En Galicia, cerca de 1.800 infectados por coronavirus, el 20 % del total, superaron sus dolencias tras varias semanas de tratamiento. Algunos lo cuentan para animar a la población y lanzar un mensaje de optimismo; vencer a la pandemia es posible

Susana Luaña

Para la población gallega que espera confinada a que la epidemia llegue a su fin, la sonrisa de quienes han superado la enfermedad es el mejor bálsamo. En la comunidad, cerca de un 20 % de los contagiados se recuperan y ven la luz al final del túnel. Son cerca de 1.800 los pacientes que han sufrido y superado el coronavirus en Galicia: deportistas, familias anónimas y, sobre todo, el colectivo más castigado, el de los sanitarios. Su esperanzado testimonio anima a los 8.000 que sueñan con dejar atrás la pesadilla que trastocó sus vidas

Fernando Montero y Sara Valiña: «Non quixen ver os informativos, víñanme moitas cousas á cabeza»

ANA GARCIA

M. G.

El matrimonio conformado por Fernando Montero y Sara Valiña, de 65 y 64 años y residentes en Baio (Zas), supo esta semana que, después de más de un mes de odisea, por fin estaban curados del covid-19. Él fue el primero en sentirse mal, el 15 de marzo, y su mujer caería días después. «Pasei 36 días encerrado na habitación. Por fin saímos deste pesadelo», cuenta Fernando, que, a diferencia de su esposa, no necesitó asistencia hospitalaria. «Eu xa me negaba a poñer os informativos porque ves tantos falecidos que se che pasan moitas cousas pola cabeza. Vin moitas películas e fixen sudokus ata que os nervios me facían desconcentrar e tiña que acabar por deixalos», añade el baiés, que agradece el «comportamento excepcional» de los sanitarios que le trataron, que se preocuparon «todos os días» de su condición: «Eu creo que viviron a enfermidade con nós».

Junto con su mujer Sara, y asistidos por sus dos hijos, regentan un histórico establecimiento en la localidad, Casa Rogelio, que estos días fue desinfectado a fondo para volver a ofrecer los servicios permitidos. «Ao principio había un pouco de medo, pero agora aseguráronnos que xa non podemos contaxiar».

Lo primero que hizo este baiés al enterarse de la buena noticia fue darse una buena ducha, bajar a tomar el aire y achuchar a su nieto, «que morría por velo».

Marisa López: «Mi hija Loreto se hizo cargo de una casa donde éramos cuatro positivos»

MIGUEL VILLAR

P. N. V.

Hace casi un mes, la familia de Marisa López estaba dividida en cuatro habitaciones en su casa de Reza, a las afueras de Ourense. Todos se habían contagiado, y la hija, Loreto, asumió estar pendiente de las tareas diarias con sus padres y su abuela aislados de forma individual. «Para ella tuvo que ser agobiante, porque se hizo cargo de una casa donde éramos cuatro positivos. Y se fue adaptando», dice Marisa. Ahora, todo ha cambiado. Loreto se recuperó y está de vuelta en su piso, con su marido. Y su madre, enfermera ya jubilada y con toda una vida tras de sí en el centro de salud de A Ponte, recibió este jueves una llamada para acudir a su antiguo lugar de trabajo como una de las seleccionadas para el estudio epidemiológico del Sergas.

Llegó a las 11.15 horas y algunos de sus compañeros de antes hasta se sorprendieron de verla, porque no contaban con que a ella le hubiese tocado participar. Técnicamente, ella ya estaba dada de alta al carecer de síntomas y haber pasado más de 20 días en cuarentena. Este jueves, a las tres horas de acudir al recinto sanitario, supo que había dado negativo. «Me llamaron y me lo dijeron en el momento. Yo sigo estando tranquila y lo único que noto es un poco de cansancio. Y en casa quedó mi marido, que esperaba que lo llamasen a él para hacer el test y se quedó disgustado», decía riendo.

Luis Pérez de Llano: «Tenía malestar y no sabía si era por el virus o por la tensión y cansancio»

OSCAR CELA

M. M. G.

El jefe del servicio de Neumología del Hospital Universitario Lucus Augusti (HULA), Luis Pérez de Llano, fue el primer sanitario en infectarse de coronavirus en la provincia de Lugo. «Tampoco estoy cien por cien seguro de haber pasado la enfermedad, incluso pudo haber sido un falso positivo», asegura el doctor.

