«Fáisenos moi duro que as familias non poidan despedirse dos seus»

Marta Gómez Regenjo
Marta Gómez RIBEIRA / LA VOZ

SOCIEDAD

CEDIDA

Trajes de seguridad y estrictos protocolos de desinfección se han colado en el día a día del personal de las funerarias

16 abr 2020 . Actualizado a las 20:49 h.

No se habla de ellos porque a nadie le gusta hablar de la muerte: «Somos o último eslabón». Los trabajadores de las funerarias lo tienen asumido, pero su papel, aunque silencioso, es trascendental en esta crisis sanitaria. Ellos se exponen al virus, deben tratar con las familias de los fallecidos en uno de los peores momentos de sus vidas, lidiar con su tristeza, su nerviosismo y muchas veces con su enfado porque no pueden despedirse de sus seres queridos, no pueden verles por última vez y decirles adiós y eso es algo que cuesta asimilar: «Esta situación xa pasa de triste, o que sentes é impotencia», cuenta el noiés José González, de Pompas Fúnebres Noya.

Ese sentimiento es compartido por todo el sector en la comarca, como corrobora Ramón Vázquez: «Fáisenos moi duro a nós tamén que as familias non poidan despedirse dos seus seres queridos, para eles é traumático». Vázquez cuenta con una dilatada experiencia en su empresa, Pompas Fúnebres Europeas, y asegura que nunca había vivido una situación semejante: «Estamos afeitos a tratar coa morte e tivemos momentos moi duros, como o accidente do Alvia, ou incluso cando foi da gripe A, pero nada coma isto. Nos outros casos, a familia aínda podía ver ao defunto e despedirse. A verdade é que esta situación lévase mal».

Miedo al contagio

A la dureza de tener que tratar con el dolor de las personas que pierden a un padre, un hermano o un hijo y no pueden ni decirles adiós, ni siquiera asistir al sepelio, se suma la responsabilidad que sienten sobre sus espaldas los trabajadores de las funerarias: «Sempre tes o medo a contaxiarte e a contaxiar a alguén, se pasa algo quédache un cargo de conciencia».

Por eso, se toman todas las precauciones. Buzos, gorros, calzas, gafas, mascarillas y guantes dobles forman parte de la indumentaria del personal de las funerarias, que cambian como mínimo con cada servicio. A ello se suma el doble sudario que se pone a todos los fallecidos, la desinfección del ataúd, del coche fúnebre, de las camillas o de cualquier dependencia que se utilice. Sin embargo, mantener estos estrictos protocolos no siempre es sencillo, como explica Marco Gundín. Su empresa, Pompas Fúnebres del Noroeste, es una de las que cuenta con mayor implantación en la comarca de Barbanza, por ello han tenido que aprovisionarse bien: «Hemos comprado mascarillas hasta en Orlando. Tuvimos que buscarnos la vida para hacernos con el material de seguridad, pero fuimos previsores y no tuvimos demasiado problema. También hicimos una gran compra de ataúdes por lo que pudiera pasar».

Cuentan además con cañones de ozono para desinfectar tanto los coches fúnebres como la sala en la que se instalan los féretros mientras se arregla el papeleo para el entierro. Todas las precauciones son pocas: «Las medidas tienen que ser muy estrictas, nuestro sector no puede permitirse entrar en cuarentena y el personal tampoco está contento con esto, están preocupados por sus familias. Son los héroes del silencio en todo esto, siempre están ahí y se llevan una de las peores partes».

De hecho, los trabajadores viven esta situación con mucho estrés, como reconoce José González: «Súas dentro dos EPIS cando vas recoller a alguén, sobre todo porque non sabes moi ben como te podes contaxiar». Para él, la limpieza se ha convertido en poco menos que una obsesión: «É un sinvivir. Constantemente estás pensando se desinfectastes esa manilla, ou a mesa na que despachastes coa familia, cambias os guantes constantemente... Entramos en residencias, en hospitais, no depósito, temos que meternos no meollo».

El coronavirus impone los entierros exprés y los pésames a través de Internet

La crisis sanitaria provocada por el coronavirus está llevando a cambiar los ritos funerarios a marchas forzadas. Al estar prohibidos los velatorios, los entierros se celebran en cuestión de unas pocas horas, el tiempo que se tarde en tramitar los certificados y licencias necesarios para la incineración o inhumación, y los pésames no se transmiten con abrazos o un apretón de manos, sino a través de los apartados que muchas funerarias tienen habilitados para ello en sus páginas web: «Incluso se pueden comprar flores para enviar», señala el representante de Pompas Fúnebres del Noroeste.

Estas nuevas prácticas vienen impuestas por el estado de alarma, pero Marco Gundín cree que esta crisis supondrá un antes y un después y que contribuirá a cambiar hábitos: «Sobre todo en las zonas rurales, los tanatorios son un lugar de encuentro social y creo que esto va cambiar, la gente irá menos a los velatorios, o acudirán, pero se irán tras dar el pésame a la familia. De hecho, ya se veía menos gente en los entierros antes incluso de que se prohibiesen los velatorios».

La distancia social es uno de los principales inconvenientes a los que se enfrentan los trabajadores de las funerarias a la hora de desempeñar su labor, un hábito al que, reconocen, cuesta acostumbrarse: «Normalmente somos nós os primeiros que lles damos un pouco de calor ás familias, e ter que usar mascarillas e manter as distancias é un trato moi frío coa xente. Nese aspecto pasámolo mal».