La 'república independiente' de Rabal: un islote entre las restricciones de Verín y Portugal

Pablo Varela Varela
pablo varela OÍMBRA / LA VOZ

SOCIEDAD

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En esta pequeña parroquia de Oímbra, caminar menos de un kilómetro implica entrar en zonas con limitaciones horarias

07 may 2020 . Actualizado a las 16:29 h.

Al sur de la provincia, en Oímbra, una parroquia del concello se ha quedado casi en tierra de nadie. Como en el resto del municipio, en Rabal no hay restricciones a la movilidad, porque el número de habitantes apenas es de 1.712 según los últimos datos del Instituto Galego de Estatística (IGE).

Sin embargo, al caminar hay que hilar fino. Cualquier vecino de Rabal podría ponerse a andar un kilómetro desde su domicilio particular y terminar en Portugal, que colinda con el pueblo, o en Verín, que con un estrecho brazo de parcelas en Tamaguelos divide Oímbra. Y San Cibrao, a cuatro minutos de Tamaguelos, paga el IBI en Verín mientras sus vecinos están empadronados en Oímbra, que presta los servicios municipales allí.

Técnicamente, es como si Rabal fuese la aldea gala que imaginaron Goscinny y Uderzo. Los habitantes pueden moverse con libertad dentro de su territorio pero no fuera de él, porque Verín sí tiene las restricciones horarias marcadas por el Gobierno al superar los 5.000 habitantes, y Portugal, en Vilarelho da Raia, cortó el paso con unos bloques de hormigón que, teóricamente, se iban a retirar el 15 de abril según el cartel que aún cuelga de ellos, una norma marcada por la Cámara de Comercio de Chaves. Al final, los han mantenido. Y eso que, a apenas 20 metros, António Fernandes y Cándida Dias, vecinos de la localidad lusa, trabajaban en una finca registrada en Oímbra. «Ó final, aquí coñecémonos todos. E temos unha autorización para pasar e plantar os tomates», decía Cándida.

Las divisiones territoriales

En Portugal, ciudades como Chaves van recuperando el pulso de su actividad de siempre. «Estamos a 14 quilómetros e imos algúns días pola semana se temos compras que facer, porque os supermercados grandes xa abriron, aínda que debes entrar con mascarilla», añadía António. En el rural, las fronteras siguen siendo difusas porque hay quien puede no cruzarse con nadie en todo el día o quien tiene una finca al otro lado y no entiende de nacionalidades. Es la lógica local, fruto de cambios territoriales que se remontan a los años de las jurisdicciones señoriales. En Mandín, a escasos metros de Rabal cruzando el río Támega, «as primeiras casas son de Oímbra e resulta que a localidade é de Verín», ilustra riendo Ana Villarino, alcaldesa de Oímbra por el Partido Popular (PP).

Andrés Diz, vecino de Rabal y estudiante de Historia en el campus de Ourense, explica que «soamente indo ó sur é cando podes completar o kilómetro sen adentrarte en Verín ou no país veciño». Habitualmente, hay quien camina en dirección a Vilarelho incluso para tomarse un café. Allí cuestan 60 céntimos. En España, un euro. Pero además, es una forma de no perder el vínculo con las raíces. A uno y otro lado hay quien acabó formando familias, y apenas el cambio en el pavimento indica cuándo alguien ha cruzado la frontera. Junto a Andrés trotaba un perro labrador negro, que iba de aquí hacia allá por las calles de la aldea, sin rumbo fijo. Y es que los animales tampoco entienden de lindes.

«E nestes días é importante andarse con ollo, porque igual rematas no concello equivocado e na hora equivocada», bromea Andrés. «É gracioso, porque ó final acabas dando voltas por Rabal», dice otra vecina, Lorena Macía. Y mientras, los de Vilarelho aprovecharon para situar los bloques de hormigón a más de un metro dentro de la frontera española. Porque hasta en eso, en las disputas amables por los marcos, gallegos y portugueses se parecen.