Hay otros héroes que no reciben aplausos

Ramón Ares Noal
MONCHO ARES RIBEIRA / LA VOZ

SOCIEDAD

Imagen de archivo de la conservera Frinsa, donde la pasada semana comenzarona a hacer pruebas de temperatura a los trabajadores.
Imagen de archivo de la conservera Frinsa, donde la pasada semana comenzarona a hacer pruebas de temperatura a los trabajadores. CARMELA QUEIJEIRO

Las conserveras han multiplicado la protección de los trabajadores y de las propias plantas de producción

24 mar 2020 . Actualizado a las 13:25 h.

Lo bueno de una crisis, de una catástrofe -el coronavirus encaja en ambas acepciones- es que pone a prueba a las personas en todos los sentidos: el de la responsabilidad individual, el de la solidaridad, el del sacrificio e incluso el del riesgo de la vida propia por el beneficio social. Estos días, especialmente a las 20.00 horas, se producen sonoros homenajes a quienes están en primera fila de riesgo, los profesionales de la sanidad, y a los que les siguen por orden de exposición a la pandemia, como las fuerzas del orden, cuerpos de seguridad y todo colectivo que continúa operativo, o más operativo de lo habitual, para que nos sentamos protegidos. Al mismo tiempo, están prestos para reprendernos o denunciarnos por incumplir las normas. A todos ellos se les reconoce merecidamente su entrega, incluso a algunos con los que rutinariamente discrepamos con su forma de aplicar la justicia, que no deja de ser lo que hacen ahora, pero lo apreciamos porque sentimos que es por nuestro bien.

Pero hay otros héroes que no reciben aplausos, aunque los merezcan, y son los vecinos que cada día acuden a su puesto de trabajo porque, por ejemplo, son del sector de la alimentación -panaderos, empleados de supermercados, fruteros, operarios de las conserveras que redoblan esfuerzo para garantizar que uno de los productos más demandados en situaciones de crisis, como la del 2008, no falte de los lineales- o de servicios como gasolineras o quioscos de prensa que hacen más llevadero el recorte de libertades.

Importante labor

La mejor forma de valorar la importancia quienes siguen activos en sus centros de trabajo es pensando qué pasaría si lo que producen, lo que sirven, no estuviese a nuestro alcance para afrontar la reclusión preventiva, para poder afrontar la situación con garantías. Sin embargo, no existen los reconocimientos, ni siquiera en las redes sociales, ni para los empleados ni para los empleadores, pese a que ambos están más expuestos al contagio que los recluidos que aplauden; si están trabajando, es para garantizar el suministro de la población circunstancialmente inactiva.

Servicios como los quioscos de prensa hacen más llevadero el recorte de libertades

En los centros de trabajo que permanecen abiertos, de acuerdo con el estado de alarma, se aplican las medidas que exige el Real Decreto -son de obligado cumplimiento-, y en grandes empresas, como las conserveras, van incluso más lejos, porque ya de por sí pertenecen al sector de la alimentación en el que las normas sanitarias son muy exigentes en condiciones normales, para cuanto más en la actual situación. Entre otras medidas, cada día controlan la fiebre a todo el personal que va a acceder a las instalaciones. Los operarios tienen que aplicar las mismas recomendaciones que todos los ciudadanos, respecto al lavado de manos, a guardar la distancia de un metro, a cómo cubrirse en caso de tos o estornudos. Los servicios de limpieza han multiplicado su actividad y se ponen al alcance métodos de desinfección para que el nivel de protección, tanto del personal como de la instalación, sea incluso superior al que resguarda a quienes viven la cuarentena en su casa, teletrabajando o esperando a que la dichosa curva de contagios se aplane.

Intervención

El Gobierno lo anunció en una de sus primeras comparecencias públicas: todas aquellas empresas que sean clave para abastecer a la población durante la crisis podrán ser intervenidas para garantizar el suministro, y en este paquete se encuentran tanto las de alimentación como las de servicios que permanecen operativas, como es el caso de las gasolineras.

Teniendo en cuenta el paquete de ayudas y los que vendrán, para algunos probablemente sería más seguro cerrar y dejar de producir, y sirva como ejemplo lo que ocurrió con la crisis del Prestige, que determinados colectivos aún anhelan una marea negra igual que, como aquella, les permitiera ingresar sin trabajar, pero esta vez el factor responsabilidad pesa mucho, porque ahora sí que el futuro está en el aire y dependerá de cómo se salga de la pandemia.