La empresa sostiene el aliento en Ferrol

Beatriz Couce, Rocío Pita Parada FERROL

SOCIEDAD

La comarca se sume en un suspenso de actividad, sin obras públicas y con el cerrojazo a las fábricas

01 abr 2020 . Actualizado a las 17:02 h.

No hay coches, ni personas esperando para cruzar en los semáforos, ni camiones por la autovía. Han desaparecido la mayoría de las furgonetas de reparto y las que se ven son de transporte urgente o de paquetería. En la cuadrícula de la tableta de chocolate, desafiando al frío, apenas se ven dos o tres personas por cada calle, solitarias, apurando los pasos a la vuelta del súper o de la panadería. Nadie se pelea por buscar un hueco en donde aparcar; casi los únicos vehículos que circulan son los de la policía naval, la nacional o la local. En el primer día de aplicación de la nueva vuelta de tuerca a las restricciones a la actividad económica, Ferrolterra contiene el aliento. Baja sus pulsaciones al mínimo para redoblar los esfuerzos en su lucha contra la pandemia del coronavirus.

En la avenida de Esteiro, plagada de bajos comerciales, solo una lavandería, una farmacia y un supermercado aportan algo de vida a una de las arterias principales de unión de los barrios con A Magdalena.

En el corazón de Ferrol se han apagado las máquinas de la gran obra urbanística de la ciudad, la que contribuía a llenar con algo de vida una urbe que ya estaba muy al ralentí. A cinco días se ha quedado la plaza de Armas de ver culminada su reforma. La previsión pasaba por que las obras se entregasen este viernes. Pero las nuevas restricciones hicieron que este lunes, a diferencia de las últimas semanas, la inactividad fuese total. Ni rastro de los operarios que hasta el viernes seguían afanándose en extender la capa de tierra estabilizada que cubre ya la parte donde se ubican el grueso de los árboles. Ni de los trabajadores que martilleaban los adoquines de la calle de la Tierra para nivelar la calzada. Con los tilos luciendo en todo su esplendor y tiñendo de verde el corazón de la ciudad, solo se movió por el recinto el encargado, afanado en recoger el material y en asegurar las vallas del perímetro. «La maquinaria se va a quedar toda aquí», explicó.

Tampoco hubo movimiento en el aparcamiento disuasorio de Canido —donde, no obstante, señalan los vecinos, ya no se veía actividad en las últimas semanas—, la rehabilitación de fachadas y cubiertas de edificios de Recimil o la reurbanización de los jardines de Fenya.

Máquinas solitarias y tareas a medio ejecutar también en A Graña y A Malata, en donde se llevaban a cabo los trabajos del acceso al tren del puerto exterior y nuevas instalaciones para el saneamiento, respectivamente.

El decreto del Gobierno bajó la persiana de muchas empresas y fábricas que habían resistido el estado de alarma. Solo hace falta darse una vuelta por el tercer gran polígono industrial de Galicia, el naronés de Río do Pozo, para apreciar el alcance de la medida. Salvo excepciones, todas las naves se encuentran completamente cerradas, muchas de ellas con carteles explicativos aludiendo a la crisis del COVID-19.

En el área de servicio de Ortegal Oil en este parque empresarial los empleados se afanan en desinfectar las instalaciones varias veces al día. «Hemos bajado un 50 % de actividad con respecto a la semana pasada, que ya había caído sobre un 30 %», explica un encargado.

La concienciación entre la clientela sobre la necesidad de mantener las medidas de seguridad y de prevención es muy alta, aunque «siempre hay algún despistado», comenta otra empleada. No obstante, la estación de servicio es uno de los últimos bastiones de movimiento en Río do Pozo, en el que las grandes avenidas empresariales vacías son una perfecta metáfora de las horas más bajas de la actividad empresarial en la comarca.