Todo empezó cuando dos enfermeras de la planta del hospital en la que trabaja dieron positivo en covid-19. Entonces, a Pérez de Llano le hicieron una PCR que arrojó un resultado positivo. «Notaba malestar general pero no sabía si era por el virus o por el cansancio y la tensión de los últimos días de trabajo», explica el sanitario. Después de una semana en casa aislado, le repitieron la prueba y dio negativa, por lo que volvió al hospital para continuar con el trabajo. «Yo pensaba que, si estaba mejor, lo que tenía que hacer era trabajar, y más con la situación que había en el centro hospitalario», explica el doctor.

El jefe de Neumología del HULA cuenta que en estos momentos está centrando su trabajo en recuperar la atención normal a los pacientes, puesto que la presión hospitalaria provocada por el coronavirus en Lugo es mínima en comparación con otras ciudades gallegas o españolas. Además, esta es una de las provincias en las que menos sanitarios se han contagiado.

Yelco Alfaya: «Los síntomas apenas me afectaron, lo complicado fue estar en un cuarto»

X. R. C. T.

Yelco Alfaya, jugador cangués del Bergantiños, fue el primer positivo del deporte gallego. El futbolista está convencido de que se infectó en Madrid durante la disputa de la Copa de las Regiones UEFA que jugó con la selección gallega.

Un mes después, está totalmente recuperado y apunta que lo peor fue el tiempo de aislamiento en su habitación: «Una vez que hicimos la prueba, lo complicado fue estar en la habitación porque los síntomas prácticamente no me afectaron. Fueron muy débiles salvo un par de días antes de hacerme la prueba, que estuve con malestar y algo de fiebre». De hecho, admite que hasta el positivo fue un poco sorpresa: «La prueba la hice un poco por precaución al venir de Madrid justo esa semana y porque estaba con malestar, de hecho no pensábamos ni que fuera coronavirus, pero dio positivo». Solo tomó paracetamol un par de días y mantuvo contacto con los médicos por vía telefónica.

Yelco confiesa que nunca se asustó y que su único temor era poder infectar a sus padres o a su hermano, por eso estuvo tres semanas encerrado.

Quince días después de hacerse la prueba por segunda vez, de la que dio negativo, el futbolista ya se considera «totalmente curado» y ya hace vida normal, que incluye entrenar en casa y avanzar en sus estudios de INEF.

Ana Nine: «Desconectei, deixei de ver a televisión porque me angustiaba tanta información» 

M. G. R.

Ana Nine trabaja como técnico en cuidados auxiliares de enfermería en el hospital de Barbanza. Se contagió de coronavirus, cree que fue en el centro sanitario pero no lo puede asegurar con certeza, ni lo ha pensado demasiado. Lo que sí sabe es que fue al principio de la epidemia: «O 19 de marzo tiña síntomas, pero eu non o sabía, pensei que tiña unha contractura moi grande, como moita dor. Pola noite xa me atopei peor, mareada, co estómago moi revolto, e saltoume a alarma». Avisó al hospital y le hicieron la prueba: ella y su pareja dieron positivo, sus tres hijos, no. Comenzó entonces el aislamiento: «Os nenos estiveron con nós todo o tempo. Son moi conscientes do coronavirus, saben que non poden saír e que non poden darnos bicos. Eles deron negativo, pero podían ter carga viral e contaxiar a alguén se llos levaba aos avós, así que o pasamos xuntos, en familia».

Ana sabe que por su profesión está más expuesta, a este o a cualquier otro virus, y lo acepta porque le encanta su trabajo. Lo peor para ella fue que afectase a los suyos: «Nos primeiros días foi moito estrés, e o medo de se lles pasaba algo aos nenos e non poder saír da casa». Las noticias sobre el avance de la pandemia tampoco la tranquilizaban, y cortó por lo sano: «Desconectei, deixei de ver a televisión porque me angustiaba. Eu vivín o meu caso persoal, cos meus e pensando en miña nai e meu irmán. O que máis me angustiaba era contaxialos eu».

Juan Carlos Díaz del Valle: «Volver a trabajar y ayudar a pacientes y compañeros ha sido una bendición»

CESAR QUIAN

A. M.

Juan Carlos Díaz del Valle, psiquiatra del Complejo Hospitalario Universitario A Coruña (Chuac) no sabe cuándo ni dónde fue infectado. Pero antes de hacerse la prueba, «sabía perfectamente que tenía el covid-19». Cuando se la fue a hacer, el 18 de marzo, recuerda que presentaba los típicos cuadros de la gripe, como fiebre, «pues entonces tenía 39 grados, y dolores musculares». Pero por el hecho de vacunarse todos los años contra la gripe común, ser médico y, por tanto, conocer perfectamente los síntomas y su cuerpo, tenía claro que tenía que ser coronavirus.

