Daniel Innerarity: «Hoy en día lo normal es ser raro»

Tamara Montero
Tamara Montero SANTIAGO / LA VOZ

SOCIEDAD

XOAN A. SOLER

«El Brexit nos lanza una advertencia a los europeos: esto no es irreversible. Y eso es bueno y fortalece la Unión»

20 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Cómo se construyen las identidades en un mundo globalizado? Es la pregunta que Daniel Innerarity (Bilbao, 1959) vino a responder en el Foro da Identidade Galega del Consello da Cultura y el Museo do Pobo Galego.

-Supongo que lo primero es aclarar si hoy tenemos identidad.

-Venimos de un mundo en el que las identidades eran algo más compacto, tanto las de clase como las de nación, de trayectorias vitales, de continuidad de la tradición o roles de género. En este mundo donde todo rebosa, se entrelaza, se solapa, la identificación de la propia identidad y su gestión es mucho más personalizada y más problemática.

-O sea que hay identidades individuales más que colectivas.

-La identidad es más construida y menos heredada y permite incluso identificaciones variadas. Antes tú nacías en un sitio y ya se suponía que por ser de ese sitio tenías que tener una religión, una cultura, incluso un equipo de fútbol. Ahora mismo puedes encontrar gente entusiasta del flamenco en Santiago de Compostela, que los hay.

-O gente Dépor en Sevilla.

-Por ejemplo [ríe]. Cosas que antes podían llamarnos la atención. Suelo decir que hoy en día lo normal es ser raro. Lo habitual no es ser un caso particular de una categoría: el típico madrileño, la típica católica, el típico varón... Eso sí que es una cosa muy extraña. El pluralismo no es pluralismo de grupos sociales, sino que dentro de cada grupo se constituyen identidades muy plurales. Eso es lo que complica la situación.

-¿Se construyen identidades con un nosotros contra ellos?

-Absolutamente. Reaparecen prototipos compactos que dábamos por desaparecidos, como el machirulo. Es el nuevo campo de batalla que se está librando entre lo que eran las clásicas virtudes un poco estereotipadas del varón y de la mujer, por tanto no es algo que yo comparta plenamente, porque creo que ahora mismo hay masculinidades muy variadas y feminismos de todo tipo.

-Reaparecen los «señoros».

-Te lo encuentras en líderes como Trump, Salvini, Putin... Y te encuentras lo contrario, liderazgos que responden más bien a categorías que antes asociábamos a lo femenino, por ejemplo Macron. El fenómeno responde a reacciones puntuales, sobre todo de varones, que se sienten desconcertados ante la nueva situación y lo ven como una agresión.

-¿La política es un nosotros contra ellos?

-El momento electoral antes estaba circunscrito a un cierto período y ahora ha invadido todo el proceso político. Eso quiere decir que se gobierna con los mismos criterios de la campaña. En la ciudadanía eso es una máquina de generar frustración, porque se dispara la expectativa respecto del sistema político cuando todos deberíamos saber que el sistema político tiene una capacidad limitada de arreglar los problemas colectivos. Pero si los líderes políticos están en una puja permanente por elevar el nivel de promesas, el contraste con la realidad es cada vez mayor.

-¿Chocan las identidades españolista y catalanista?

-El problema es de distribución del poder y no haríamos un análisis adecuado si lo interpretáramos en clave identitaria. El sistema no ha acertado a dar cauce democrático a una reivindicación que debe ser tramitada en términos políticos. No estamos negociando sobre nuestra identidad, estamos negociando sobre el poder.

-¿Ha quebrado el brexit una identidad europea?

-El brexit nos lanza una advertencia a todos los europeos: esto no es irreversible. Eso es bueno y fortalece a la Unión. La propia salida de Gran Bretaña y la negociación posterior ha sido disuasoria respecto de otros. La experiencia paradójica de un país que se va reivindicando recuperar el control sobre su destino, va a ser menos soberano y va a ver amenazada su integridad territorial es una aviso de que fuera de Europa en estos momentos no vale la pena estar, aunque es bueno que sepamos que podríamos irnos.