Gallegos atrapados fuera del país: «Me toman la temperatura seis veces al día»

SOCIEDAD

CEDIDA

Amador Abeledo, que trabaja en la ejecución de una refinería en Arabia Saudí espera desde el día 26 poder salir del país

08 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El gallego Amador Abeledo tenía que haber regresado desde Arabia Saudí a Madrid, en donde reside desde hace 17 años, el pasado 26 de marzo. Pero la crisis del coronavirus se cruzó en su camino y le impidió reunirse con los suyos. Este programador acostumbrado a trabajar en megaproyectos por todo el mundo, se encuentra en la ciudad de Jizán, participando en la construcción de una refinería. Aunque su trabajo llegaba al final, el cierre de todos los aeropuertos lo ha dejado atrapado en el país. En primera instancia, la empresa para la que trabaja, TSK, intentó cambiar los vuelos que tenía reservados, pero fueron cancelados.

Ayer mismo se abrió una posibilidad para viajar el próximo sábado, pero el hecho de que se haya cerrado por completo la ciudad de Riyard, desde donde tiene que partir, le arroja bastante incertidumbre sobre si finalmente saldrá su vuelo.

Amador Abeledo explica que en Arabia Saudí existe una gran psicosis por la pandemia y también un recelo mayúsculo hacia los españoles, por la incidencia que está teniendo la enfermedad en nuestro país. En una obra en la que hay 7.000 trabajadores de todas las nacionalidades, sobran los dedos de una mano para contar a sus compatriotas. «El jefe de la sala de control, pese a que me conoce, me preguntó hace unos días si era español. Entonces, me prohibió entrar a la sala, aunque al final se impuso el sentido común, pero la verdad es que hay mucha preocupación, sobre todo hacia los españoles y los italianos».

El jefe de la sala de control me preguntó hace unos días si era español y me prohibió entrar a la sala

Nacido en Ourense, de madre mugardesa y padre ferrolano, Amador explica que en Arabia, en donde ya se han contabilizado 2.500 positivos, las medidas tomadas para frenar la pandemia cada vez son más restrictivas. En el campamento en donde vive se les ha prohibido almorzar en el comedor y se han extremado las precauciones para transitar por el área de trabajo. No obstante, se reconoce afortunado por las condiciones de su alojamiento, frente a los de otras nacionalidades. «Me toman la temperatura cinco o seis veces al día y hay toque de queda en la ciudad a partir de las siete de la tarde, aunque desde mañana (por hoy) será a partir de las tres. Además, te obligan a ir con mascarilla, pero aquí no escasean», explica.

Por los aeropuertos

Pese a que está deseoso de regresar con su familia a Madrid, tampoco oculta su preocupación por tener que pasar por varios aeropuertos —Dubai y París— en un periplo de dos días antes de llegar a Madrid, su casa, con el consiguiente riesgo de contagio.

Futuros marinos mercantes gallegos aislados en Polonia temen perder un año de estudios

Jorge, Daniel y Carlos, alumnos de la UDC de Erasmus en Gdynia
Jorge, Daniel y Carlos, alumnos de la UDC de Erasmus en Gdynia

Las incertezas que está provocando la crisis de coronavirus en el ámbito universitario en toda Europa podrían dar al traste con los planes de varios estudiantes gallegos del Grao en Tecnoloxías Mariñas de la Universidade de A Coruña que están de Erasmus en la Universidad Marítima de Gdynia, en Polonia, y cuyo sueño es convertirse en oficiales y jefes de máquinas de la Marina Mercante. Aislados en un piso en la ciudad de Sopot debido al confinamiento decretado por las autoridades polacas, Daniel Cajoto Otero, de Foz; Carlos Couce Rodríguez, de Pontedeume; Jorge Rodríguez de Corcubión; y otro chaval de Carballo, además de Adrián Amieiro, de A Coruña, que vive cerca, temen que todo el esfuerzo que están realizando a nivel académico no sirva para nada si la universidad coruñesa retrasa las convocatorias de exámenes y las presentaciones de los TFG (trabajos de fin de grado).

