El arte que tomó el aire en un balcón abierto en la Alameda

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

SOCIEDAD

Óscar Vázquez

El pintor vigués Amando González ha compartido cada día una de sus obras con vecinos y espectadores de la calle

13 abr 2020 . Actualizado a las 17:31 h.

Premonitoriamente, hace dos años el pintor Amando González (Vigo, 1951) sacó sus cuadros al balcón de su casa como forma de compartirlos con una población, tanto de espectadores como de autores, cada día más huérfana de espacios para disfrutar del arte. Estos días lo ha hecho por un motivo muy distinto: su iniciativa sirvió para acercar la creatividad a una ciudadanía confinada que, con o sin galerías y museos, no debe salir. Recuperado de una reciente operación de corazón, el artista ha aprovechado para desempolvar fondos de su extensa pinacoteca personal. Ha aireado 38 obras durante 19 días (una hora por la mañana y otra por la tarde).

La experiencia anterior, que duró más de un año, la bautizó como Open studio Amando dada la precariedad de los espacios expositivos en la ciudad, pero eran exposiciones que organizaba en su casa, para lo cual abría las puertas a la presencia física de visitantes. «Ahora eso no se puede hacer y se me ocurrió sacar las obras al balcón. Hablé con el poeta del grupo Rompente Manolo Romón para que le buscara un buen título, y este es el que me dio: Amando a balcón abierto». Sacó sus cuadros mientras ponía música a volumen algo más alto de lo habitual, llamando la atención también por el sonido, aunque los cuadros son de gran tamaño, de dos por dos metros, para que se vieran bien desde la calle aunque no se apreciasen los detalles. «Yo llevo 40 años pintando aquí y hay mucha obra. Como todo el mundo, estoy removiendo la casa y puedo asegurar que tengo cuadros para estar aburriendo a los vecinos hasta el año que viene o más, pero espero que no haga falta», afirma con humor. No la hizo, ya que este fin de semana dio por zanjada la exposición.

Al hilo de esta actividad, el pintor reflexiona sobre sus relaciones vecinales: «Me voy dando cuenta que, a pesar de los años que llevo aquí, apenas conozco a nadie, y ahora estoy viendo a muy pocos metros a personas que nunca antes había visto y viven a diez metros de mí. Esperemos que después de esto reconsideremos esas cuestiones que hasta ahora eran tan comunes».

Amando ha pensando en animar al resto de sus convecinos, sobre todo a los de enfrente de su edificio, los de la manzana de la heladería Capri, que es a los que mejor ve, «a sacar a la calle también objetos que para ellos tengan un significado especial, aunque no sean artistas. Todos tenemos algo», argumenta el artista que, según cuenta, como normalmente en su zona ya hay poca relación entre la gente, ahora era el momento de activarla un poco: «A pesar de los años que llevo, puedo poner nombre a seis personas de la plaza de Compostela. Es terrorífico», comenta sobre el ambiente de la señorial zona a la que él llegó en un momento en el que no era prohibitivo y había mucha oferta.

Amando, que tiene algunas obras en colecciones como la de Afundación y ha realizado exposiciones en espacios como el Museo do Mar de Galicia, aprovecha para decir que si alguien se ha encaprichado de alguno de sus lienzos, no hay problema: «Los vendo todos, a pesar de que a mi me sigue maravillando que alguien meta en su casa una obsesión personal de otro», que es como él define sus trabajos creativos.

Para quien no vive en el entorno de la plaza de Compostela, puede echar un ojo a las propuestas diarias de Amando en redes ajenas. «Yo no las controlo, pero mi sobrina, sí» cuenta sobre las stories que su sobrina Uxía (uxisss) ha estado subiendo a Instagram sobre la exposición de su tío.