«Soy como el caballo de un indio: no le puedes poner una silla porque galopará incómodo»

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

SOCIEDAD

Óscar Vázquez

Su personaje Tony Lomba, el rey de la música ligera, nació hace más de 25 años en los Tres Sudamaricones

05 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

«No paro en todo el día; entre el trabajo desde casa -trabaja en una compañía de seguros-, los bolos de los viernes, los dos críos y la intendencia de la casa, al final, estoy todo el puto día a dos mil», dice Germán Fandiño (Vigo, 1966) para resumir el día a día de su confinamiento en su piso de Bouzas. El mismo que transforma en escenario todos los viernes desde el inicio de esta locura para ofrecer a sus vecinos un concierto semanal. De música ligera, por supuesto. «Me comprometí con ellos el primer día y ahora ya se tomó como una norma y, ¡buf! da mucho trabajo, así que al que más le jode que amplíen esta movida es a mí», señala.

Pero cuando Germán Fandiño se transforma en Tony Lomba, está haciendo realidad un sueño de la infancia. En esa época ya tenía atronados a sus familiares, que no dudaban en mandarlo al cuarto de la lavadora a cantar. Daba a un patio que imaginaba como un auditorio. «Un tío mío, que vivía al otro lado, me oyó y me dio 25 pesetas; fue mi primer sueldo como cantante», afirma. Y siempre con la música ligera como horizonte salvador. «Ya de aquella cantaba Un beso y una flor, de Nino Bravo, la canción con la que siempre termino mis recitales», añade Germán Fandiño.

Pero sus gustos musicales son variados, tanto le gusta la música italiana como el cante flamenco, el hard rock o el heavy metal. «Es curioso porque sí me gusta Barbara Streisand, pero no me gusta nada Celine Dion», apunta. Y con esos antecedentes tenían que llegarle las actuaciones de verdad, con público, aunque todavía sin la música ligera como protagonista.

Heavy en Cangas

Fue en el paraninfo del instituto Santa Irene donde se estrenó junto a unos compañeros. «Antón Reixa nos dejó un par de amplis», recuerda el cantante. Poco después, en junto a unos amigos de Cangas, montó el grupo Electric Age con el que tocó, junto a Astarot, en el Cine Avenida de la localidad de O Morrazo. Y de tema eléctrico continuó su recorrido musical porque su siguiente parada escénica la realizó con el grupo vigués Unión Penosa. Llevaba pocos días en el grupo cuando ganaron en el año 1993 el concurso Vigo en vivo, que daba derecho a grabar un disco y realizar una pequeña por varias localidades gallegas. Tampoco ahí halló su hueco. «Aunque la música que componía Guy Bobillo era cojonuda, me di cuenta de que no era lo mío y lo dejé», afirma Germán Fandiño.

En aquella época trabajaba en una imprenta, pero sin demasiada ilusión por lo que se planteó un cambio. Se fue a Madrid a estudiar Dirección y realización de televisión y vídeo, al mismo tiempo que trabajaba en los almacenes del sello Boa Record. «Un día estaba cantando en el almacén y unos tíos me preguntaron si quería hacer una prueba para cantar en un grupo», recuerda. Y fue a la cita, en unos locales de Vallecas. Y lo cogieron, ni más ni menos que para cantar en Mago de Oz. «Cuando volvía en el metro estuve pensando que ese rollo del violín y la mezcla del heavy y la música celta no me iba, así que les llamé y les dije que no», apunta. Tony Lomba estaba a punto de nacer.

Ya de regreso a Vigo, Germán Fandiño propuso a Eladio Santos y Rubén Suárez, músicos de la banda Foggy Mental Breakdown, formar un trío acústico. Acababan de nace Los Tres Sudamaricones, y en su seno estaba Tony Lomba con todo el wachu wachu. «Fue un pepinazo», exclama Germán. Pero no duró demasiado. Él y Eladio decidieron conformar un dúo cuyo primer fruto fue el disco Pareja de hecho. «Yo creo que no tuvimos mucha suerte en aquel momento», afirma. Tuvo su repercusión, pero no la suficiente y al poco tiempo lo dejaron, «el potencial de Eladio no podía estar pillado en aquella historia». Sin embargo, todos los años, en Navidad, regresan con enorme éxito de público.

«Yo soy muy distinto del personaje; a veces me viene gente por la calle con el típico zarandeo y tengo que calmarlo porque no entro en el papel de artista», señala para distanciarse de Tony Lomba, personaje al que le augura mucho futuro porque le sigue gustando cantar. «Yo me dejo llevar por el placer de cantar, soy como el caballo de un indio, no le puedes poner una silla porque va a galopar incómodo», explica, de una forma muy gráfica su modo de vivir la música.