La reconstrucción de Notre-Dame parada: tras las llamas, el coronavirus

asunción serena PARIS / E. ESPECIAL

SOCIEDAD

CHARLES PLATIAU

Hoy se cumple un año del incendio de la catedral con muchas dudas sobre su futuro

15 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace un año, poco antes de las 8 de la tarde, la flecha de Notre-Dame de París se hundió ante la mirada estupefacta de las miles de personas que se habían ido concentrando en torno a la catedral y los millones de ojos que a través del mundo contemplaban en sus televisores el trágico espectáculo de las llamas que iban devorando sin piedad 850 años de historia.

Emmanuel Macron prometió que Notre-Dame volvería a estar en pie pasados cinco años, justo preparada para la celebración de los Juegos Olímpicos de 2024, pero a día de hoy la catedral sigue en peligro.

Primero fueron las llamas, después el mal tiempo, y ahora, las obras de consolidación han tenido que ser interrumpidas con la llegada de la epidemia del coronavirus porque los obreros ya estaban sometidos a medidas drásticas para evitar la contaminación de las 400 toneladas de plomo que se fundieron, e imponerles otras restricciones para evitar el contagio del COVID-19 era excesivamente pesado y en algunos casos incompatible.

Antes de la epidemia sanitaria, la inspección del trabajo ya exigía que todo el mundo trabajase con un mono blanco y máscara, y se sometieran a una ducha cada vez que cambiaban de zona de trabajo.

Ahora no queda nadie, salvo los guardas de seguridad que, hace un par de semanas, descubrieron en el interior a dos ladrones que habían robado unas piedras de la catedral para intentar venderlas en el mercado negro. La excepción que confirma la regla tuvo lugar el pasado Viernes Santo. El arzobispo de París, Michel Aupetit, veneró en el interior de Notre-Dame la corona de espinas, la principal pieza del tesoro que puso ser rescatado por los bomberos, mientras se oía la música interpretada por el violinista Renaud Capuçon, y la voz del actor Philippe Torreton leyendo textos de Claudel y Péguy.

Todo estaba previsto para que con la llegada de la primavera comenzara el desmontaje de los 10.000 tubos de andamios que habían sido instalados para restaurar la flecha de Notre-Dame. Se había instalado la grúa capaz de levantar ocho toneladas de peso, y se había levantado un segundo andamio en torno al antiguo para que pudieran descender desde ahí los cordistas llamados «ardillas» por su gran agilidad, para cortar los tubos retorcidos y soldados bajo la acción del fuego . Pero ahí están, paralizados, a la espera de que el coronavirus deje de ser un riesgo.

Mientras tanto sigue abierto el debate entre los que quieren conservar el espíritu de los artistas medievales y los que apuestan por dotar Notre-Dame de una impronta propia del siglo XXI. El arquitecto jefe, Philippe Villeneuve, prefiere permanecer fiel al toque gótico introducido por Viollet-le-Duc, y es lo que opina una mayoría de franceses, que, por otro lado, un año después no parecen convencidos del origen accidental de este drama, como apuntan las investigaciones.

Los responsables no ocultan cierta inquietud sobre las promesas de donativos que tan generosamente surgieron en el momento del incendio. Muchas localidades tienen que hacer frente a dos meses de lucha contra el virus y la caída de las bolsas podría frenar los deseos de los posibles grandes donadores, especialmente procedentes de Estados Unidos.

Hoy, la buena noticia es que los muros de la catedral parecen estables. Eso es lo que transmiten los cientos de captores instalados por todo el edificio, atentos al más mínimo movimiento que se pueda generar.

El general Jean-Louis Georgelin, que dirige la reconstrucción de la catedral, asegura que el 16 de abril de 2024 se cantará un Te Deum en Notre-Dame.