Eunice Foote, la madre del cambio climático

SOCIEDAD

Eunice Foote en una ilustración creada por la Agencia del Océano y la Atmósfera de Estados Unidos (NOAA)
Eunice Foote en una ilustración creada por la Agencia del Océano y la Atmósfera de Estados Unidos (NOAA) NOAA

La historia de la ciencia ha omitido el trabajo de la primera persona en descubrir a mediados del siglo XIX el mecanismo que calienta la Tierra en la actualidad

03 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La historia de la ciencia tiene una deuda con todas aquellas mujeres que protagonizaron verdaderas revoluciones en el conocimiento, pero cuyos apellidos permanecen en el olvido. Una de ellas fue la climatóloga estadounidense Eunice Foote. El físico irlandés John Tyndall y el químico sueco y premio Nobel Svante Arrhenius están considerados como los padres del cambio climático. Tyndall descubrió en 1859 que las moléculas de gases como el dióxido de carbono, el metano y el vapor de agua bloquean la radiación infrarroja que emite la Tierra hacia el espacio exterior, algo que no sucedía con el oxígeno y el nitrógeno. Por esta idea, la ciencia reconoce a Tyndall como el descubridor del mecanismo de absorción de los gases en la atmósfera que hoy se conoce como efecto invernadero. En 1896 Arrenius propuso además que duplicar el dióxido de carbono produciría un incremento de hasta cinco grados.

Sin embargo, tres años antes que Tyndall, Foote ya había identificado el mecanismo que calienta el planeta mientras investigaba sobre el clima del pasado. Ella sabía que en etapas geológicas anteriores, como el período Carbonifero, que ocurrió hace 350 millones de años, la presencia de gases como el dióxido de carbono había sido mayor que en su época. «Fixo experimentos usando cilindros para comprobar como afectaba a radiación solar en diferentes mostras de aire, húmido e seco. Tamén probou con distintos gases e deuse conta de que como máis se quentaba era cando introducía gas carbónico», reconoce Jorge Mira, catedrático de Física de la Universidad de Santiago. Foote fue la primera en reconocer experimentalmente el mecanismo que eleva la temperatura media global en la actualidad. «Ela deuse conta de que un atmosfera con ese gas produciría un quecemento do planeta e que se nalgún momento o aire se mesturara cunha proporción elevada de dióxido de carbono habería un incremento da temperatura», sostiene Mira.

Foote escribió su trabajo en un artículo científico publicado en 1856. Por entonces, las mujeres tenían prohibido exponer sus investigaciones. Así que el físico Joseph Henry se prestó a dar a conocer en la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia los resultados de los experimentos de Foote que iban acompañados de un texto que había redactado ella misma en el que señalaba que «la ciencia no es de ningún país y no tiene sexo. La esfera de la mujer abarca no solo lo bello y lo útil, sino lo verdadero». Foote fue la primera cientifíca en descubrir cómo la atmósfera regula la temperatura global y, por ello, se puede considerar como la madre del cambio climático. «Incluso entre a propia comunidade de expertos que investigan o quecemento global o seu apelido é completamente descoñecido», lamenta Mira. 

No, el Covid no frenará el cambio climático

Si Eunice Foote estuviese viva, explicaría por qué los efectos de la primera pandemia global de la historia no tienen ningún impacto en la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera. Es cierto que el confinamiento de millones personas en todo el mundo se ha traducido en un descenso notable de la emisión de gases contaminantes. Pero llegados a este punto, es necesario distinguir entre aquellos que tienen una influencia en la salud de los que afectan al clima. Lo que ha provocado el coronavirus es una caída muy significativa de ciertos gases como el dióxido de nitrógeno que está asociado al tráfico y que tienen un impacto inmediato, local y en la salud de las personas.

La emisión de dióxido de carbono en la atmósfera también se ha reducido, pero la pregunta es ¿afecta al clima de la Tierra? La respuesta es no, porque la influencia actual del principal gas de efecto invernadero sobre la temperatura media es un proceso que lleva años actuando, tal y como explican desde el Centro de Investigación Atmosférica de Izaña. «La concentración de CO2 actual en la atmósfera es resultado de la acumulación de emisiones en el último siglo, dada la larguísima vida efectiva del CO2. Por eso la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera no se ha visto afectada por Covid-19».

El pasado 18 de abril los principales observatorios que miden la concentración de dióxido de carbono, como el de Izaña (Tenerife) o Mauna Loa (Hawái) registraron un valor de 418,7 partes por millón (ppm), sumando un nuevo récord histórico. La última vez que se registró una cifra tan elevada fue hace unos cuatro millones de años. Por entonces, la temperatura era entre 2 y 3 grados más alta y el nivel del mar, entre 10 y 20 metros superior al actual. Esto puede llevar a muchos a preguntarse ¿por qué entonces la temperatura media hoy solo ha aumentado un grado respecto a los valores preindustriales?. «Uno de los aspectos que se olvida es que el principal gas de efecto invernadero es el vapor de agua. Por otra parte, el sistema climático resulta complejo, con muchos mecanismos de retroalimentación, y rara vez presenta una respuesta directa y lineal a los cambios. Además, el casquete de hielo del Ártico no aparece de forma permanente hasta las últimos tres millones de años. Esto quiere decir que el agua que hoy está retenida en forma de hielo se encontraba en la hidrosfera, esencialmente en los océanos, por ello es lógico que el nivel del mar fuera superior», explica Antonio Martínez Cortizas, biólogo de la USC e investigador en paleoclima.

En lo referente al clima, el pasado nunca vuelve igual y las registros del calentamiento actual son muy preocupantes. Sin olvidar, además, que la variabilidad natural ya resulta muy potente sin la intervención humana. El experimento geofísico que está llevando a cabo la humanidad nunca se había hecho antes y sus consecuencias son impredecibles.