Tato Vázquez, presidente de los médicos de urgencias, alerta de que sus compañeros en Madrid, sobrepasados, se ven obligados a tomar decisiones a vida o muerte

Serxio González

Tato Vázquez, presidente de la Sociedad Española de Medicina de Emergencias y Urgencias (Semes) en Galicia y coordinador de Urgencias en el Hospital do Salnés (Vilagarcía) acostumbra a llamar a las cosas por su nombre. El espejo de Madrid, confiesa, le pone los pelos de punta -«es territorio de guerra»- y alerta de que resulta perentorio contener los contagios del coronavirus para evitar que aquí suceda algo parecido. El pico de la epidemia, calcula, estará sobre nosotros en cuestión de siete o diez días. Y solo hay una receta para impedir la catástrofe: «La colaboración de la población; quédate en casa aunque se te caigan las paredes encima»

-Imagino que estarán ustedes agotados.

-Bueno, las urgencias han disminuido muchísimo, pero lo peor es la tensa espera ante lo que sabemos que va a llegar no más allá de quince días. A mi plantilla se lo voy anunciando. Medimos la incidencia con el número de casos por cada cien mil mil habitantes. En Madrid acumulan una incidencia de 236, el nivel de España está un 113. Hace cinco días, Galicia estaba en un 25, hace dos días en 50 y hoy [por el jueves] en un 75. Esta es la progresión.

-¿Un 236 en Madrid?

-Así es. En estos momentos, Madrid es territorio de guerra, con Cataluña muy cerca y las dos Castillas también están entrando ahí. Hablo con compañeros coordinadores de urgencias de allí cada día y me dicen que es terrible. En situaciones así, cuando no tienes material para atender a todos, debes afrontar decisiones éticas ya muy complejas. Es un escenario que en medicina de urgencias, y en esto somos expertos, denominamos medicina de catástrofe. Puede sonar crudo o burdo, pero es así. Con un condicionante: hablamos de medicina de catástrofe de larga duración. Esto no es un terremoto, no es un accidente de un tren. El incidente en sí tiene una duración muy larga, con todo lo que esto implica.

 -¿Cuando se refiere a catástrofe, qué quiere decir exactamente?

 -Es una referencia técnica, te lo explico. En medicina de urgencia es un concepto que se aplica a la situación en la que tienes tal demanda asistencial que tus servicios sanitarios no pueden atenderla. Existe otro concepto, el incidente de múltiples víctimas, en el que tenemos muchas víctimas, pero nuestro sistema sí puede darles atención, y la forma de operar en una u otra varía sustancialmente. Quiero ser claro en esto. Está en manos de la población que nos enfrentemos a lo segundo y no a lo primero. Milán fue y es una catástrofe, Madrid está en esa línea y en nuestras manos, en las de la gente, está contenerlo para evitar que en Galicia se desencadene una catástrofe de este tipo.

-¿Pero por qué el coronavirus es capaz de provocar algo así?

-Lo que estamos comprobando es que este virus posee un índice de reproducción básico muy elevado. Es tremendamente contagioso. Ese índice prácticamente es de un 4 o un 5, lo que significa que cada portador contagia a cuatro o cinco personas. Te pongo un ejemplo de lo que esto supone. La comarca de O Salnés tiene unos cien mil habitantes. Con esa progresión que observamos, podríamos llegar a tener a un 40% de la población contagiada. Aunque en la mayoría de los casos solo se evidencien síntomas leves y puedan quedarse en sus casas, sabemos que una quinta parte de ese 40 % de contagiados tendrán que ser hospitalizados. Eso son ocho mil personas para un número de camas que, como mucho y doblando habitaciones, no supera las 170. Este es el problema. Si no paramos esa contagiosidad, es imposible que el sistema lo pueda asumir. En cambio, si la disminuimos lo máximo que sea posible, a lo mejor sí podemos atenderlas.

 -De ahí la importancia de quedarse en casa.

-Exactamente. Es vital, aunque te comas las paredes. Sé que es complicado, sobre todo desde la cultura gallega y la española, pero es la única forma. Nosotros podemos hacer lo indecible, pero sin el apoyo de la población no conseguiremos nada. Hay, además, un enorme peso emocional en lo que está ocurriendo. Este virus se ceba con los mayores, con nuestros padres, con nuestros abuelos. Estoy espeluznado con los datos de Madrid. En mayores de 75 años la mortalidad ronda el 20 %. Estamos hablando de la gente que nos ha criado. Yo a mis padres les digo que no salgan de casa ni por asomo. Este es el mensaje para la gente.

