Un caso similar atraviesa José Manuel Encarnación, de 40 años, quien desde hacer siete años se dedica a estacionar vehículos en los restaurantes que bordean playa El Cortecito. En estas tareas se ganaba entre 300 y 400 pesos (entre 5,5 y 7 dólares) al día, que, afirma, les bastaban para mantenerse porque no tiene hijos ni pareja. Tras la crisis, narra, tuvo que echar mano de «alguito» que tenía ahorrado, recursos que también ya consumió, por lo que ahora se está manteniendo gracias a la solidaridad de algunas personas. Para este hombre, la situación es «muy difícil».
La crisis castiga por igual a José Raúl Polanco, 51 años, un pescador que, según narró a Efe, no había visto una situación similar en Punta Cana «ni en los dos ciclones» fuertes que han afectado el país en los últimos años, en alusión al George (1998) y el Matthew (2016). Los principales clientes de Polanco son los restaurantes y vecinos de esta zona que, argumenta, no se atreven ni a salir de sus casas por miedo la pandemia, que en el caso particular del país ha dejado 126 muertos y 2.620 contagiados. «Nos habíamos acostumbrado a vivir del turismo, pero tenemos que ser conforme con Dios, con lo que está pasando», subraya.