«Al darnos el alta nos hicieron un pasillo como los de la Liga de Campeones»

Pablo Varela Varela
pablo varela OURENSE / LA VOZ

SOCIEDAD

CEDIDA

María Sánchez, usuaria de la residencia ourensana Nuestra Señora de la Esperanza, recibió la buena noticia este domingo

21 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

En la residencia Nuestra Señora de la Esperanza, en Ourense, vieron algo de luz entre el domingo y el lunes tras recibir la noticia de que 29 de los usuarios habían dejado atrás el coronavirus. En el recinto, donde aún quedan 72 positivos, respiran momentáneamente tras unos días extraños, también para los empleados.

Pablo Gómez, de 40 años, es uno de los fisioterapeutas de la instalación. Entre los pacientes hay quien sufre más en lo físico que en lo mental, y algunos de los residentes que estaban confinados en sus habitaciones deberán ahora desentumecerse y recuperar las rutinas de ejercicio que llevaban antes de aislarse para prevenir posibles contagios. «Aquí hay gente que ha estado demasiado tiempo sin caminar, y eso se termina notando», explica. Este domingo, supieron que las segundas pruebas realizadas a 88 de los residentes habían dejado un reguero de casi 30 negativos. «Es verdad que aún nos queda mucho por remar, pero fue un subidón porque también da ánimo a los demás usuarios y a los empleados que siguen estando aquí», decía Gómez, que atendía en ese mismo momento a una de las que celebró su alta.

La añoranza de María Sánchez

En la residencia ourensana, un cupo de plazas cercano al 30 % está vinculado a la Xunta. En Nuestra Señora de la Esperanza hay usuarios de Pontevedra y también de A Coruña. Es el caso de María Sánchez, de 63 años. Padece esclerosis múltiple y, al otro lado del teléfono, parecía rebosar energía. «Esto fue como respirar de nuevo. Como volver a la vida», decía.

Pasó 20 días en su habitación desde que supo que padecía la enfermedad. Pero la patología no es un mal único, porque puede conllevar otros, como la soledad. «Los primeros días lo pasé mal. Tenía algo de fiebre, y se me fue yendo poco a poco», cuenta. Si hubo una fórmula para decirle adiós a la COVID-19, ella se decanta por un mezcla de suerte y cuidados, los del personal del que forma parte Pablo.

Ahora, su cuenta pendiente es volver a disfrutar de A Coruña, su ciudad. No la pisa desde la Navidad. «En verano, si Dios quiere, iré a pasar unos días», dice. Eso sí, descarta lanzarse al agua en la playa de Riazor, «porque siempre está bastante fría». Sánchez, que creció entre el barrio del Agra del Orzán y las Conchiñas, explica que cuando les notificaron el alta lo celebró con las empleadas de la residencia. «Nos hicieron un pasillo como los que hay en la Liga de Campeones», ilustra.

Y María, usuaria de la residencia Nuestra Señora de la Esperanza, muestra la suya para contemplar en un futuro al equipo de fútbol de su ciudad celebrando algo de nuevo. «Pero antes que nada tendremos que pedirle al Deportivo que suba otra vez a Primera», pedía.