 -¿En cuanto al pico de la enfermedad en Galicia, está cerca? 

-No ha llegado todavía. Lo hará dentro de siete o diez días y se sostendrá en el tiempo otros quince días más. Estoy convencido, no obstante, de que tenemos dos ventajas sobre otras comunidades. La primera es el confinamiento, que ya lleva en marcha unos doce días, con lo cual lo vamos a recibir el golpe atenuado, porque el virus no circula libremente. La segunda es la dispersión poblacional. Ojo, porque me refiero a Galicia en su conjunto. Existen también dos zonas metropolitanas muy definidas, Vigo y A Coruña, y es en ellas donde el contagio crece exponencialmente. Estas dos condiciones, y tener bien estructurado lo que tenemos que hacer desde los servicios médicos, en planta, en las uci y en urgencias, nos puede ayudar. Pero, insisto, sin la colaboración de todos es imposible.

 -¿Cuál es el ambiente entre los profesionales sanitarios?

-Yo creo que la gente está fuerte, pese a las divisiones momentáneas que suele haber. Y es bueno, porque el que crea que no está fuerte para esto es mejor que se vaya a casa. Lo digo en serio, no podemos permitirnos trabajar desordenadamente. Pero mi percepción es que la gente está fuerte y unida, esperando lo que va a llegar. Sabiendo que nos va a venir un varapalo. Están previstas medidas de apoyo psicológico. En Madrid se pusieron en marcha hace tiempo, y es probable que haya fases de caída. Puedes creer que eres resistente, pero tomar decisiones muy duras te derrumba por dentro.

-¿Qué hay de la falta de material de protección, de la escasez de EPI?

-A los profesionales quiero darles las gracias por el trabajo y el esfuerzo, y tal vez enviarles un par de mensajes. La realidad nos demuestra que tenemos que ser absolutamente rigurosos con los protocolos. Cada cual debe cumplir su rol y las opiniones las dejamos para dentro de tres o cuatro meses. Tenemos que funcionar como una máquina perfectamente engrasada. El segundo mensaje está ligado a lo que me preguntas, a la escasez. Yo soy crítico con lo que está pasando con los EPI hasta el aburrimiento. Me parece lamentable lo que está sucediendo en el conjunto del país, sin distinción. Pero tenemos lo que tenemos. Y ante nosotros se abren dos opciones: optimizamos al máximo el material de protección del que disponemos y le sacamos el máximo jugo o nos quedamos sin él. Y si es así, también tenemos dos opciones: o nos vamos a casa y dejamos que suceda cualquier cosa o nos exponemos sin protección. Esperemos que tarde o temprano lleguen los equipos que necesitamos; tienen que llegar. Pero hasta ese momento debemos ser autosuficientes con lo que tenemos. Debemos asumir esa conciencia, aunque sea difícil explicárselo a los profesionales de mi generación y a los más jóvenes, que hemos vivido en otro escenario. Si tienes que usar una mascarilla y cuidarla al máximo para que dure una semana, tendrás que hacerlo. En estos momentos, o salimos nosotros mismos de esto o no nos va a sacar nadie. En definitiva, tenemos que reclamar y reclamar, pero debemos trabajar con lo que hay.

 -Hablaba usted antes de decisiones muy duras.

 -Imagina que tengas que decidir a quién desentubas para poder entubar a alguien más joven. En Madrid está pasando que hospitales con sus camas repletas de pacientes con coronavirus tengan a doscientas personas esperando para ingresar. Algo así te rompe. A mis compañeros les envío un abrazo enorme. A ellos los cogió con el pie cambiado y adoptaron todas las medidas posibles, pero tenían el coronavirus encima. Ayer entubaron a un compañero mío de 55 años en estado crítico, una persona muy querida, cualquiera con el que hablabas lloraba. Nosotros, por lo menos, hemos tenido un tiempo para prepararnos. Insisto, optimización de material, unidad, organización y la ayuda de toda la población serán fundamentales para que no lleguemos a vivir situaciones así. El miedo se contagia con mucha mayor rapidez que el virus. La única forma que tenemos para combatirlo es el respeto escrupuloso a los protocolos y a la cadena de mando en los servicios de urgencias y en los hospitales. Y conocimiento, saber de memoria lo que tenemos que hacer y cómo tenemos que hacerlo. De otra forma, te sientes perdido.