Una de las primeras gallegas curadas del COVID-19: «Le daba el pecho a mi bebé y no se contagió»

Ángel Paniagua Pérez
Ángel Paniagua VIGO / LA VOZ

SOCIEDAD

Imagen de archivo de una madre dando el pecho a su bebé
Imagen de archivo de una madre dando el pecho a su bebé Medela

Una joven de la familia de Moaña que acaba de recibir el alta cuenta cómo fue su día a día con el coronavirus: «Nadie está preparado para algo así»

22 mar 2020 . Actualizado a las 19:18 h.

El día que le dijeron que tenía el coronavirus, A. había estado con su bebé en brazos. También el día anterior, y el anterior del anterior, y el otro, y todos los demás. Dicen los expertos que una de las mayores prácticas de riesgo para la transmisión del virus es el contacto. Pero no hay manera de que una madre dé lactancia materna a su hijo si no están piel con piel. «Cuando me lo dijeron pensé: ''Tierra, trágame"», cuenta ahora, ya curada, después de dar de comer a su hijo. Es una de las primeras gallegas que ha superado la enfermedad.

Ella tiene 27 años, pide el anonimato para contar su historia y es sobrina de los dos primeros pacientes diagnosticados de COVID-19 en Vigo. Sus tíos habían viajado a Madrid a visitar a unos familiares de él, el fin de semana del 22 de febrero. En aquel momento, en España se habían registrado solo dos casos, ambos de extranjeros que habían llegado infectados. Aquel sábado, la situación en Italia explotó. Pero casos como el del tío de A. demuestran que el virus ya estaba aquí. «No sabemos dónde se contagió, dicen que en Madrid, pero nadie de su familia lo tenía», asegura.

Volvieron a Moaña y él fue dos veces a urgencias esa semana. El domingo 1 de marzo celebraron una comida familiar. Eran ocho personas, el bebé entre ellos. Fue la última vez que A. coincidió con sus tíos, así que se supone que se infectó durante la comida. Ese domingo por la noche el hombre (44 años) volvió al Hospital Álvaro Cunqueiro y acabó ingresado con una neumonía grave. Nadie sospechó que pudiera estar enfermo de COVID-19, porque no cumplía los criterios lógicos: Madrid no era, todavía, una zona de riesgo y él no había estado con ningún infectado; por lo tanto, no se le hizo la prueba del coronavirus hasta cuatro días después, un miércoles. Dio positivo. Su mujer, que no se había despegado de él, también. El hijo de ella, que no había asistido a la comida, también. La preocupación familiar creció. Les hicieron la prueba a todos. «La única que di positivo fui yo, que además me senté en el lado opuesto de la mesa en la comida», cuenta A.

«La única que di positivo fui yo, que además me senté en el lado opuesto de la mesa en la comida»

Pero su bebé dio negativo. «Estuve con él en brazos todos los días, le di el pecho el día anterior a que me hicieran la prueba», cuenta. Y esto confirma algo que vienen apuntando los estudios que se han hecho en pacientes de Wuhan. La leche materna no transmite el coronavirus. 

Los últimos catorce días no han sido fáciles. «Me dijeron que si el bebé me echaba mucho de menos, podía ir a verlo con mascarilla, pero preferí mantenerme dura y no ir; han sido días muy duros», dice. El pequeño ha permanecido con su abuela mientras A., su tía y su primo compartían casa en Moaña, todos infectados.

«Me dijeron que si el bebé me echaba mucho de menos, podía ir a verlo con mascarilla, pero preferí mantenerme dura y no ir»

Estas dos semanas han llevado una rutina similar al del confinamiento que luego se aplicó para toda España. «Nos levantábamos, hacíamos las cosas de la casa, la comida... Sí, llegaba un momento en que el día se te hacía un poco pesado», relata. Por suerte, ninguno de los tres ha tenido grandes síntomas. «Yo tuve un poco de tos, pero la tengo siempre, y sensación de mocos, pero nada más», explica. Un familiar hacía la compra, se la dejaba en la puerta y ellos la recogían. Otras veces, compraban por Internet.

El jueves, los llamaron para hacerse las pruebas. Al salir de Moaña la Guardia Civil los paró. Iban los tres en un coche y eso, cuando el Gobierno ha decretado que en los turismos solo puede ir una persona, salvo excepciones, llama la atención. Ellos no abrieron la ventanilla al guardia «porque quisimos ser muy estrictos con el aislamiento». Por si acaso, llevaban preparado un cartel que decía: «Somos la familia de Moaña infectada con COVID-19. Vamos al Meixoeiro para hacernos las pruebas por si somos negativos». Los dejaron pasar. Al poco, la pareja de guardias los adelantó en moto, dio un bocinazo y levantaron un puño. ¡Ánimo! Se hicieron la prueba en el COVID-auto, que permite tomar la muestra sin bajarse del vehículo. El viernes les dieron el alta a las dos mujeres. Ella ya se ha vuelto a su casa, en Cangas, a estar con su bebé. «Hay gente a la que todo esto le parece un chiste, pero no lo es. Hay gente que sigue saliendo a la calle, y hay que ser responsable. A mí no me gustaría por nada del mundo que se contagie más gente», reflexiona. Su tía, ya curada, permanece con su hijo, que aún tiene unos días de aislamiento por delante. «Dentro de lo malo, fuimos los primeros y recibimos mucha atención», reflexiona A., «pero nadie está preparado para una cosa así».