El menor consumo de pescado fresco pone en jaque a la flota artesanal

Cristina Viu / ana gerpe CARBALLO, RIBEIRA / LA VOZ

SOCIEDAD

ANA GARCIA

La comercialización en las plazas de abastos ha experimentado una fuerte caída

01 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El cierre de la hostelería y el confinamiento de la población, especialmente de la de más edad, han hecho caer las ventas de pescado fresco en la Costa da Morte, una zona donde el consumo de los precios del mar es tradicionalmente muy elevado. La flota de bajura continúa trabajando, pero la caída del consumo está poniendo en serio peligro la viabilidad de las embarcaciones.

La comercialización del pescado de la zona suele realizarse en las plazas de abastos, pero en los puestos la oferta es cada vez menor, porque también lo es la demanda. Las pescantinas comentan que buena parte de su clientela es gente de bastante edad. Son las señoras mayores las que se desenvuelven con más comodidad en los mercados. La mayor parte de este colectivo está confinado en sus casas. No salen ni para comprar. En muchos casos son los hijos u otros familiares los que han asumido ese papel y en estos momentos no están para ir mirando por los puestos el pescado que parece más fresco y dar vueltas preguntando precios.

Este cambio en la alimentación ha hecho que las placeras no compren tanto, por lo que en las lonjas han bajado los precios. Las especies más de hostelería han caído en picado. El lenguado que hace un año cotizaba a unos 17 euros de precio medio no llega ahora a los 10. Solo el pulpo, porque va para congelar, mantiene las cotizaciones, con una valoración medida de 7 euros.

Esta situación está poniendo las cosas muy difíciles a la flota de bajura, a la que no compensa salir a faenar. También por el riesgo, porque los barcos son pequeños y no hay espacio.

«Xa non hai esas aglomeracións, a xente vén de unha en unha, que é como ten que ser agora»

Por delante de los puestos de pescado del mercado de abastos de Carballo resulta muy difícil circular los jueves e incluso otros días de la semana en fechas señaladas. Desde que comenzó el confinamiento, las cosas se han relajado mucho. «Xa non hai esas aglomeracións, a xente vén de unha en unha, que é como ten que ser agora», explica Rosa Carabel, una de las pescantinas.

No hay pues riesgo de contagio, pero la caída de las ventas se ha notado demasiado, aunque las comercializadoras son las que menos sufren la situación. Lo único que tienen que hacer es adecuar sus compras a la demanda. El volumen de negocio ha bajado mucho, pero también se ha complicado la obtención de la mercancía.

Lo que antes se lograba en una lonja, ahora hay que buscarlo en muchas y todo por no dejar desabastecido al cliente. «O meu fillo vai agora por todas partes», explica. Como el caso de Asier hay otros muchos. En las lonjas han empezado a detectar compras pequeñas. «Non compensa facer eses kilómetros para iso», señala Antonio Devesa, de la rula de Laxe. O quizá sí.

Tampoco los pescaderos están ganando, pero saben que deben seguir dando servicio porque el caso del coronavirus un día se acabará y ellos seguirán. De lo que hagan ahora dependerá lo que ocurra después. Si los que les compran no encuentran lo que buscan irán a otra parte y quizá se queden allí una vez que todo se normalice. Nada peor.

Por eso Rosa Carabel se mostraba ayer casi desesperada. El viento del lunes mantuvo la flota de la zona amarrada y tuvo que abastecerse en el Muro de A Coruña. La escasez no solo disparó los precios sino que dejó a muchos sin poder comprar casi nada. Tampoco el sistema telefónico convence. «Non podes ver nada», dice.

La situación es peor en otros puntos de la provincia

«Á que vou ir á praza, para estar no mostrador e non vender nada?». La que habla es María Miranda, cuyo puesto de pescado en el mercado de abastos de Ribeira estaba ayer vacío, al igual que otra media docena. Solo tres permanecían abiertos y, como afirmaba uno de sus ocupantes: «Vimos para ver se sacamos para pagar os gastos». La comercialización se ha desplomado, ahogando a un sector que ya estaba debilitado porque la sucesión de temporales del pasado invierno mermó la oferta de producto y disparó los precios, provocando una caída del consumo.

Uno de los que continúa acudiendo contra viento y marea es Pablo Patiño Ouviña, quien cuando se le pregunta por las ventas echa mano de la retranca para contestar: «Aquí estamos, agardando que veña a xente». Reconoce que adquiere en la lonja menos de la mitad de producto que antes de que la pandemia transformase por completo la vida de los ciudadanos: «Debo estar collendo un 25 %. Agora toca sobrevivir, despois xa veremos».

La supresión de las subastas presenciales en la rula también ha supuesto un importante cambio para los compradores: «É moi distinto, porque non podes ver o produto ata que cho entregan».

La estampa ribeirense de puestos de pescado cerrados es equiparable a otros mercados, como el noiés. En la jornada de ayer solo abrieron media docena de los 14 existentes: «Moitas plantaron porque xa non vendían», comenta Rosa Blanco. Entre las que sí acudieron se encontraba Elena Garrido, quien habla con pesimismo: «Levo 15 anos na praza e vexo a situación moi mal. Saco o xusto para pagar as facturas».

En A Coruña, en mercados como la plaza de Lugo se nota también una importante caída de la actividad comercial. Incluso en los supermercados se nota que hay menos pescado.