«Aquí en Fornelos ya estamos desescalados, apenas hay niños»

Carlos Punzón
Carlos Punzón FORNELOS DE MONTES

SOCIEDAD

Carlos Punzón

Las compras marcan los movimientos en uno de los pueblos no sujetos a franjas horarias para salir

06 may 2020 . Actualizado a las 13:40 h.

En Fornelos de Montes no hay horario de salida ni de llegada. No hay reparto del día para dividir la calle entre pequeños y mayores. Es uno de los 200 pueblos de Galicia en los que el sentido común es la única norma para salir de casa.

«Aquí en Fornelos ya estamos desescalados, apenas hay niños para tener que hacer horarios», detalla Luis, maestro jubilado. Hay más personas mayores de 84 años que menores de 14, que son tan solo 117 de los 1.616 habitantes del municipio pontevedrés. El miedo entre los de más edad que se dejan ver en la plaza de la Iglesia es patente, aunque el coronavirus solo haya afectado a dos convecinos que lo trajeron puesto tras una incursión por el Mediterráneo.

El supermercado, el ultramarinos, el estanco, la panadería, la farmacia y la tienda agraria marcan los ritmos de idas y venidas en el pequeño caso urbano. «No salgo de casa, no quiero saber nada», dice el juez de paz casi a la carrera. Pero no hay nadie haciendo deporte, nadie tampoco paseando, solo comprando, como durante todo el estado de alarma. De uno en uno, con mínimas colas a la puerta y con mascarillas. Dos hombres sentados en la terraza de un bar son la única imagen que rompe el ir y venir decidido de los que llegan al centro. El bar está cerrado, pero las costumbres permanecen para algunos. «Aquí se pasea por la finca», dice uno de ellos invitando a desistir de buscar vecinos que hayan salido a estirar las piernas. «La Guardia Civil riñe mucho», argumenta Isabel, la farmacéutica que dirige el espacio de su establecimiento con firmeza colocando a las dos o tres personas que puedan coincidir dentro a una distancia social amplia. Ella, Xilia la estanquera, o Rocío la panadera coinciden en que les ha llegado mucha gente de fuera durante el confinamiento. «No sabía que había tanta casa por ahí y eso que yo llevo más tiempo aquí que los carballos de la entrada del pueblo», comenta al pie del estanco su dueña. «Vino gente a pasar aquí el confinamiento. Debe de ser que se les caía el piso encima o tenían miedo a contagiarse en la ciudad», continúa con cierto deje crítico. «Nosotros vivimos en nuestro mundo», añade para hacer ver que lo de la desescalada que en Fornelos llevan más avanzada no es algo que ayer les haya cambiado realmente las reglas del confinamiento.

Isabel, la farmaceutica, reparte café y bocadillos con otros locales de pueblo
Isabel, la farmaceutica, reparte café y bocadillos con otros locales de pueblo Carlos Punzón

«Me he quedado sorprendido para bien. La gente se está portando estupendamente, más allá de tener que llamar la atención a alguno que no lleva mascarilla», radiografía el alcalde a sus convecinos. Con la casa consistorial cerrada a cal y canto, Emiliano Lage ha añadido su teléfono móvil al último bando, «para que todo el que necesite mascarillas o algo me llame», dice enfundado en un chándal evidenciando haber aparcado la faceta de político para afanarse en gestionar la crisis a pie de calle. «Espero que nos compense alguien, porque no sé cuánto dinero llevamos gastado en las comidas que repartimos por las casas de las personas más delicadas, las que no conviene que salgan», dice en un tono a medio camino entre el orgullo y el ruego.

Ansiadas mascarillas

Por la parroquia de Rial un coche del Concello llama a sus vecinos para que salgan a la puerta a recoger mascarillas. «Quedan superagradecidos, hasta las quieren pagar», dice Eladio. «Mira que tardaron en llegarnos, porque somos los últimos de los últimos», continúa mientras aprovecha para vender las bellezas de la naturaleza de Fornelos. «Aquí lo llevamos de otra manera. A mi hijo que viven en Pontevedra se le cae el piso encima, no puede más. Pero aquí se ha ido todo el mundo. La pena es que cuando yo iba al colegio eramos 700 niños y ahora van unos 70», calcula mientras su compañero regresa del periplo de entrega.

«Quizás haya más gente hoy en las compras porque es lunes y además después de un festivo, pero se nota mucho que la mayoría está más en casa, vendemos muchas más bombonas de lo habitual», mantiene el repartidor.