Pedida de mano desde el balcón en su octavo aniversario

SOCIEDAD

El COVID-19 frustró un acto romántico en Madrid y el novio se ayudó de los vecinos para entregar el anillo

14 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Dos pancartas descolgadas por los vecinos de enfrente y en las que se podía leer «Ana, te quiero» y «te quieres casar conmigo» fueron el preludio para que Félix Lorente le pidiera la mano a su novia, Ana Rodríguez, en el octavo aniversario de su relación. Ambos viven en la calle Oleiros de Sada, una de las más marchosas del concello en lo que se han llamado celebraciones de balcón. Aprovechando la sesión musical de las ocho de la tarde del pasado sábado, Félix se compinchó con los vecinos no solo para los mensajes sino para que, como golpe de efecto, le hiciesen llegar el anillo, alumbrado por las luces de dos linternas, desde la parte de arriba del edificio. Aunque Ana se atrevió a responder no a la primera petición, rápidamente selló con un gran beso la pedida cuando Félix, sin acobardarse, hincó rodilla en tierra.

No había posibilidad de un rechazo. Tienen fecha para la boda. Será el 22 de agosto en la iglesia de Santiago de O Burgo (Culleredo), acompañados de 120 invitados. Félix había programado una escapada en Semana Santa a Madrid, donde tenía previsto realizar, en un lugar romántico, la pedida de mano formal que Ana ansiaba. El COVID-19 se lo impidió, por lo que buscó alternativa. La opción fue más casera, el confinamiento obliga, con él en batín y ella en sudadera, pero con el ánimo de todos los vecinos desde las ventanas pidieron un brindis por los novios.

«Llevamos juntos desde los 15», explica Félix a modo de justificación de una boda siendo tan jóvenes, ya que él tiene 23 años y Ana, 24. Su historia comenzó en unas fiesta de Lorbé, en Oleiros. Ese día llovió, él vivía cerca, en Dexo, e invitó a la pandilla a jugar a casa. Ana se unió al grupo, pero tardaron un año en volver a verse. Empataron y a los 18 años decidieron independizarse en el piso que tenían los padres de Félix. Desde allí sobrellevan la cuarentena, ella teletrabajando para una compañía de seguros, y él atendiendo algunas averías como electricista, ya que la mayoría de los encargos de la empresa que tiene con un socio están paralizados. Con el banquete ya contratado, ahora solo esperan a la celebración para disfrutar de su luna de miel en un crucero que les ha regalado el padre de Ana.