Expertos alertan del consumo excesivo de porno y juego en línea durante la crisis

Laura García del Valle
laura g. del valle REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Pilar Canicoba

La psicóloga Martina González explica que, en muchos casos, se trata de una forma de gestionar la ansiedad y el miedo

19 abr 2020 . Actualizado a las 10:32 h.

La web de contenido erótico con más tráfico de Internet recibía en el 2019 tantas visitas al día que se puede hacer una analogía con la población total de Canadá, Australia y Polonia haciendo clic en alguno de sus vídeos. Siendo como es una de las industrias más poderosas (y opacas) del mundo, las últimas cifras revelan que el porno mueve unos 4.000 millones de euros al año y genera el 25 % de las búsquedas totales de Google. Pero la magnitud de estos datos se queda en nada si uno pone el contador a cero desde el momento en el que empezó el confinamiento en cada país. Sobre todo si se estrecha el cerco a España.

El 17 de marzo, varios portales lanzaban de manera gratuita contenidos que habitualmente son de pago. Y las visitas se dispararon un 61,3 %, siendo el nuestro el país donde más se incrementó el consumo de vídeos del mundo, pese a que en otros puntos del globo se habían adoptado medidas similares. ¿A qué se debe este interés masivo por el porno? ¿Es una consecuencia directa de tener más tiempo libre o hay razones de fondo?

Como explica Martina González, psicóloga especializada en Sexología, influye que la sociedad acumule horas muertas, pero tiene una tesis muy clara. «La cuestión es que basándonos en nuestro modelo de regulación emocional, descrito por Paul Gilbert, nuestro sistema de amenaza, en general, está más activo en una situación de crisis como la actual. Así que en primer lugar surgen las reacciones más automatizadas en cada persona: luchar, huir, paralizarse, y también los mecanismos más automáticos e interiorizados para regular el malestar y las emociones que se activan en este sistema; es decir, el miedo, la ansiedad o la ira».

Es en este punto donde entra en juego la necesidad de recompensa inmediata. Esa liberación de dopamina que se consigue generalmente hoy en día, «mediante comida, alcohol, compras, likes en las redes sociales, un maratón de series, el juego online [entre el 13 y el 15 de marzo, según datos de Telefónica, el consumo de videojuegos en Internet aumentó un 271 % respecto a la semana anterior] y, también, con el sexo». Los cimientos de la normalidad y la rutina hace varias semanas que saltaron por los aires, y esto fomenta que, como comenta esta experta, «quien empleaba bebidas alcohólicas para regularse, beberá más; quien lo hacía con el juego, jugará más; lo mismo con el porno. Además, esas fuentes de alivio que muchas veces son un paseo al aire libre o el hecho de estar con la gente que queremos no las tenemos, y buscamos otros recursos».

Para González, nada de malo tiene el consumo ocasional de porno si uno lo hace por placer. Otra cosa, manifiesta, «es hacerlo de manera compulsiva para aliviar nuestra angustia. Como en toda conducta que cogemos como la única vía para regular emociones, puede convertirse en un problema porque el sistema dopaminérgico se habituará, y solo realizaremos esa actividad porque sin ella estamos peor. Así es como entramos en el bucle del malestar».

Respecto a las consecuencias que puede generar el aumento del consumo de vídeos X en el comportamiento sexual de la población más joven, la experta es clara: «El peor choque en relación a la gestión de nuestra sexualidad no viene del porno sino de una educación sexual y afectiva deficiente y desinformada».