Los dos primeros están a punto de acabar la carrera tras haber aprobado todas las asignaturas año a año, y de cara al curso que viene quieren estudiar en un máster habilitante. «Pero se retrasan ata o outono as convocatorias establecidas perderemos a oportunidade ata de matricularnos», sostienen los jóvenes, que solo pueden salir para ir a la compra, al médico o a la farmacia. «Desde o 11 de marzo non temos clase presencial, pero continuamos facendo os traballos telemáticos que nos piden», indican. Creen que, si en julio continúa el estado de alarma en España, los exámenes y las exposiciones de los trabajos podrían realizarse de forma on-line. «O importante é poder facelas», apuntan. Para que el COVID-19 no tumbe sus sueños.

«A falta de mascarillas, usábamos bufandas para protegernos»

Así iba antes de tener mascarilla.
Así iba antes de tener mascarilla.

«Nosotros sí tenemos mascarillas y guantes, pero son muy difíciles de encontrar. Hasta hace poco usábamos bufanda y guantes de invierno para protegernos», relata Mari-Rose Gómez. Esta ortegana nacida en Ginebra reside en Boston desde 1992. Su marido es estadounidense, igual que sus hijas. «Aquí llevamos en cuarentena desde el día 17, cuando cancelaron la escuela de las niñas debido a que un visitante había dado positivo», explica.

En la calle, la respuesta es dispar. «La gente está practicando el distanciamiento físico y confinamiento parcial, pero no hay restricciones por el Gobierno, ni a nivel regional ni de la ciudad, no exigen no salir, es una recomendación», señala. Eso sí, «han cerrado parques y lugares públicos para que no haya aglomeraciones, aunque los chavales juegan al baloncesto o van juntos al parque canino». «Pocas personas utilizan máscaras o guantes, se puede salir a hacer compras y a pasear, aunque no se recomiende, y se aconseja mantener una distancia de seis pies [1,80 metros] entre personas», detalla.

En su entorno hay gente con vínculos en Europa: «Recibimos noticias directas de nuestras familias en Italia, España o Irlanda, y tenemos una visión más estricta. Aquí vamos dos semanas por detrás de Italia y España». Aun así, «muchas personas que han podido y tienen segunda residencia en el campo o la playa se han desplazado tras extenderse la cuarentena más de una semana».

Las personas sin seguro médico y las más pobres se verán aún más afectadas

Cuenta que en los supermercados han comenzado a limitar los horarios y la cantidad de gente que puede entrar a la vez. «La gente de oficinas trabaja virtualmente desde casa; las personas del ámbito del arte están sin actividad; el personal de servicios está sufriendo con recortes; los restaurantes reparten comidas y los trabajadores de la salud están al pie del cañón, ya desesperados», enumera. Constata la escasez de test del COVID-19 y cree «inevitable» que la enfermedad se propague «con fuerza» por Boston, dada la proximidad con Nueva York, «y gente que vive en una ciudad y trabaja en la otra, sin que se haya cerrado el acceso». Lamenta «la confusión generada por la mezcla de mensajes» por parte de las autoridades.

Para Marie-Rose «lo positivo es que hay mucha gente tratando de echar una mano». «Las personas sin seguro médico y las más pobres se verán aún más afectadas. Al menos los refugios están recibiendo muchas ayudas de sus comunidades, de restaurantes locales que envían comida y material para protección», apunta.

Esta bostoniana de Ortigueira percibe inquietud por el riesgo de colapso sanitario: «De hecho, han empezado a habilitar la pista de patinaje de nuestro barrio, North End, y otros locales para los enfermos». Las consultas médicas se atienden por teléfono y piden que no se acuda a centros de salud ni hospitales «salvo en caso de emergencia, porque son lugares de alto riesgo».