Un pacto como salvación o cortina de humo

Francisco Espiñeira Fandiño
FRANCISCO ESPIÑEIRA REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Mariscal | EFE

Pedro Sánchez insiste en reclamar lealtad y apoyo a una oposición que le reprocha no acordar ninguna medida

14 abr 2020 . Actualizado a las 08:50 h.

La nostálgica apelación a los Pactos de la Moncloa surgió por primera vez en los círculos de los veteranos del PSOE hace un par de semanas, en el peor momento de la crisis desatada por la pandemia del coronavirus, con picos de casi un millar de muertos y el fantasma de una recesión que va a dejar pequeña la sufrida entre el 2008 y el 2012.

Empezó como un deseo en un artículo de prensa y en el núcleo duro de Pedro Sánchez se recibió la idea con cierto escepticismo. Pero se agarraron a la propuesta como una manera más de afrontar las críticas y el desgaste ante los votantes. La buena acogida mediática al plan esbozado -sin dato alguno- por José Luis Ábalos, ministro de Transportes y secretario de Organización del PSOE, le dio recorrido a una idea cuyo principal motor era el entendimiento entre diferentes. El problema es que, a diferencia de 1977, estos nuevos Pactos de la Moncloa nacen con demasiados enemigos. Esta es la foto a fecha de hoy:

A FAVOR

Los socialistas y Ciudadanos. Pedro Sánchez ha visto como sus socios de investidura le han ido dando la espalda de forma sucesiva en cada decreto (ERC, Bildu, el BNG...). A la coalición PSOE-Unidas Podemos le queda apenas el apoyo de Teruel Existe y Más País. Ciudadanos, por su parte, se había quedado fuera de juego en el tablero político por su estrepitosa caída electoral (solo diez diputados) y el relevo en su cúpula. Para Sánchez e Inés Arrimadas, impulsar estos pactos -aunque sea bajo el nombre de acuerdos para la reconstrucción nacional- supone una tabla de salvación en sus respectivos objetivos. A los socialistas les permite disfrutar de una mayoría más amplia, al tiempo que descomponen el bloque opositor, reducido al PP y a Vox. A Cs le da un protagonismo mayor que su representatividad y le permite reubicarse en el centro del tablero político y frenar su sangría de apoyos, que se mantiene encuesta tras encuesta. A favor está también Coalición Canaria, aunque con dos escaños parece casi irrelevante. Y también podrían incluirse en este grupo a los grandes sindicatos. 

En contra

Vox, los independentistas y el doble juego de UP. Los partidos más radicales del arco parlamentario están claramente en contra de la iniciativa por diferente motivos. Vox fue el primero en desmarcarse. «Que paguen las nóminas y se vayan», repite su líder, Santiago Abascal, desde hace semanas. Ya no le coge ni el teléfono al presidente del Gobierno, en un gesto con el que pretende enfatizar su rechazo a la forma de gestionar que el bipartito PSOE-Unidas Podemos ha tenido en el último mes. Su solución pasa por un Gobierno de emergencia nacional, solución que rechazan de plano los socialistas.

La postura de los independentistas es bastante uniforme en este caso. La sintetiza Gabriel Rufián: «Con nosotros que no cuenten para blanquear el régimen del 78», avanzó el de ERC. En líneas idénticas se postularon Bildu -«queremos un Estado socialista», añadieron- y el BNG.

Aunque forman parte del Gobierno, en Unidas Podemos tampoco ven con buenos ojos el escenario de unos nuevos Pactos de la Moncloa. Aunque en público los líderes de la formación morada evitan mostrar su discrepancia para no ahondar en las diferencias del Gobierno, sus aliados y sus redes sociales no ocultan el temor a un movimiento que podría complicar la continuidad de la coalición. Oficialmente, Pablo Iglesias reivindica una revisión «más social» de la Constitución, pero varios de sus aliados -sobre todo los catalanes- reclaman una reformulación de las estructuras del Estado y otra serie de medidas (nacionalización de empresas, expropiaciones, leyes de vivienda...) que choca con la mayoría de los teóricos miembros de ese nuevo acuerdo nacional. Iglesias ha conseguido que Pedro Sánchez le prometa respetar su puesto en unos teóricos pactos, algo que los convierte en casi inviables.

Los escépticos

PP y PNV. «Iremos, pero no es más que una cortina de humo», lleva repitiendo una semana Teo García Egea, el número dos del PP. Pablo Casado ha tendido varias veces la mano hacia el Gobierno, pero denuncia que apenas se comunica con Sánchez -«hace dos semanas que no me llama», confirmó este domingo- y teme que la propuesta sea una «cortina de humo para disimular sus responsabilidades». Las discrepancias en las recetas económicas son evidentes y consensuar sus postulados con los del ala más izquierdista del PSOE y con Pablo Iglesias parece imposible. El PNV también teme el afán nacionalizador de Unidas Podemos hacia la banca y las industrias estratégicas, muchas de ellas vascas, como las eléctricas.