Aquel mismo día ingresó, pero estuvo muy pocos días. «Tenía una pequeña neumonía que me fue remitiendo y pronto me dieron el alta», dice. Al ser médico, «sabía perfectamente las medidas y los cuidados que debía llevar a cabo. Llevaba todos los controles y diariamente hablaba con mis compañeros, a quienes les informaba de los avances, y así llegué al 8 de abril, cuando superé el virus».

Juan Carlos Díaz del Valle lo ha llevado «bien», dentro de la gravedad y lo que supuso para la vida familiar y laboral. «Afortunadamente, lo mío fue como una gripe fuerte», dice, pero lamenta profundamente que «otros compañeros no tuvieron la misma suerte». Y debido precisamente a eso, «volver a trabajar —regresó el pasado día 13— y ayudar a pacientes y compañeros fue una bendición».

Mónica Azálgara Lozada: «Me muero de ganas de volver al trabajo y que descansen los demás» 

S. L. L.

Corría la tercera semana de marzo; en el Chuac de A Coruña se detectaba el primer caso gallego de coronavirus y la doctora Mónica Azálgara, que forma parte de la plantilla de urgencias, empezó a sentirse cansada. «No le di importancia, pensé que era agotamiento, ya que llevaba tres días de trabajo seguidos». Pero en las jornadas siguientes no mejoró, por lo que, ya con la mosca detrás de la oreja, se hizo la prueba de coronavirus y dijo positivo. No se quedó ahí la cosa; lejos de mejorar, su estado de salud empeoraba, así que fue ingresada y se le diagnosticó una neumonía. «Fue cuando me di cuenta de que no olía nada, y sigo sin tener olfato». Empezó entonces un proceso de recuperación del que recuerda, sobre todo, los extraordinarios cuidados recibidos por parte de sus compañeros. «Pude ver el proceso desde el otro lado, como paciente, y puedo decir que en Galicia tenemos un sistema de salud buenísimo, desde primaria a la atención hospitalaria, y que los cuidados del personal fueron increíbles, siempre tratando de dar ánimos». Y eso que vivieron varios casos duros en el servicio de urgencias del Chuac; entre ellos, la muerte de un compañero. Atendiendo a la llamada de su vocación, pero también con ganas de ayudar a quienes tanto la ayudaron, está a la espera de que le hagan una nueva prueba de coronavirus —la anterior dio positivo de nuevo— para reincorporarse. «Me muero de ganas de volver y que descansen los demás». Hasta se ofreció para hacer teletrabajo. «O lo que sea», insiste.

Francisco Jorquera Plaza: «Perdí un kilo diario, no podía comer y la comida me sabía mal» 

 

Aunque desde los 90 dejó su plaza como adjunto en el entonces Hospital da Costa en Burela y pasó a trabajar en el actual Complejo Hospitalario de León, donde es jefe de Digestivo, el médico Francisco Jorquera Plaza mantiene fuertes vínculos con A Mariña. Tiene segunda casa en Cervo, su paraíso rural de descanso al mes. Como otros compañeros de su departamento, el digestólogo leonés ha sido uno de los sanitarios contagiados por el covid-19, probablemente en su caso «al realizar endoscopias protegiéndonos como hemos podido», cuenta. La primera semana de la enfermedad la describe así: «¡En mi vida me sentí tan mal! Tengo 60 años y nunca me vi tan afectado, por cansancio. Esa semana no podía comer. Perdí, en siete días, siete kilos. Un kilo diario. No podía moverme aunque no tuve fiebre alta como otros, solo décimas. La comida me sabía repugnante, muy mal, porque cambia el gusto y el olfato». A las tres semanas, tras dar negativo en el test, pudo reincorporarse a un trabajo que ya, en parte, había adelantado en su cuarentena desde casa, «organizando, porque más de la mitad de la plantilla de mi servicio pasó a trabajar para atender a pacientes con covid-19», añade. Empezó con ganas y energía, recuperado física y mentalmente. Y emocionado por el reencuentro con sus compañeros del hospital, un hospital en el que en ese justo momento estaba descendiendo la presión asistencial por el virus. Ahora, también agradece la preocupación de sus vecinos y amigos mariñanos: «¡El cariño gallego lo tuvimos todos los días!».