Juan Novo Gacio, primer enfermo de COVID-19 que salió del CHUF: «Es una vergüenza que falte material para los sanitarios»

Ana F. Cuba FERROL

SOCIEDAD

Juan Novo Gacio, al abandonar la planta séptima del Arquitecto Marcide
Juan Novo Gacio, al abandonar la planta séptima del Arquitecto Marcide

Este vecino de Ferrol agradece «el trato exquisito» que recibió del personal durante los diez días de ingreso

04 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

A Juan Novo Gacio le faltan palabras para reconocer y agradecer «el trato exquisito» que recibió por parte del personal del Complejo Hospitalario Universitario de Ferrol (CHUF) durante los diez días de ingreso. Nació en Torrente (Mera, Ortigueira) en 1949, trabajó varios años en la marina mercante, de camarero de oficiales en buques petroleros, y durante cerca de tres décadas en la cafetería Avenida, en la plaza de España de Ferrol, la ciudad donde vive. Fue el primer enfermo de coronavirus del área sanitaria al que dieron el alta. El viernes abandonó entre aplausos la habitación 714, donde había permanecido aislado desde el 17.

Él y su mujer regresaron el día 7 de un viaje del Imserso a Barcelona. Era sábado. «El domingo me levanté y fui a caminar, como siempre, pero ya empecé a notar que no tenía fuerza, me fallaba algo», cuenta. El lunes su tensión arterial sistólica (la máxima) cayó a 90, una señal de alarma para un hipertenso, que le llevó al servicio de urgencias del centro de salud. La temperatura corporal rondaba los 38 grados. «Me hicieron dos electros, me pincharon paracetamol y me mandaron para casa». La visita se repitió al día siguiente, al médico de familia, y vuelta a su domicilio.

«Ni por la cabeza se me pasó que fuera el virus... Pero seguía encontrándome mal, con fiebre, rechazaba la comida, y acabé llamando al teléfono que dieron. Al día siguiente mi mujer avisó directamente al 061», relata. En el hospital, las pruebas revelaron el positivo en COVID-19. Y neumonía, la tercera que supera. «Dentro de lo que cabe, tuve suerte, no necesité cuidados intensivos. Una enfermera me dijo "tú eres muy fuerte, Juan"». La habitación 714 se convirtió en su espacio vital, y el móvil, en la única conexión con el mundo exterior.

«Tengo ganas de abrazar a mi mujer e ir a un restaurante y tomarme una copita de vino»

«Los primeros días me encontraba tan mal, tan mal, que no quería ni hablar por teléfono. La fiebre me duró varios días y la tercera noche, en el cambio de turno, me encontraron en la cama encharcado como si me hubiera tirado al mar». Sentía asco por la comida. «A los médicos solos los vi cuando ingresé y cuando me dieron el alta, me llamaban cada día para decirme cómo iba evolucionando. Mi única relación era con las enfermeras, y las molesté lo menos posible, porque cada vez que entraban tenían que tirar el material de protección al salir, y al haber tan poco... Es muy grave y una vergüenza que falte material para los sanitarios -denuncia-. Si ellos caen, ¿quién nos va a atender a nosotros?». A Juan le indignan «los recortes en sanidad, y que los que gobiernan ahora no hayan sido capaces de aumentar los presupuestos, ni de mejorar los salarios de los sanitarios».

Con la mejoría física fue recuperando el ánimo y los últimos días en el hospital ya no estuvo solo. «Me preguntó el médico si quería un compañero, y le dije que si no estaba peor que yo, sí... Era un chico de 35 años que se había contagiado en Irlanda y que también se estaba recuperando». Los dos recibieron el alta el mismo día y ahora se comunican, cada uno desde su cuarentena. La de Juan es estricta, aislado en la habitación, sin contacto alguno con su mujer, salvo por teléfono. «Para ella [sin síntomas, pero aún pendiente de una llamada para las pruebas del coronavirus] es una alegría tenerme en casa, pero yo prefería el hospital para no darle tanto trabajo».

Emoción en la planta siete

La despedida de la planta siete del Arquitecto Marcide «fue muy emocionante». «Cuando salgo al pasillo y me encuentro a todas las enfermeras, a un lado y al otro, aplaudiendo y saludándome...». Su hija le llevó a casa y regresó a su confinamiento. Él se recluyó en la habitación sin saber cuándo podrán liberarle. «Así es la vida... Lo bueno es contarlo. Depende de cómo lo cojas, yo no me comí el coco, ni antes ni ahora. Casi no he visto la televisión, ni en el hospital ni en casa, se dicen muchas barbaridades». ¿Qué hará cuando esto acabe? «Abrazar a mi mujer... Tengo ganas de ir a un restaurante y tomarme una copita de vino bueno; no puedo, pero si llego allá me la voy a tomar».