«En septiembre, octubre y noviembre tenemos bodas todos los viernes, sábados y hasta domingos»

SOCIEDAD

Una ramo de flores creado por Ai! Carmiña
Una ramo de flores creado por Ai! Carmiña @bangbangyou

Las bodas se aplazan mientras el sector funerario factura un 10 %. Los efectos del covid-19 sobre plantas ornamentales y flores cortadas serán peores a corto plazo que los de cualquier plaga.

28 abr 2020 . Actualizado a las 09:14 h.

La temporada de bodas de este 2020 se presentaba repleta. Los meses de primavera y verano siguen siendo los favoritos de los novios que planifican con meses y meses de antelación uno de los días más importantes de sus vidas. Detrás de cada boda hay mucha ilusión y también mucho trabajo. Lo saben bien Anxela Rodríguez y Elena Naveiras, las dueñas del taller floral Ai! Carmiña.

«Este 2020 la empresa cumple tres años. Iba a ser nuestro mejor año. Además de tener mucha más afluencia de clientes, nuestra tienda online estaba despegando realmente. La temporada de bodas empezaba antes que nunca y terminaba también más tarde. Desde febrero hasta octubre teníamos planificados enlaces prácticamente todos los fines de semana», explica Anxela.

«El día 14 de marzo teníamos una boda que se tuvo que cancelar con todo montado, incluidas las flores. Desde ese día, no hemos vuelto al taller. Teníamos el 21 de marzo una de las más grandes de la temporada que, ahora mismo, está pospuesta a noviembre. Y así una tras otra», cuenta una de las socias de Ai! Carmiña.

«Ahora estamos intentando modificar fechas. Septiembre, octubre y noviembre ya están llenos. Tenemos bodas viernes, sábados y hasta domingos. Hay novios que no se arriesgan y ya han decidido que van a esperar al 2021 porque la incertidumbre es mucha. Aunque se puedan celebrar están en el aire las limitaciones en cuanto a número de invitados, el riesgo que puede seguir habiendo para las personas mayores, desplazamientos...», asegura Elena Naveiras.

Lo que tienen claro es que «alrededor de la mitad de las bodas que teníamos contratadas para este año no se van a celebrar».

«Tenemos que reinventarnos de cara a los próximos meses porque nuestra principal fuente de ingresos son las bodas. Vamos a pensar todo tipo de alternativas », dice Elena. Porque las flores volverán a alegrar los días. 

La producción de planta ornamental se enfrenta a su peor primavera

Los efectos del COVID-19 sobre plantas ornamentales y flores cortadas serán peores a corto plazo que los de cualquier plaga. No afectan a la producción sino a la distribución, porque en cuestión de días ha desaparecido el mercado. Los viveros presentan sus mejores galas, las anulaciones de pedidos se suceden en cascada y todo ese caudal vegetal se ha quedado sin destino.

Santiago Ramos, gerente de Asvinor, asociación que agrupa a casi trescientos productores en Galicia, estima que las pérdidas serán de unos 18 millones de euros en el período más delicado del año para una agrupación que en 2018 facturó 45 millones: «Desde marzo y hasta mediados de mayo se concentra el 70 % de la producción, porque es el tramo de mayor consumo de plantas». Es tiempo de renovación de jardines, de engalanar las ciudades con la mejores plantas. Pero esta vez no habrá cambio de piel.

Las consecuencias van más allá, tal y como explica el propio Ramos: «Una empresa de tornillos, un comercio o una fábrica de componentes electrónicos pueden parar durante un tiempo y reanudar su actividad después sin problema. Las plantas, en cambio, requieren sus cuidados. Hay que seguir invirtiendo dinero en algo que no sabemos si se va a vender o no. Y, además, ahora tocaría ir vaciando los viveros o los espacios exteriores para hacer sitio a la temporada de otoño».

Abrir las ventas

El gerente de Asvinor considera que una manera atenuar el golpe pasaría por «permitir la venta». Le parece incoherente que «uno pueda ir a un agro y comprar un ramo de tomate, pero no una planta ornamental».

Galicia, que es uno de los principales productores de acidófilas como la hortensia, la azalea o la camelia, también sufrirá un rejón por la anulación de exportaciones a buena parte de sus mejores clientes, casos de Alemania, Reino Unido o Francia.

«En el sector funerario se está facturando un 10 %»

Antonio Louzán abrió junto a su esposa la primera tienda de Floristería Lilas en Compostela hace 35 años. El negocio fue creciendo hasta poner en marcha otros tres establecimientos y dar trabajo a quince empleados. Y casi de la noche a la mañana el COVID-19 lo ha puesto todo en entredicho.

«Las bodas se aplazan y en el sector funerario se está facturando, como mucho, un diez por ciento. No se velan los cadáveres. Ya no llevan flor. Van directamente al cementerio y se acabó», detalla Louzán.

El 14 de marzo cerró la primera tienda. Enseguida se le sumaron las otras tres y los trabajadores se fueron a sus casas confiando en que un ERTE fuese una alternativa para capear el temporal. No ha sido el caso, tal y como explica Antonio Louzán: «Tardaron en contestar y ahora nos dicen que lo deniegan. Pertenecemos a un epígrafe de flores y plantas, con un añadido de semillas y bulbos. Y lo cogen por ahí, a pesar de que nuestro negocio no está ni en las semillas ni en los bulbos».

Solo sigue abierto el taller funerario: «Quedamos mi esposa y yo como autónomos, para alguna pequeña entrega que pueda surgir, cosas puntuales por Interflora o algún centro funerario». No es fácil hacer frente a la situación y la incertidumbre: «Se te viene el mundo encima».