coronavirus? Es raro, pero sí es algo perfectamente posible. Y si una persona en particular a la que le diagnostican covid-19 incluso ingresa en el hospital, ¿qué riesgo tiene de desarrollar un tromboembolismo o una tormenta de citoquinas que desencadene un proceso de hiperinflamación?, ¿o de quedarse sin el sentido del gusto o el olfato? La respuesta no está solo en el virus, sino también en el huésped. O, lo que es lo mismo, en nuestro propio ADN.

Y lo mismo podría aplicarse, combinado con otros factores de riesgo como la edad o las patologías previas de base, para descubrir por qué un sujeto puede desarrollar la enfermedad de forma asintomática mientras que otros acaban en ucis o se mueren. Y ¿por qué el covid-19 parece ser más letal en los países europeos que en los asiáticos? La genética también puede ejercer una cierta influencia. No se sabe aún, pero sí puede que exista tal posibilidad.

Aclarar estas dudas y muchas otras es el objetivo del consorcio dirigido por Ángel Carracedo, desde la Fundación Pública Galega de Xenómica y el Centro Nacional de Genotipado de la Universidade de Santiago, y por Pablo Lapunzina, director del Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Raras, que analizarán el ADN de más de 10.000 personas infectadas por el coronavirus, de las que al menos mil serán gallegas, para identificar biomarcadores de riesgo que condicionen que una persona presente un mayor riesgo que otra a la hora de desarrollar una forma más grave de la enfermedad. El equipo integra más de 50 grupos de investigación, de los que en torno a diez están repartidos por Latinoamérica. La investigación está financiada por el Instituto de Salud Carlos III, el Fondo Covid de la Fundación Amancio Ortega y el Banco de Santander.

El desafío es inmenso, porque, por ejemplo, el grupo dirigido por Carracedo analizará en un estudio de asociación (GWAS) más de ocho mil millones de pequeños cambios que se producen en la secuencia genética. Cada uno de ellos constituye una letra en el abecedario de la vida. «Analizaremos un millón de letras por cada paciente», explica el genetista. Para ello emplearán un chip de diseño propio que recoge 850.000 variaciones genéticas que «cubren todas las rutas de inflamación e inmunidad». El grupo de Lapunzina se encargará de secuenciar el genoma completo de 300 pacientes seleccionados.

Riesgo individual

De toda esta información no solo se podrá deducir el riesgo individual y poblacional frente al covid-19, sino que también permitirá identificar dianas terapéuticas de aplicación en futuros tratamientos. «Cuando uno encuentra factores de riesgo a través de estudios de asociación se duplica o triplica la posibilidad de encontrar una diana terapéutica. Los marcadores genéticos servirán para saber el riesgo específico de cada persona y para encontrar nuevas terapias», según destacó Pablo Lapunzina en el encuentro Genética y covid-19, organizado por el Instituto Roche.

Ángel Carracedo coincide en que esta será una de las aplicaciones más valiosas del trabajo, del que se presentarán resultados a finales de año. «Conocer los genes implicados en la respuesta de las personas al virus nos dará pistas no solo para encontrar nuevas dianas terapéuticas, sino también para identificar fármacos ya conocidos que puedan tener un efecto benéfico».

No es el objetivo de la macroinvestigación, pero determinar el riesgo de la población a la exposición del virus y conocer qué porcentaje puede ser inmune o no también ayudará a las autoridades a establecer un confinamiento inteligente ante una segunda oleada de la enfermedad o ante un repunte importante. Sería algo así como una reclusión personalizada a partir del perfil genético de los ciudadanos. «No sería un confinamiento como el que tenemos ahora, casi medieval y a ciegas, sino que se podría permitir, por ejemplo, que la gente inmune o con poco riesgo pueda salir», apunta Pablo Lapunzina.

El estudio se dividirá en tres grandes grupos: asintomáticos o con pocos síntomas, hospitalizados y enfermos graves.

La investigación identificará el riesgo de cada persona contagiada

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